El halo misterioso de hallarse en el fin del mundo ha causado atracción desde hace siglos.
Tromsø es una ciudad universitaria. Su Museo Polar capta el espíritu de las exploraciones árticas; su Catedral Ártica evoca los paisajes del norte, en tanto que los picos de los alrededores son escenario de una enorme variedad de actividades de verano e invierno. También puede hacerse una visita de un día a la encantadora Senja. Después de tres jornadas en carretera, cabe continuar hacia el este, donde se encuentran las piedras labradas de Alta, y después Nordkapp, el punto más septentrional al que uno puede ir en Noruega sin hacerse a la mar. El viaje continúa tierra adentro hasta Karasjok y Kautokeino, el corazón del pueblo lapón. Ninguna exploración del norte ártico estaría completa sin recalar en Svalbard. De regreso a Tromsø, se puede tomar un vuelo hacia las regiones polares donde este archipiélago constituye una de las últimas grandes zonas vírgenes de Europa. Se necesitan al menos cuatro días para sacar partido de las muchas actividades que ofrece la naturaleza.