Fukuoka

Texto por
Stephen Lyman, autor de Lonely Planet
Paradas de comida cerca del río Nakasu
© masary78 / Shutterstock

Por qué visitar Fukuoka

Fukuoka encarna la dicotomía de Japón, firmemente tradicional y abierto sin reservas a lo moderno. Su historia se refleja en el alma del país, pues el Hakata ramen y las huevas de bacalao encurtidas tienen fama en todo el archipiélago. Hoy es la ciudad japonesa que crece más deprisa, eje vital para el comercio internacional con una sólida cultura emprendedora. Tras Tokio, Fukuoka es la vía de acceso más común entre quienes visitan Japón por segunda vez: turistas asiáticos que van de compras y se quedan por la gastronomía. Muchos piensan durante años en este destino subestimado y algunos anhelan trasladarse como yo.

Cuándo ir

Temporada media (med mar-may y fin sep-nov):

  • En primavera, con un clima inmejorable, florecen los cerezos y muchos otros árboles. 
  • En otoño, con temperaturas agradables de día y frescas de noche, el follaje del arce japonés se tiñe de un rojo brillante.
  • En invierno, la época de las ostras a la parrilla, el alojamiento es más económico.

 

Presupuesto diario

  • Habitación doble en hotel de precio medio: 60-120 €
  • Cena en un estaurante local: 20-60 €
  • Entrada a un museo: gratis-7 €
  • Vaso de sake (en bar especializado): 5-10 €
  • Pinta de cerveza (en izakaya): 5 €

Dónde dormir

Es preferible alojarse en Chūō-ku, el barrio central, que en el distrito comercial de Hakata-ku, pues hay muchísimo más que hacer en Chūō-ku, fácilmente accesible en metro desde el aeropuerto internacional de Fukuoka o la estación de Hakata, por donde pasa el Shinkansen (tren bala). Si el bolsillo lo permite, en esta zona se puede elegir entre varios hoteles de lujo; por su ubicación y su prototípica hospitalidad japonesa, los más recomendables son Hotel Okura, Solaria Nishitetsu Hotel, Nishitetsu Grand Hotel y Hotel New Otani. Quien disponga de un presupuesto ajustado puede pernoctar en Hotel Monterey La Soeur o en el flamante Quintessa Hotel de Tenjin, alternativas asequibles y confortables. Si el viajero acostumbra a tomar un desayuno contundente, será mejor incluirlo en la reserva porque no es fácil encontrarlo fuera del hotel.

 

Itinerarios perfectos

4 días en Fukuoka

Primer día: Maravillarse con las tiendas, el ramen y los cócteles

Pocas cosas me gustan más que un paseo matutino hasta una cafetería excelente; en este caso se trata de TAGSTÅ, que alberga una galería con muestras itinerantes formadas por obras de artistas locales. En las inmediaciones se puede curiosear por el único mercado de pescado público de Fukuoka, Yanagibashi (7.30-17.30, domingo cerrado).

Se camina hacia el norte hasta la estación de Tenjin-Minami y se bajan las escaleras que llevan al centro comercial subterráneo Tenjin Chikagai, cuyos dos pasillos se extienden medio kilómetro bajo la céntrica área de Tenjin con casi 150 tiendas frecuentadas por personas que quieren guarecerse de las inclemencias del tiempo. Sus negocios van desde Suzunoya, que vende kimonos, hasta Kura Chika, franquicia del célebre fabricante de bolsas para hombre Porter-Yoshida. Ambos pasillos dan acceso a varios grandes almacenes (mi favorito es Iwataya). Se exploran los niveles inferiores, donde aguardan exquisiteces como toda clase de alimentos preparados en una planta y un enorme mercado de ingredientes selectos en otra; se encontrarán hasta sandías de 200 €

'Hakata ramen' ©ahirao_photo/Getty Images

'Hakata ramen'. ©ahirao_photo/Getty Images

El plato más popular de Fukuoka es el 'Hakata ramen', una sabrosa y adictiva sopa de fideos cuyo caldo se prepara hirviendo huesos de cerdo. Pocos pasos al norte de Tenjin Chikagai se halla uno de los restaurantes de ramen más famosos de la ciudad, Shin Shin (abierto desde las 11.00 hasta la madrugada, aunque se debe hacer cola pasado el mediodía). Si se prefiere no esperar, se va a Hacchan (10.00-18.00, domingo cerrado), donde los clientes hacen el pedido mediante una máquina, buscan asiento y esperan a que les traigan su cuenco; pídase kaidama (fideos extra, 0,75 US$) si se tiene mucha hambre y se indica que se quieren katamen (al dente) para imitar a los lugareños.

Tanto si se planea ir de compras como hacer una visita cultural o beber un cóctel, pasar la tarde en Tenjin es un acierto. Sus inmensos centros comerciales acogen incontables tiendas, mientras que la cercana zona de Daimyo está repleta de tiendas, cafés y negocios curiosos. Se entra en Potato Megane para ver su variado surtido de gafas (11.00-19.00, miércoles y jueves cerrado) o en Manu Coffee para tomar algo y aprovechar su wifi gratis. Si interesa la cultura, se va al gran salón Kihinkan, antigua residencia para invitados extranjeros en el Parque Central de Tenjin, o al Museo de Arte de la Prefectura de Fukuoka, ubicado al norte a escasa distancia a pie. Si apetece algo fuerte, Nakamura Wine Shop sirve copas de vino, mientras que Kakuya Standing Bar es el típico bar donde los salaryman nipones beben de pie.

En Fukuoka hay innumerables opciones para cenar. Es preciso reservar mesa en casi todos los restaurantes recomendados; si no se logra hacerlo en línea, se puede pedir al conserje que llame.

Una especialidad local es el motsunabe (guiso de intestinos), un delicioso plato a base de verduras y tripas de vaca cocidas a fuego lento en caldo de miso. Se aconseja probarlo en el restaurante Maedaya de Daimyo, un diminuto izakaya situado en la segunda planta que no podría ser más auténtico. Si las entrañas bovinas parecen demasiado, a la vuelta de la esquina está Number Shot, un izakaya moderno que prepara recetas locales como tortilla picante de huevas de bacalao y sándwich de caballa ahumada en una cocina a la vista. Ambos sitios sirven goma saba (exquisito sashimi de caballa aderezado con sésamo y alga nori).

Es hora de beber alcohol como los lugareños. Fukuoka es la capital de la isla de Kyūshū, cuna del destilado artesanal japonés por excelencia, el hunkaku ("genuino") shōchū. No es exagerado afirmar que se trata del secreto mejor guardado del país: se produce más shōchū en Japón que tequila en México, pero prácticamente no se exporta. Por ley, el honkaku shōchū se debe elaborar con kōji, el “hongo nacional” empleado en la producción del sake, la salsa de soja, el miso y otras bebidas fermentadas. Fukuoka es conocida por el shōchū de mugi (cebada), pero el de imo (boniato) originario del sur es más popular. En todo caso, el shōchū marida de maravilla con la cocina local.

El tradicional 'shōchū'. ©takasuu/Getty Images

El tradicional shōchū. ©takasuu/Getty Images

Frente a Maedaya se encuentra Bar Oscar, icónico ejemplo de coctelería japonesa de nivel elevado. Se elige un cóctel y se deja que el barman se encargue del resto. Para quien prefiera la cerveza, Fukuoka Craft propone varias de barril, incluidas las artesanales de producción propia que van cambiando. Los amantes del whisky pueden optar por Bar Kitchen (que, pese a su nombre, es un bar sin cocina). Si apetece shōchū, se recomienda el izakaya Otsu.

 

Segundo día: Disfrutar de la historia, el arte y la deliciosa comida callejera

Se va hacia el parque Maizuru y el castillo de Fukuoka, erigido hacia el año 1600 y, como la mayoría de los castillos japoneses, derruido casi por completo en aras de la modernización en 1871. Vale la pena visitar el Museo de las Ruinas de Korokan, que data del período Heian (794-1185), para familiarizarse con la historia anterior. Se prosigue hasta el extremo sur de las ruinas del castillo para admirar el pacífico santuario sintoísta de Gokoku, el cual ocupa unos vastos terrenos aislados del caos urbano por un bosque.

Una de las cosas bonitas de Japón es que aún quedan personas que cocinan y sirven comida increíble en un local íntimo de su propiedad. Un ejemplo situado justo al oeste del santuario es el minúsculo Moritoneri (11.30-15.30), cuyo dueño y chef prepara un curri especiado casero todos los días usando los ingredientes que encuentra en el mercado cada mañana.

Si hay demasiada cola, se va a Royal Garden Cafe (en el Parque Ōhori), con mesas interiores y al aire libre que dan a un estanque lleno de tortugas, carpas koi y aves acuáticas. Si apetece comer bien, se sube a la segunda planta y se toma asiento (previa reserva) en el clásico restaurante francés Hananoki, que debe su fama a Marilyn Monroe (durante su luna de miel por Japón con Joe DiMaggio en 1954, la actriz elogió su sopa de cebolla); los ventanales, que van del suelo al techo, brindan unas vistas preciosas del parque.

El parque Ōhori es muy amado en Fukuoka. El elemento central es el coqueto estanque con un sendero de 2 km que lo rodea y una serie de puentes de piedra que conectan los islotes. En ciertas épocas se pueden alquilar patines de agua y botes de remos (4-11 €/30 min) para contemplar su belleza desde otra perspectiva.

Parque Ōhori. © Shutterstock / Sanga Park

Parque Ōhori. © Shutterstock / Sanga Park

En la esquina sureste del parque se ubica el Museo de Arte de Fukuoka, que acoge tanto una colección permanente de arte japonés y occidental como frecuentes eventos especiales, a veces con ejemplos originales de manga y anime. Al oeste del museo se extiende el hermoso Jardín Japonés Ōhori-kōen, de visita obligada por su asombrosa cantería, sus cascadas, su flora perenne y su serena composición.

Al salir del jardín, se para en la cafetería & Locals para observar el estanque a través de sus grandes ventanas mientras se saborea un té verde y delicias como granizado (en verano) o pastel de té verde (todo el año). Su tiendecilla vende objetos de madera labrados a mano y otras artesanías, yuzukoshō (una pasta de pimiento y cítrico yuzu que es el mejor condimento del mundo) de producción local y otros alimentos, así como bebidas para llevar.

Se regresa a la parte norte del parque, donde está la estación de metro. Si quedan fuerzas, se entra en Beerholic para tomar una cerveza artesanal japonesa, tal vez acompañada de algún tentempié de la carta (las patatas fritas con hierbas y el pollo frito son deliciosos).

Hoy no hace falta reserva para cenar. En Tenjin hay decenas de yatai (puestos de comida) que se montan y se desmontan cada noche. Como solo disponen de entre ocho y doce taburetes, sirven a un cliente tras otro rápidamente. Hay que detenerse en cuantos se desee; casi todos ofrecen ramen, gyoza o yakitori (brochetas), pero no faltan otras opciones (por ejemplo, Chez Rémy y Telas&Mico proponen comida europea).

Cuando se haya saciado el apetito, se va a Showa Dori Ave, donde, delante del Banco de Japón, aguardan dos yatai inusuales: Megane Coffee & Spirits se especializa en cafés y licores selectos, mientras que Yatai Bar Ebichan es una coctelería que requiere un lector de códigos QR para ojear la carta (mi cóctel preferido combina shōchū de boniato y Negroni). Si se quiere comer algo a medianoche, pídase la pizza Hakata de Ebichan, que consiste en pan plano con mentaiko (picantes huevas de bacalao encurtidas) y takana (hojas de mostaza castaña encurtidas).

 

Tercer día: Ir de excursión a una isla y regalarse una cena inolvidable

Se va a la terminal de ferris de Meinohama para embarcarse hacia Nokonoshima (ida y vuelta 3,15 €). En esta isla de la bahía de Hakata se halla el Parque de la Isla de Nokonoshima, un encantador jardín con plantas floridas todo el año, desde la amarilla colza en primavera hasta la dalia en otoño y la oca blanca en invierno. Se ahorrará mucho tiempo si uno se apresura a bajar del ferri y toma uno de los taxis que aguardan a los pasajeros en vez de esperar a que pase el autobús de la isla. Aparte de sus lindos jardines, la isla presume de unas vistas excelentes de la bahía, tiendas de recuerdos y otras infraestructuras, como los diversos restaurantes y cafés diseminados por el parque florido.

Si se viaja en invierno, se aconseja catar las ostras de Abe o Masuda cerca de la estación de Fukuyoshi. De camino a las barracas ribereñas que las sirven, se hece un alto en Family Mart para comprar bebidas alcohólicas, ya que solo está permitido llevarlas de fuera.

Se va en taxi, en autobús o a pie a la terminal de ferris para volver a Fukuoka ciudad y, una vez allí, se toma un taxi hasta Momochi Seaside Park, un parque que cuenta con una playa, un área comercial provista de bares y cafeterías tocantes al agua y la Torre de Fukuoka, cuyo mirador brinda unas vistas panorámicas de la ciudad.

Vistas desde la torre de Fukuoka. © Shutterstock / Jirat Teparaksa

Vistas desde la torre de Fukuoka. © Shutterstock / Jirat Teparaksa

Por la noche uno debe ponerse elegante para la mejor cena del año. Hay que reservar mesa con antelación en Restaurant Sola, dirigido por Hiroshi Yoshitake; este chef oriundo de la vecina prefectura de Saga se formó en París y obtuvo una estrella Michelin para su restaurante homónimo en la capital francesa antes de inaugurar el de Fukuoka. En este magnífico espacio con la cocina a la vista y un personal extremadamente profesional, Yoshitake y su equipo obsequian a los comensales con una velada memorable a través de platos creativos. El menú cambia regularmente a excepción del entrante, una sorprendente preparación crujiente a base de huevas de salmón y aguacate que revela su genio culinario. La carne siempre se asa usando leña local.

Si la alta cocina no interesa, se puede optar por Casime, un moderno gastropub mediterráneo que sirve desde frutos de temporada con queso halumi a la plancha hasta auténtica kofta (carne picada) de cordero, todo ello acompañado por cerveza local del cercano Fukuoka Craft. Quizá uno no había pensado en buscar comida europea en Japón, pero se debería, ya que los chefs nipones tienen facilidad para aprender un determinado estilo culinario y elevarlo a niveles inesperados. Il Sol Levante dispone de la certificación de la Associazione Verace Pizza Napoletana para preparar pizza.

La experiencia en Sola es suficiente como colofón a la jornada, pero si apetece tomar una copa, se puede ir a Yorozu (mejor con reserva). En este espléndido salón de té, se puede degustar infusiones refinadas (como la preparada minuciosamente con té matcha) y cócteles después de cenar, así como postres de temporada y tapas gustosas. Si uno prefiere no alejarse de Tenjin, Bar Leichardt es uno de los mejores bares especializados en whisky de Japón; el dueño y experto en bebidas espirituosas Yu Sumiyoshi, que habla inglés, ha reunido una vasta colección de whiskies japoneses.

Yatai por la noche en Fukuoka. ©pang_oasis/Shutterstock

Yatai por la noche en Fukuoka. ©pang_oasis/Shutterstock

 

Cuarto día: Visitar un santuario sintoísta, empaparse de la clásica cultura cafetera y atreverse con una ruta de bares

Quisiera proponer un último día movidito con la esperanza de que no resulte estresante. Se va en tren de la estación de Nishitetsu Tenjin a la de Dazaifu (2,80 € por trayecto) para visitar el colosal Dazaifu Tenman-gū, uno de los santuarios sintoístas más importantes de Japón desde el punto de vista histórico (el nombre de la era japonesa actual, Reiwa, proviene de un antiguo poema escrito en Dazaifu). La calle que conduce de la estación al santuario está a rebosar de tiendas que venden recuerdos y dulces y de cafeterías, incluido uno de los Starbucks más atractivos que se verá jamás. Tras picar algo y hacer unas compras, se entra en el cercano Museo Nacional de Kyūshū, que alberga una colección permanente de reliquias históricas y sensacionales ejemplos del arte tradicional nipón.

Llega el momento de descubrir las clásicas cafeterías llamadas kissaten. Se suele asociar Japón con el té verde (y con razón), pero en el premuroso afán de modernización de la era Meiji (1868-1912), la cultura del café se popularizó en locales de estilo europeo. Las kissaten surgieron a principios del s. XX como alternativa tranquila a las cafeterías más animadas y pronto se convirtieron en lugares de encuentro entre los intelectuales. Actualmente estos establecimientos tradicionales son ideales para disfrutar de una buena taza de café en un ambiente relajado. La más antigua de Kyūshū está en Fukuoka (Cafe Brasileiro, desde 1934), pero en Dazaifu hay que ir a Rankan Kissaten (miércoles cerrado); apartada de las calles más concurridas, esta kissaten de época sirve una amplia selección de cafés y opciones para almorzar como sándwiches de huevo.

Se regresa en tren a Fukuoka, se baja en la estación de Yakuin justo a tiempo para la happy hour. Al sur de la estación se halla Todoroki Saketen Yakuin Stand, perfecto ejemplo de kaku-uchi; se trata de un standing bar en el interior de una licorería, pero de nivel elevado; mientras que muchos kaku-uchi recurren a cajas de cerveza con bandejas de madera encima como mesas improvisadas, Todoroki ha diseñado un bar muy bonito con una bodega protegida por una estructura de vidrio. También destaca la carta de comida, que abarca desde embutidos hasta karasumi (huevas de múgil saladas y secadas), productos muy superiores al calamar seco y al queso ahumado preenvasados típicamente disponibles en los kaku-uchi. A pocas manzanas de allí, Beersonic (16.00-20.00 martes-viernes, 13.00-17.00 sábado-domingo) sirve cerveza artesanal.

Se avanza en dirección noroeste hacia Kego en busca del legendario kaku-uchi Koba Saketen. Si se topa primero con la licorería, hay que rodear el edificio hasta la parte trasera y llamar a la puerta que tiene un sacacorchos gigante como picaporte. Dentro aguardan sake, shōchū, vino y otras bebidas de primera calidad a buen precio, así como refrigerios y simpáticos clientes asiduos.

Al otro lado de la calle está Torikawa Suikyou. Aunque aceptan reservas en el piso de arriba, suele haber cola para comer en la planta baja porque uno puede sentarse a la barra y observar a los chefs mientras asan yakitori (brochetas de pollo) al estilo de Fukuoka. La especialidad de la casa es la piel de pollo a la parrilla, enrollada con tanta firmeza alrededor del espetón que adquiere la textura de una albóndiga. Cuando hay mucha gente, cada cliente puede pedir como máximo entre ocho y diez brochetas, límite fácil de alcanzar. Si apetece comida occidental, se puede ir a The Basket, que ofrece hamburguesas suculentas y cerveza artesanal. Si se siente curiosidad por el vino japonés (elaborado a menudo con variedades de uva autóctonas o híbridos adaptados al clima de Japón), la propietaria de Yukusu escancia caldos de origen exclusivamente nacional además de cocinar.

Tras semejante ruta de bares, toca sentarse y relajarse tomando una copa. Bar Ugle ejemplifica lo mejor del interiorismo japonés moderno, minimalista a la par que lujoso. Si se prefiere algo más ecléctico, Bar Note está en manos de un afable hombre japonés mayor que reproduce vinilos en aparatos arcaicos. También se puede ir al speakeasy Bar&White Space One, emplazado en la parte trasera de una galería de arte vacía.

Sin duda el viajero ya se ha enamorado de mi ciudad favorita.

 

El autor

Stephen Lyman

La primera vez que fui a Fukuoka desde Nueva York pensé: “Quiero mudarme aquí para comer y beber en todos estos sitios”. Una década después no solo vivo en la ciudad, sino que tengo la ocasión de compartir mis rincones favoritos. Como autor del libro The Complete Guide to Japanese Drinks (Guía completa de bebidas japonesas), nominado al premio James Beard, conozco los mejores locales que sirven comida y bebida (en Japón, ambas son inseparables).

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