A pesar de estar en pleno Mediterráneo, hubo un tiempo en que Mallorca era un lugar remoto, un pasado que queremos recuperar y disfrutar este verano.
Mallorca es una isla turística, sí, de playas hasta la bandera y fiestas nocturnas. Pero también es una isla que sigue preservando gran parte de su tradición. Desde su gastronomía hasta sus vinos pasando por pueblos, playas y campos en los que refugiarse. Toma nota de qué hacer, qué comer y dónde dormir para vivir un verano auténtico en tierras mallorquinas.
1. Para empezar el viaje qué mejor que una de las tradiciones más conocidas, extendidas y porqué no decirlo, copiadas de Mallorca: las ensaimadas. El Forn Fondo existe desde 1742 en la esquina del callejón de las Caputxines con la céntrica calle Unió y es famoso su repertorio confitero, pero sobre todo por sus ensaimadas. Las hacen con todo tipo de relleno: de sobrasada, de chocolate, de nata, de mazapán e incluso de temporada, como la de higos frescos y anís, que es nuestra especialidad de verano”.
2. Dos de los anteriores componentes del famoso grupo mallorquín Antònia Font –los hermanos Pau y Pere Debon– regentan el encantador y familiar restaurante del Museu de Sa Jugueta. En el menú ofrecen cervezas artesanas de la isla y recetas caseras que pueden ser carnívoras u ovolacteoegetarianas. Elaboran su propio pan, sus yogures y apuestan por los productos de la tierra.
3. El vino se elabora en la mayor de las Baleares desde hace siglos y en la isla existen dos denominaciones de origen, la D.O. Binissalem-Mallorca y la D.O. Pla i Llevant de Mallorca. Ambas utilizan variedades de uva autóctonas como el Manto Negro, para los tintos, y el Prensal Blanco, para los blancos. Muchas bodegas abren sus puertas a visitantes.
4. Antes de la llegada de los romanos, Mallorca y Menorca estaban habitadas por los talaiots, una civilización contemporánea a los íberos que salpicó ses illes de construcciones en forma de poblats (poblados), talaiots (atalayas) y taules (espacios ceremoniales). En el levante mallorquín quedan algunos vestigios de esta cultura en Son Bauló, Son Real, Cova de Sa Nineta, Ses Païsses o Son Olesa.
5. Muy cerca de Palma, pero suficientemente alejado del bullicio de la capital, el Barceló Illetas Albatros es uno de esos hoteles de exquisito servicio, diseño vanguardista que apuesta por los detalles –se puede escoger incluso la fragancia de la habitación– y que está clasifi cado como Adults Only. Una de sus mejores apuestas es el Blue Restaurant and Lounge, donde además de servir un original sprunch (spa+brunch) nunca faltan las paellas de marisco o los frits mallorquins.
6. El matrimonio compuesto por Pilar y Guillem decidió convertir la vivienda familiar, una antigua edificación de piedra del siglo XVI, en la Finca d’Agroturisme Sa Carrotja. Ofrecen 12 habitaciones con encanto, que ocupan los espacios de la casa noble y de lo que fueron los antiguos establos. Trato familiar, cocina casera y un patio rodeado de cítricos y buganvillas resultan perfectos para olvidarse del mundanal ruido disfrutando del mejor almuerzo.
7. El Castillo de Bellver es una fortaleza de planta redonda que se construyó para defender, sí, pero su magnífica ubicación –Bellver viene de bell veure, que en catalán significa 'buena vista'– hace sospechar que los reyes residentes buscaban también disfrutar de las panorámicas desde sus aposentos. Entre los afortunados huéspedes estuvieron los monarcas Jaime II y III de Mallorca, Juan de Aragón, Isabel II o Alfonso XII.
8. Una finca rural del siglo XII de origen árabe en el Pla de Mallorca fue el lugar escogido por los dueños de Aubocassa para establecer su plantación de olivos y su almazara. Ellos fueron los impulsores de la D.O. Oli de Mallorca y hoy su dorado producto a base de arbequinas se exporta a más de 32 países. Un aceite artesano y preparado con cariño que ha puesto a Mallorca en los mapas de los aceites gourmet.
9. Hay que adentrarse en el casco gótico de Palma con los ojos bien abiertos para descubrir qué hay detrás de tantas puertas medio abiertas. Los patios palmesanos son todo un tratado de arquitectura de los siglos XIII a XIX, espacios que durante mucho tiempo permanecieron ajenos a las visitas y que hoy fascinan a quienes se adentran en ellos. Algunos de los más conocidos son el de Can Bordils, el del Palau Olesa o el de Can Vivot.
10. Pocas familias locales tienen la suerte de poder trazar su árbol genealógico desde los tiempos de la Reconquista de Mallorca. Sí pueden hacerlo los Moragues, propietarios de la Finca d’Agroturisme Dalt Murada, que han convertido la vieja hacienda familiar del siglo XIV en un alojamiento rural de lo más auténtico. Entre las sorpresas: alcobas con retratos de los antepasados, mapas antiguos y objetos dignos de un museo.