Icono neoyorquino por antonomasia, el puente de Brooklyn fue el primer puente colgante de acero de la historia, además del más largo del mundo, tras su inauguración en 1883. Pese a que su construcción estuvo plagada de desgracias, sus torres neogóticas han logrado perdurar como emblemas de la ciudad. Cruzarlo supone una estimulante experiencia que, además, brinda numerosas oportunidades para sacar fotos. Su pasarela en suspensión para uso de peatones y ciclistas regala espectaculares vistas de Manhattan, el río East y el paseo ribereño.
Por desgracia, su diseñador, John Roebling, nunca llegó a disfrutar de estas vistas, pues en junio de 1869, este ingeniero de origen prusiano sufrió un accidente en un pie en Fulton Landing y, a las pocas semanas, murió de tétanos, antes incluso de que empezara su construcción. Su hijo, Washington Roebling, tomó el relevo y logró sobreponerse a la muerte de 27 trabajadores y a los incrementos presupuestarios que se registraron durante de los 14 años que duraron las obras.
©Dan Herrick/Lonely Planet.
Historia
El propio Roebling hijo sufrió el síndrome de descompresión mientras ayudaba a excavar el lecho del río para que se pudiera construir la torre oeste del puente y, como consecuencia de ello, tuvo que permanecer postrado en cama, sin poder trabajar in situ durante buena parte del proyecto. Su esposa, Emily, también un prodigio de las matemáticas y la ingeniería, se encargó de supervisar las obras durante su ausencia. En junio de 1883 tuvo lugar otra tragedia después de que, tras la apertura del puente al tráfico peatonal, se produjera una avalancha de peatones como consecuencia de la caída de una mujer por las escaleras. Los posteriores gritos de varias personas alarmadas provocaron una estampida en la que una docena de personas murieron aplastadas y varias decenas resultaron heridas de gravedad.
Hoy, visitar el puente de Brooklyn supone una experiencia mucho más apacible, y es fácil ver por qué ha perdurado como una de las estructuras más reconocibles y queridas en una ciudad que no anda escasa de iconos arquitectónicos. En 1972, el historiador David McCullough dedicó todo un libro a documentar la construcción y diseño del puente, mientras que Ken Burns grabó en 1981 un documental sobre la historia de este prodigio de la ingeniería. Richard Haw firmó una historia cultural del puente de Brooklyn, desde la poesía de Walt Whitman a “It Happened in Brooklyn” de Fran Sinatra, pasando por “Moonstruck” de Cher, protestas, postales y los incontables peatones que cada año cruzan el puente o se acercan a inmortalizar las vistas desde sus privilegiadas perspectivas.
Peatones y ciclistas en el puente de Brooklyn. ©Christian Mueller/Shutterstock.
Las mejores vistas del puente de Brooklyn
Pebble Beach es uno de los sitios más populares para contemplar el puente con la recortada silueta de Manhattan de fondo. El Time Out Market tiene en su azotea una terraza con estupendas vistas de las torres de piedra del puente, lo mismo que el 1 Hotel Brooklyn Bridge (desde su Harriet's Rooftop Bar) y, en Chinatown, el Hotel 50 Bowery (desde su bar The Crown). El paseo fluvial próximo a Water St es ideal para sacar fotos tanto del puente de Brooklyn como del de Manhattan, desde el que también se obtienen magníficas vistas del primero. Para sacar la clásica foto del puente con sus cables suspendidos en primer plano, hay que avanzar desde el lado más cercano a Brooklyn hasta lograr encajar Manhattan en la composición; no hay mejor momento que el atardecer. Tampoco hay que olvidarse de Brooklyn Bridge Park, imbatible para subir una nueva publicación a Instagram.
El puente de Brooklyn tiene 800 m de longitud, aunque si se combinan sus accesos de entrada suma otros 800 m. A la parte central, protegida de los seis carriles del tráfico rodado y de uso exclusivo de peatones y ciclistas, se la conoce como promenade (paseo). Para cruzar el puente hay que dirigirse a dicha plataforma desde la estación de metro de Brooklyn Bridge-City Hall (Manhattan) o arrancar en la parte más próxima a Brooklyn y seguir la señalización desde la estación de High St-Brooklyn Bridge y Cadman Plaza Park. En caso de ir a pie, hay que ceñirse al carril para peatones, pues los ciclistas se mueven a toda velocidad.
Perspectiva del puente desde el paseo ribereño de DUMBO, Brooklyn. ©Marcos Antonio de Lima/Shutterstock.
Mantenimiento del puente
Pese a los desafíos iniciales que entrañó su construcción, el puente de Brooklyn está diseñado para durar. Y aunque se ha sometido a tareas de mantenimiento y a alguna mejora que otra (sobre todo, su calzada de hormigón), no fue hasta casi pasado un siglo de su inauguración cuando se decidió reemplazar sus deteriorados cables, justo a tiempo de la celebración de su 100º aniversario. En el 2012, el puente salió indemne del huracán Sandy, salvo por algún daño mínimo en su mampostería.
Las reparaciones estructurales que se iniciaron en el 2010 han continuado hasta el 2022, y si bien son un suplicio y dificultan dar con los accesos al puente, lo cierto es que no impiden que se pueda cruzar. Las obras de renovación de las torres, los arcos y las fachadas de ladrillo comenzaron en otoño del 2019 y no terminarán hasta entrado 2023.