Dublín, Irlanda

Texto por
Varios autores de Lonely Planet
Temple Bar, Dublín
© Mirelaro / Shutterstock

'Duibhlinn', la laguna negra

El 16 de junio de 1904 Leopold Bloom salió a dar un paseo por Dublín. Puede que Leopold sea un personaje de ficción —el protagonista del Ulises de James Joyce, que se publicó en 1922—, pero la ciudad por la que anduvo en su odisea irlandesa, con sus plazas georgianas, sus pubs tradicionales y sus amables vecinos, aún sigue ahí un siglo más tarde. Y sus maravillas de antaño ahora se complementan con un barniz de diversidad que añade encanto contemporáneo a la capital.

Dublín, 'fair city'

El centro urbano, dividido por el río Liffey y ceñido al norte y al sur por dos canales es tan compacto y de fácil orientación como lo era 100 años atrás. En Southside están los museos, las plazas elegantes, el famoso Trinity College con el Libro de Kells, la comercial Grafton St y la Guinness Storehouse, que elabora la celebérrima cerveza desde 1759. Y, al otro lado del Liffey, Northside, zona de pequeñas cervecerías artesanas y restaurantes innovadores, acoge algunos de los edificios más señeros de la ciudad (los Four Courts o la General Post Office) y el enorme Phoenix Park

Phoenix Park, Dublín
Ciervos en Phoenix Park © Fireglo / Shutterstock

Una ciudad diversa

Pero el mayor tesoro de Dublín está por todas partes: su gente. Aún pueden verse personajes que Bloom bien podría haber conocido durante su paseo veraniego, pues la ciudad conserva ese espíritu que la convierten en una de las más sencillas y afables de Europa.

Una población joven y culta, y el ambiente social que le acompaña, sumado a una saludable afluencia de extranjeros atraídos por uno de los principales centros tecnológicos de Europa explica el actual dinamismo de Dublín. Esta es la capital del primer país que aprobó el matrimonio homosexual a través de las urnas en el 2015 y donde una Citizens’ Assembly analiza asuntos importantes como el aborto y el cambio climático e informa a un Parlamento que está obligado a responder. 

Trinity College
El Trinity College Dublin © Lukas Bischoff Photograph / Shutterstock

El futuro tiene dos ruedas

Leopold Bloom ya lo comprobó: Dublín es una ciudad cómoda para recorrer a pie, pero últimamente también lo es para hacerlo en bicicleta. Las estrategias sostenibles crearon carriles-bici provisionales por toda la ciudad y, al final, muchos han pasado a ser permanentes. Una red de estaciones facilita la labor de alquilarlas y la mitad de las bicis son híbridas eléctricas. Ahora se puede pedalear por el bonito litoral durante 10 km entre la playa de Sandymount, donde Bloom solazaba su vista ante las beldades patrias, hasta la Sandycove Tower, que aparece en el capítulo inicial del libro y hoy es el emplazamiento del James Joyce Museum & Tower. A pocos minutos de este se halla Forty Foot, una tonificante piscina de agua de mar que también aparece en el Ulises. Antaño reservada a los hombres, hoy cualquiera puede dar el salto.

Forty Foot, Dublín
Amanecer en Forty Foot, la piscina de agua salada en Sandycove © Michael Kellner / Shutterstock

Turismo ético

Desde la pandemia, en el barrio de Southside han aparecido muchas tiendas de productos artesanales, lo que ha contribuido a su renovación. Otra de las consecuencias positivas del COVID-19 es la tendencia a comprar productos locales y de segunda mano. En Camden St hay muchas tiendas de ropa y libros de lance, y al oeste Francis St es célebre por sus anticuarios. La Dublín de hoy aún conserva todo el encanto de la ciudad de la época de Joyce al que ha añadido una batería de persuasivos atractivos contemporáneos.

Puente de Dublín
Atardecer en el río Liffey © Madrugada Verde / Shutterstock

 

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