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En cuanto la vista se tropieza con estas aves antropomorfas, se sabe que se ha llegado a la Antártida. Desde el pequeño pingüino adelaida, con esmoquin, y el de penacho (macaroni), hasta el más grande del mundo, el elegante emperador, estas criaturas están aquí en su hábitat: el mar, el hielo y la costa. Verlos salir del agua o deslizarse por el hielo como si fuera un tobogán es todo un espectáculo. Se escuchan sus cacofónicos graznidos y puede verse cómo retozan, salen del cascarón, mudan el plumaje y cuidan de sus crías.