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Pese a la rudeza de los balleneros que faenaban en las aguas de la península Antártica a principios del s. XX, bautizaron este puerto como Paraíso, obviamente fascinados por los impresionantes icebergs y los reflejos de las montañas del entorno. Los pingüinos gentús y los cormoranes, que anidan en los restos de la argentina base Brown, lo consideran su hogar. Desde lo alto de la colina se ven magníficamente los glaciares y, con algo de suerte, algún desprendimiento.