Razones por las que hay que viajar a Ecuador
A la sombra de destinos tan poderosos como Perú o Colombia, la humilde Ecuador tiene todos los ingredientes para convertirse en el lugar perfecto para un gran viaje. Tiene selva (amazónica), cumbres impresionantes (los Andes), pueblos quechuas, pintorescos centros coloniales como Quito y Cuenca, un paisaje asombrosamente variado e incluso unas islas, las Galápagos, que parecen fuera del tiempo... Y todo ello en un territorio relativamente pequeño para las dimensiones americanas.
Un paseo colonial por el centro histórico de Quito
Iglesias, monasterios, campanarios y mucha gente, el centro de histórico de Quito es una joya colonial en la que no faltan mansiones históricas y museos, restaurantes y calles tan animadas como la de la Ronda.
Observar iguanas en las Galápagos
Tal vez sea el mejor lugar del mundo para contemplar esta especie prehistórica. Aquí no se asustan de los humanos, ni les importan mucho las cámaras. Las iguanas marinas gris oscuro o negras se amontonan unas sobre otras para tomar el sol, mientras que las imponentes iguanas terrestres amarillas se alimentan mordisqueando cactus.
De los incas al senderismo en Vilcabamba
El aire de Vilcabamba es tal vez demasiado frío, pero con un toque único de incienso que confiere a estas serranías ubicadas en el sur del territorio una cualidad mística. Las condiciones para el senderismo son magníficas, cerca hay un parque nacional para montar en bicicleta y a caballo, y los resorts con spa satisfacen todas las necesidades, caprichos y deseos del viajero. ¿Se puede pedir algo más?
Descubrir el Parque Nacional Yasuní
Esta enorme extensión de selva tropical protegida alberga una biodiversidad casi sin igual en el planeta. Las excursiones en canoa por los arroyos invadidos de vegetación y las caminatas por la jungla con guías experimentados descubren toda suerte de flores, plantas y criaturas desconocida. Varias poblaciones indígenas siguen resistiéndose al contacto con el exterior. Esta maravilla de la naturaleza continúa, por ahora, intacta.
Conocer la bohemia Cuenca
Desde el siglo XVI, Cuenca ha ido creando un encantador centro colonial, con calles adoquinadas, fachadas polícromas y una bien conservada catedral. El ambiente es sosegado y el espíritu de la ciudad es bohemio y amable. Si a eso se le añade una animada vida nocturna, muchos museos y galerías de arte, y algunos de los mejores restaurantes del país, el resultado es un destino a tener en cuenta.
Disfrutar de las aguas termales de Papallacta
Estos baños públicos a las afueras del pueblo andino de Papallacta ofrecen uno de los mayores placeres naturales de Ecuador: moverse entre baños de aguas termales rodeados de montañas, nadar en la fantástica poza, lanzarse a la piscina fría y regresar después a los baños termales.
Observar ballenas en la isla de la Plata
Contemplar la emersión de una ballena jorobada es una experiencia difícil de igualar. Todos los años, de junio a septiembre, casi un millar de estas criaturas majestuosas migran a las aguas costeras de Ecuador. Desde Puerto López se organizan excursiones en barco para avistar también delfines, orcas, ballenas piloto y picudas.
Descubrir el Parque Nacional Podocarpus
Junto a la frontera peruana se halla una de las reservas menos visitadas de la serranía meridional. Con altitudes de 900-3600 m, Podocarpus alberga una impresionante variedad de flora y fauna; se calcula que hay aquí unas 3000 especies de plantas (muchas endémicas), y a los amantes de las aves les aguardan nada menos que 600 especies. Es uno de los lugares más singulares de Ecuador.
‘Surf’ en Montañita
Una rompiente de playa todo el año y una acogedora comunidad de surfistas experimentados y viajeros afables con rastas convierten este pueblo costero en una parada ideal para quienes deseen cabalgar algunas olas. Y al norte de aquí, en Olón, hay olas más pequeñas.
Conocer tribus indígenas
Una fascinante e inolvidable lección de humildad: así se describe la visita a una aldea indígena del Oriente. Los huaoranis son una tribu amazónica que vive entre los ríos Napo y Curaray. Su número no pasa de 4000 individuos y siguen siendo uno de los grupos indígenas más aislados de Ecuador; con fama de guerreros, no distinguen entre el mundo físico y el espiritual, y conocen íntimamente la selva. Allí los visitantes descubren sus costumbres, aprenden las técnicas indígenas para cazar con trampas y cocinar, ven cómo se hace la chicha (bebida de maíz fermentado), asisten a danzas y cantos autóctonos, y quizá sean testigos de un ritual chamanístico de limpieza del alma.