La capital se extiende entre las montañas y el mar, y es una ciudad fresca e impredecible, rebosante de energía, color y encanto, en contraste con la devastadora historia de guerra y ébola del país. A veces muestra su lado tranquilo, con playas apacibles, amistosas charlas en criollo, y platos calientes de sopa y arroz; otras, una actividad frenética y juego sucio.