Se inicia con un poco de aire fresco en el lago Michigan, en la playa de North Avenue. Luego se va al norte cruzando el frondoso Lincoln Park. Tras una parada en el Lincoln Park Zoo, con leones, tigres y osos polares, se visita el Lincoln Park Conservatory para disfrutar de exóticas fragancias.
Luego hay que ver un partido de béisbol en el centenario estadio Wrigley Field, sede de los Chicago Cubs. Se completa la tarde con una cerveza en la Gingerman Tavern o en alguno de los abundantes y bulliciosos bares que rodean el estadio.
Por la noche, Andersonville y Uptown: mejillones y patatas fritas en el Hopleaf, o pollo al estilo sureño y dumplings en el Big Jones. Andersonville cuenta con agradables tabernas en las que tomar una cerveza. Los amantes del jazz pueden ir hasta el Green Mill, perfecto para escuchar música, asistir a un slam de poesía o saborear un martini; Al Capone solía frecuentarlo.