La visita arranca a lo grande, en la catedral, sin olvidar subir a la Giralda, uno de los vértices del triángulo declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.
Una buena opción para almorzar es Casa Robles, precedida del aperitivo entre las tinajas de Casa Morales. En la plaza de la Alianza se puede subir a la terraza Fulton antes de adentrarse en el mágico mundo del Real Alcázar y sus jardines.
Al anochecer, es un placer pasear por Santa Cruz y visitar el Hospital de los Venerables, con una parada en Casa Román. Después, ya fuera de la zona monumental, se cena de lujo en el Tribeca, o quizá se opta por un espectáculo del Teatro de la Maestranza.