Cinco semanas para aclimatarse a las altitudes, recorrer alguna ruta emblemática, subir hasta un pico, practicar ciclismo de montaña o sumergirse en la cultura boliviana.
Desde La Paz se puede salir a pasar el día a Tiahuanaco o de excursión por la cercana Chacaltaya o el Valle de la Luna. Quien se atreva puede apostar por los caminos de Takesi o El Choro, o bajar en bicicleta (o autobús) por la Carretera Más Peligrosa del Mundo hasta Coroico, en los Yungas. Después hay que ir al norte hasta Rurrenabaque y el famoso Parque Nacional Madidi por carretera, en avión o en barco, según el tiempo y presupuesto de los que se disponga. Esta utopía agreste y poco trillada merece un tiempo. En “Rurre” se puede tomar un autobús hasta Trinidad, donde relajarse unos días, comer pescado de río y ver uno o dos museos, para luego seguir en avión o autobús hasta Santa Cruz. Desde aquí se puede emprender una ruta circular de varios días por carretera en el llamado circuito de las Misiones Jesuitas para regresar a Santa Cruz y seguir hasta las ruinas únicas próximas a la aldea jipi de Samaipata y el espectacular Parque Nacional y Área de Uso Múltiple Amboró. Súbase a Cochabamba para comprar buenos productos en los mercados. Desde allí, y a medida que se atraviesen las ciudades de Sucre y Potosí, se irá ganando altitud. Cuando ya se esté cansado de tanta joya colonial, uno puede adentrarse a la tierra vitivinícola próxima a Tarija para unos días de clima cálido, vino y relax modo zen. Después se puede dar un pequeño rodeo hasta Tupiza para uno o dos días de ciclismo de montaña y, de paso, salir cuatro días de circuito por el salar de Uyuni, siguiendo carreteras secundarias para evitar a las multitudes. De regreso a La Paz, los más atrevidos quizá quieran parar cerca de Curahuara de Carangas para luego enfilar hacia las tierras del altiplano del Parque Nacional Sajama, donde aguardan fuentes termales y animales.
Si aún se dispone de tiempo, se puede cruzar La Paz y seguir hasta Copacabana para uno o dos días de playa en el lago Titicaca. Se puede cruzar en el ferri hasta la isla del Sol, recalando por la tarde en la isla de la Luna. Se pueden pasar tranquilamente cinco días aquí haciendo senderismo hasta valles perdidos, ruinas y pequeñas aldeas indígenas.