Desde 1930, este mítico tren, que recorre 290 km, es imprescindible para todo viajero y marca el inicio del turismo de invierno en los Alpes suizos. Puede realizarse en cualquier época del año, ya sea de un tirón (8 h) o por etapas y pernoctando en glamurosos enclaves alpinos. El viaje es espectacular en ambos sentidos, pero con el tren de color cereza desde St. Moritz (se aconseja sentarse en el lado izquierdo/sur del vagón), en la Alta Engadina, el ascenso es gradual hasta el clímax del viaje: el mítico monte Cervino. Cerca de 1 h después de St. Moritz, justo pasado Filisur, el tren emerge de un túnel y aparece sobre los seis arcos de piedra del espectacular viaducto de Landwasser (1901-1902), construido a 65 m sobre el río homónimo, formando una fotogénica curva. La ciudad más antigua de Suiza y capital de los Grisones (Graubünden, en alemán), Chur, a unas 2½ h de St. Moritz, es una opción bonita para pasar la noche, por un casco antiguo, hoteles históricos y muchos cafés y bares.
Desde Chur, la vía serpentea por el valle del Rin y atraviesa la espectacular garganta del Rin (Ruinaulta, en romanche), apodada “el Gran Cañón de Suiza”, con curiosas formaciones rocosas. Luego el tren sube hasta Disentis/Mustér, donde hay un monasterio benedictino del s. xviii, y continúa hasta el puerto de Oberalp (2033 m), el punto más alto del viaje, cubierto de nieve de noviembre a abril. Luego para en la estación de esquí de Andermatt, perfecta para estirar las piernas y hacer noche. El trayecto continúa con un descenso y después un ascenso hasta el puerto de Furka, a través del túnel alpino más elevado de Suiza (y el más largo de la ruta, con 15,4 km). La siguiente parada es Betten, la estación del teleférico que sube al bonito pueblo y estación de esquí de Bettmeralp, libre de automóviles. Uno puede bajarse aquí o en el cercano Fiesch para pasar un día de senderismo o esquí y ver la colosal lengua helada del glaciar Aletsch.
A continuación, el Glacier Express gira hacia el suroeste y se interna en el Valais. Para en Brig, donde hay un ecléctico schloss (castillo) coronado por exóticas cúpulas, en la ciudad vinícola de Visp y, por último, en Zermatt, donde el primer atisbo del Cervino es el colofón perfecto del viaje.