El Sacromonte es un barrio ganado a la roca. Nació hace 500 años para dar cobijo a los perseguidos y terminó sacralizándose al amparo de una leyenda. Sus calles, que desaparecen abruptamente al borde de un tajo o se comunican mediante escalinatas encaladas, le dan aún el aspecto de esa aldea musulmana donde la mezcla de acentos, ritmos y bailes terminaron fusionándose en el actual flamenco.

Lo mejor en un día

La subida comienza en las Casas del Chapiz, dos palacios moriscos del s. xvi, frente a la estatua de Chorrojumo, el patriarca gitano a quien inmortalizó el pintor Manuel Fortuny. Un poco más adelante, la Zambra de María la Canastera, convertida en museo, merece una visita.

Se puede parar en Casa Juanillo a probar su famosa tortilla, y dirigirse al Museo Cuevas del Sacromonte, que recrea el hábitat y la forma de vida del barrio. El Museo Etnológico de la Mujer Gitana también aporta una visión interesante de esta etnia. Conviene llegar a la última visita guiada de la abadía del Sacromonte, a las 18.00, para extasiarse con la impresionante historia del lugar.

Es un privilegio bajar con el atardecer sobre la Alhambra. La Venta El Gallo es un buen lugar para reponer fuerzas; y después de la cena, se pueden visitar diferentes cuevas, como la de Los Tarantos, que ofrece zambras flamencas que terminan a una hora apropiada para pararse a tomar una última copa en El Camborio.