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Este gran complejo budista, uno de los entornos más bellos y llamativos de Hong Kong, se levantó en los años treinta del siglo pasado, pero se reconstruyó en madera según los cánones de la dinastía Tang en 1998. El convento de Chi Lin es un oasis de paz con estanques de lotos, bonsáis de té, buganvillas y silenciosas monjas que realizan ofrendas de fruta y arroz a Buda o cantan tras intricadas celosías.