Verdísimos y a menudo envueltos en niebla, los sinuosos cerros, bellos barrancos, bosques húmedos y montes nevados que componen el Pirineo navarro son como un gran patio de recreo para los entusiastas de las actividades al aire libre y los peregrinos del Camino de Santiago.
A pesar de ser auténticamente vascos en cuanto a historia, cultura y actitud, los pequeños pueblos y ciudades que se encaraman por estas laderas tienen algo diferente. Quizá sea por su proximidad a Francia, pero en general se ven más formales que los pueblos del llano; algo que se suma al encanto de explorar las que sin duda son algunas de las montañas más deliciosas y menos explotadas de Europa occidental.
