La imagen etérea de la Basílica del Pilar, con todas sus cúpulas, reflejada en el río Ebro es un potente símbolo de Zaragoza, una de las capitales regionales más subestimadas de España. La ciudad alberga más ejemplos de arquitectura refinada, incluido un castillo cuyo interior recuerda a una ‘mini’ Alhambra y algunos restos romanos subterráneos expuestos con un estilo muy creativo; pero el atractivo de Zaragoza va mucho más allá de sus monumentos. La quinta ciudad más grande de España (y hogar de más de la mitad de los 1,3 millones de habitantes que tiene Aragón) cuenta con uno de los mejores panoramas de bares y tapas del país (no hay que perderse recorrer el barrio El Tubo) y está muy bien surtida de un arte que definió una época: el del gran pintor local Francisco de Goya, un genio nacido en 1746 a un corto trayecto en caballo desde la ciudad. El centro histórico (entre el Río Ebro, la calle del Coso y la avenida César Augusto) es muy agradable porque está prácticamente libre de tráfico e incluye la inmensa Plaza del Pilar, de 400 m de largo, junto a la famosa basílica.