Muchos asocian Lyon a la gastronomía -yo la primera- pero esta ciudad francesa tiene mucho que ver antes de sentarse a la mesa de cualquier bouchon, nombre que reciben los típicos restaurantes lioneses. Y es que esta famosa meca de los amantes del buen yantar es una ciudad que reúne muchos atractivos para el viajero. Con más de 2.000 años de historia a sus espaldas, esta moderna urbe francesa cuenta con un patrimonio monumental digno de mención además de una interesante agenda cultural a tener muy en cuenta. Ciudad universitaria e, históricamente, capital mundial de la seda, Lyon tiene, en mi opinión, tres lugares indispensables que cualquier persona debe conocer en una primera visita a la capital de la región del Ródano-Alpes.
El primero es la colina Fourvière a la que se accede mediante un funicular, aunque también se puede subir dando un paseo. Fue en este emplazamiento donde se fundó el asentamiento romano de Lugdunum en el siglo I y del que se conservan dos recintos, el teatro y el odeón, que hoy día se usan durante la celebración de eventos como Les Nuits de Fourvière. Desde la parte posterior de la basílica de Notre-Dame de la Fourvière se puede disfrutar de una fabulosa vista de Lyon.
El segundo lugar que os recomiendo visitar en Lyon es la Presqu’île, que en castellano significa península, un fragmento de tierra firme rodeado por los dos ríos que atraviesan Lyon, el Saona y el Ródano. Aquí se encuentran algunos de sus monumentos y lugares más conocidos como la Place des Terreaux donde se alzan el Ayuntamiento, el Museo de Bellas Artes y la famosa fuente de Bartholdi. Otra plaza famosa de Lyon es la Place Bellecour en la que destaca una estatua dedicada al rey Luis XIV.
El tercer lugar indispensable en un primer viaje a esta ciudad francesa es el barrio renacentista del Vieux Lyon (el Viejo Lyon). Situado a los pies de colina de Fourvière, esta zona de origen medieval está dividida en tres barrios o secciones: Saint Jean, famoso por su catedral gótica; Saint Paul donde hay un gran número de hôtels, antiguas residencias habitadas por comerciantes y banqueros en los siglos XV y XVI; y Saint Georges, donde vivían los trabajadores de la seda que en el siglo XIX se trasladaron al barrio de la Croix Rousse.
Uno de los aspectos que más me llamó la atención del Vieux Lyon (aunque también los puedes ver en la Presqu’île y en la Croix-Rousse) son los famosos traboules, viejos pasajes, hoy reservados a los peatones, que cruzan patios interiores comunicando así calles paralelas sin tener que salir al exterior. Los traboules (palabra que proviene del latín trans-ambulare que significa pasar a través) son, sin duda, los elementos arquitectónicos más carismáticos de Lyon. Usados por la Resistencia Francesa durante la II Guerra Mundial para huir de los nazis, en la actualidad hay centenares de ellos que se pueden visitar. Eso sí, hay que procurar no molestar a los vecinos.