Si se dispone de poco tiempo, pero se pretende ver lo mejor de cada país báltico, este itinerario incluye varios de los destinos ineludibles.
Se empieza en Tallin y se deambula por las magníficas calles medievales del casco antiguo de la capital estonia. Conviene explorar las delicias gastronómicas locales antes de ir al Parque Nacional de Lahemaa. La ciudad universitaria de Tartu espera; después se puede poner rumbo al sur, a Letonia, para visitar los castillos en ruinas de Cēsis y Sigulda en el Parque nacional de Gauja. Se puede dormir en una de las elegantes muižas (casas solariegas) cercanas y luego dirigirse a Riga, con su abrumador despliegue de fachadas decoradas. Después, se sigue al sur hasta Rundāle para visitar su opulento palacio, conocido como la versión báltica de Versalles, levantado por el arquitecto del Palacio de Invierno de San Petersburgo. Desde Rundāle se pasa la frontera con Lituania y se visita la Colina de las Cruces, en Šiauliai, antes de viajar al oeste hasta el istmo de Curlandia. Se puede pasar un tiempo entre sus pintorescas casas de campo, sus dunas móviles y sus jabalíes antes de terminar el viaje en la deslumbrante y barroca Vilna.