Kerala es el trópico indio. Su nombre significa "el lugar de los cocos". Y tiene, dependiendo de dónde lo consultes, entre 900 y 2000 kilómetros de canales en aguas interiores, en una red de lagos, lagunas y vías construidas por el hombre.
Es realmente difícil encontrar alguien en el mundo que no sepa qué es el fútbol. El capitán de mi barco-hotel en Kerala era una de esas personas. No sabía dónde estaba España (algo no tan raro) ni había oído hablar de eso llamado fútbol. Del criquet sí, por supuesto. Pero eso, en la India, es casi una religión. El capitán había nacido en los canales de Kerala, en los backwaters, y no había salido nunca de allí. Esta zona de Kerala, al sur de la India, es un espectacular paisaje de agua, cocoteros, campos de arroz y tranquilidad. Y hacerlo desde un barco-hotel es una de las mejores opciones. Con sus luces y sus sombras.
Se llaman kettuvallam. Son embarcaciones de madera, con techo de fibra de coco, que antes se utilizaban para el transporte de arroz y ahora han sido transformados en barcos-hotel. Lo más habitual es que tengan un par de habitaciones y se alquilan de forma individual o familiar. El mío tenía unos 15 metros de eslora y tres personas de tripulación: el capitán, el ayudante y el cocinero. Un recorrido básico supone hacer una noche a bordo. El alojamiento es adecuado. El servicio, depende de la suerte.
Kerala es el trópico indio. Su nombre significa "el lugar de los cocos". Y tiene, dependiendo de dónde lo consultes, entre 900 y 2000 kilómetros de canales en aguas interiores, en una red de lagos, lagunas y vías construidas por el hombre. Un paradisíaco lugar sin carreteras ni coches: sólo agua, barcos, canoas, campos de arroz, cocoteros y pequeñas poblaciones acostumbradas a hacer su vida en este ecosistema fluvial. Todo al borde del océano Índico.
El de Allepey es uno de los puertos de los que salen estos barcos. Aunque hay más. De forma pausada la embarcación comienza a recorrer los canales. Conviene alquilar alguno con terraza en la parte superior: garantiza una mayor independencia para el viajero. Si llevas algún tiempo en la India agradecerás el silencio de los backwaters. Estos barcos, por su tamaño, sólo pueden navegar por los canales principales. Para internarte por los más pequeños deberás contratar a alguien que te lleve en su canoa.
Tras algunas horas de navegación es cierto que el paisaje llega a hacerse algo monótono. Pero desde el barco se puede atisbar la vida en sus orillas: mujeres lavando la ropa o las cacerolas en los canales, los niños camino a la escuela, los hombres remando en sus embarcaciones, casas familiares construidas sobre un pequeño trozo de tierra... Llegada la noche el kettuvallam se detiene cerca de uno de los pequeños pueblos de los backwaters. Eso permite bajar y dar un pequeño paseo.
Hablaba de luces y de sombras. Cuando contratas un barco para recorrer una extensa zona de canales no esperas pasar la noche atracado junto a varios barcos más, con el ruido de sus generadores, con la televisión de la embarcación vecina o las conversaciones de sus pasajeros. Con cientos de kilómetros de canales, ¿por qué pasar la noche pegados unos a otros? El capitán me aseguraba que están obligados a hacerlo así. Quizá sea cierto, pero resulta decepcionante. Por la mañana, al regresar al puerto de origen, comprobamos que estábamos prácticamente al lado. No parecía que se hubieran molestado en alejarse mucho de las zonas más frecuentadas. Sonaba a paseo rutinario. Incluida la larga parada poco después de comenzar el trayecto para la siesta... de la tripulación.
Pese a todo, una travesía por los backwaters de Kerala dejará en el viajero imágenes imborrables en su retina: atardeceres impactantes, los primeros momentos de actividad de sus habitantes al salir el sol, horizontes infinitos de verde y azul, horas de sosiego en un país frenético... Y unas gentes que han construido su vida junto al agua.
Texto y fotos: Marino Holgado