Marruecos es un país grande, pero en dos semanas pueden recorrerse distancias y explorar los puntos destacados, desde las ciudades imperiales a las montañas y el desierto.
Se aterriza en Casablanca, la capital comercial, donde se visita la mezquita de Hassan II. Luego se acude en tren a la venerable Fez y su antigua pero floreciente medina.
Después se cruza el Atlas Medio por Midelt para admirar la arquitectura de una típica kasba marroquí y el pueblo minero abandonado de Auli, engarzado en el fondo de un precioso desfiladero. La ruta sigue hasta Merzuga, la puerta al Sáhara del sureste de Marruecos. Tras ensillar el camello, se pernocta bajo un cielo estrellado en Erg Chebi, el mayor de su especie de todo el país.
Siguiendo el Alto Atlas en dirección oeste llegará hasta la garganta del Todra para una excursión de un día entre cañones y palmerales. Desde aquí se cruza Uarzazate hasta Aït Benhadu, bendecido con una fotogénica kasba del s. xi.
De camino al Atlántico hay que alojarse en un riad en Marrakech y pasar varios atardeceres en la teatral Yamaa el Fna, antes de recalar en la artística Esauira, con su medina junto al mar y su puerto pesquero.