Subirse a un descapotable, ponerse las gafas de sol y apretar el acelerador sin otra expectativa más que el puro disfrute del camino es el sueño de muchos amantes de la conducción. La State Route 1, también llamada Pacific Coast Highway, es uno de las rutas favoritas de moteros y conductores, no sólo porque es una de las carreteras costeras más bellas de Estados Unidos, sino también por el glamour presente en la mayor parte de su recorrido. Con una extensión de más de 1.000 kilómetros, el tramo más atractivo es el que une las dos ciudades de San Francisco y Los Ángeles.
Los primeros 110 kilómetros tras dejar atrás el Golden Gate ya prometen. Por la ventanilla van asomando el municipio costero de Half Moon Bay, el pueblo de Pescadero, donde se localiza uno de los restaurantes más populares de la costa californiana, el Duarte's Tavern; las dunas del cabo Año Nuevo, con sus colonias de elefantes marinos, y la ciudad de Santa Cruz. Conocida por su aire excéntrico, sus políticas de izquierdas y su paseo marítimo, aquí se encuentran la montaña rusa Giant Dipper, una reliquia de madera de la década de los 20, y el tiovivo Looff, del año 1911, ambos declarados Monumento Histórico Nacional.
Pero a pesar de los encantos que se descubren de camino a Santa Cruz, el plato fuerte de la ruta comienza realmente en la localidad costera de Monterey, en cuyas aguas se pueden ver ballenas azules y jorobadas. A partir de aquí se suceden los 150 kilómetros del llamado Big Sur, el tramo más famoso del todo el recorrido. El paisaje delimitado por las Montañas Santa Lucía y la escarpada costa del Pacífico alberga tal belleza que escritores como John Steinbeck, Jack Kerouac y Henry Miller encontraron en ella inspiración o refugio donde esconderse del ajetreo urbano y social de su vida cotidiana. Otros, como Orson Wells y Rita Hayworth, se enamoraron tanto del lugar que decidieron comprar una cabaña. A la cinematográfica pareja no les dio tiempo a disfrutar de ella porque su tormentosa relación acabó pronto, pero su historia aún se escucha en el Nepenthe, el bistrot que hoy ocupa aquella cabaña.
El viaducto Bixby, con sus 80 metros de alto y sus 200 metros de largo, la bellísima playa de Pfeiffer, famosa por sus puestas de sol; la colonia de 8.000 elefantes marinos de Piedras Blancas, las casas como de cuento de Carmel-by-the-sea o el castillo del magnate de la prensa William Randolph Hearst, una curiosa y ecléctica edificación situada en lo alto de una colina, son algunos de los enclaves más fotografiados y sobresalientes del llamado Big Sur.
En el tramo que conduce a Los Ángeles los viñedos vuelven a asomar, sobre todo al llegar a la zona de Santa Bárbara, donde se puede abandonar temporalmente la State Route 1 para conocer sus bodegas o seguir en dirección a la bella ciudad para hacer parada y probar en el restaurante Súper-Rica (622, North Milpas Street) los que dicen son los mejores tacos del país. A partir de las Montañas de Santa Mónica se nota ya la cercanía de Los Ángeles, sobre todo en la famosa Malibú, con sus espectaculares playas y sus mansiones de revista. Santa Mónica y Venice ponen fin a este tramo, tras el cual lo mejor es meterse de lleno en el asfalto para finalizar esta particular road-movie al más puro estilo hollywoodiense: entrando en Los Ángeles.
Texto: Nuria Cortés Fotos: Visit California