Andorra: el refugio fresco de los Pirineos

Texto por
Jordi Monner, autor de Lonely Planet
E-bike por Andorra con Naturland.
©DavidVilanova

Ahora que el cambio climático ya no es una conjetura, sino una triste realidad, al llegar los meses de estío, empezamos a recordar los calores sofocantes del verano pasado y se nos despierta una adormecida ansia para escapar a parajes donde la palabra “tórrido” no tenga ningún significado. Rápidamente, nos plantamos ante un mapamundi –si es en relieve, mejor– y buscamos lugares a cierta altitud donde la brisa y el agradable fresquito de la noche estén garantizados.

Y como para las vacaciones lo queremos todo, también aspiramos a que este destino veraniego no solo goce de temperaturas seductoras, sino que, además, ofrezca contacto con la naturaleza, buena gastronomía, actividades para disfrutar en familia, todo tipo de comodidades, vistas inolvidables, ofertas culturales, diversión garantizada y relax… ¡incluso los más intrépidos anhelan emociones fuertes!

Con todos estos criterios en mente, no hay que ser muy astuto para saber que este destino tiene un nombre: Andorra.

Paisajes de un verde brillante

Recorrer el puente tibetano de Canillo y disfrutar de las vistas. ©andorraworld

Recorrer el puente tibetano de Canillo y disfrutar de las vistas. ©andorraworld

Independiente desde la Edad Media, este pequeño estado enclavado en el corazón de los Pirineos es de sobras conocido por los esquiadores gracias a sus pistas kilométricas, pero cuando la nieve se ha fundido, sus laderas mutan el blanco por un verde brillante y se convierten en un paraíso celestial para los amantes de los espacios naturales. Y las zonas urbanas, disuelto el frío que obligaba a desechar los paseos callejeros frente a vistosos escaparates, ven como sus ejes comerciales se llenan de vida, de gente dispuesta a descubrir las mejores boutiques y empaparse de una oferta cultural y museística que no para de renovarse.

La lista de experiencias para vivir en Andorra en verano es extensa, casi interminable, pero para que el visitante no se pierda ante tal abrumador elenco de posibilidades, en este artículo proponemos algunas de las actividades más imprescindibles.

Una excursión matutina

Ni qué decir tiene que el mejor despertar es en una espaciosa habitación de uno de los muchos hoteles o alojamientos rurales contemplando el paisaje por la ventana, presagio de lo que depara la jornada.

Empezar el día con una ruta familiar. ©andorraworld

Empezar el día con una ruta familiar. ©andorraworld

Y nada mejor que una corta caminata por un sendero de montaña para descubrir la belleza paisajística de un país caracterizado por profundos valles, caudalosos riachuelos y espesos bosques.

Quien viaje con niños puede atreverse a buscar 'tamarros' –pequeños y traviesos seres mitológicos que protegen los bosques andorranos– en un paseo entre los bosques; hay uno en cada parroquia (Dino en Ordino; Massa en La Massana; Nilo en Canillo; Enko en Encamp; Andy en Andorra la Vella; Caldes en Escaldes-Engordany, y Lau en Sant Julià de Lòria). 

A su vez, quienes pasen sus vacaciones con hijos pequeños tienen también a su disposición cuatro “senderos mágicos”, perfectamente señalizados, pensados para que los niños hagan sus pinitos en eso del senderismo y le cojan el gusto al contacto con la naturaleza.

Asimismo, los amantes del pedaleo pueden recorrer muchos otros senderos montados en una bici de montaña, alquilada en una de las numerosas agencias del principado.

También se puede averiguar cómo es un verdadero pueblo montañés visitando Ordino, para muchos la villa más bonita de Andorra, con un casco antiguo lleno de encanto gracias a su iglesia medieval, sus callejuelas flanqueadas por viejas casonas de piedra y sus rincones escondidos sobrados de belleza.

Comer en una borda

Comer en una borda con vistas espectaculares. ©andorraworld

Comer en una borda con vistas espectaculares. ©andorraworld

¿Qué mejor sitio para deleitarse con la gastronomía de montaña que una borda? En su día toda Andorra estaba salpicada de estas construcciones de piedra que protegían el ganado y almacenaban los aperos, el heno y el grano, y que hoy, perfectamente restauradas, se han convertido en restaurantes donde degustar la mejor cocina local. Bien alimentados, tal vez apetezca una siesta al aire libre tumbados en un verde prado arrullados por el canto de los pájaros

Ir de compras en Andorra la Vella

Para los más urbanitas, es indiscutible visitar Andorra la Vella para, tarjeta de crédito en mano, pasear e ir de compras en The Shopping Mile, importante eje comercial, peatonal en su mayor parte, repleto de perfumerías, boutiques, tiendas de moda y locales de electrónica, donde esperan las mejores marcas comerciales y las últimas tendencias en moda e innovación.

Relax total en un balneario

Relax con amigos en un piscina de Caldea.

Relajarse con amigos en un piscina de Caldea. ©andorraworld

Ya sea que se haya ido de compras o de excursión por la montaña, hay que reponer energías en Caldea, el spa termal más grande del sur de Europa, donde se puede disfrutar de sus baños indorromanos, su laguna termal panorámica al aire libre, su baño irlandés o su hammam. ¡Es la mejor forma de terminar el día!

Aunque quien tenga ganas de más puede conocer la vida nocturna en UNNIC, un centro de ocio de seis plantas que cuenta con su propio casino.

Otras experiencias al aire libre

Perderse por la Vall del Madriu-Perafita-Claror. ©andorraworld

Perderse por la Vall del Madriu-Perafita-Claror. ©andorraworld

En el tintero quedan mil y una experiencias para el resto de las vacaciones, como cruzar el puente tibetano de Canillo, de 600 m de largo y una altura de 158 m, no apto para quien sufra de vértigo; descubrir los prístinos lagos y cascadas del Parc Natural del Comapedrosa; perderse por la Vall del Madriu-Perafita-Claror, valle que es Patrimonio Mundial, vedado a los vehículos motorizados por lo que es perfecto para caminar rodeado de naturaleza en estado puro; visitar el pueblo medieval de Auvinyà; pasar una mañana con los niños en Naturland, parque de aventuras con el tobogán más largo del mundo; recorrer una ruta a caballo por la montaña; hacer la parada de rigor en la basílica santuario de Meritxell, con un templo románico modificado en época barroca y un santuario de 1976, obra del arquitecto Ricardo Bofill, donde se venera la imagen de la patrona del país; o pasar una noche en uno de los cuatro refugios de montaña abiertos en verano, que permiten acostarse contemplando las estrellas en los cielos sin contaminación lumínica de Andorra Comapedrosa, un apreciado destino turístico y reserva Starlight.

Cultura a tutiplén

Y quien quiera descubrir todo el acervo cultural no dará abasto con los museos –19 en total– que le ofrece el principado, desde el Museu Carmen Thyssen Andorra, con pinturas de los ss. XIX y XX, en especial obras de grandes autores impresionistas, posimpresionistas y expresionistas, hasta el Museu Nacional de l’Automòbil, de visita obligada para los amantes de los vehículos antiguos, pasando por el Museu Casa d’Areny Plandolit, antigua casa señorial donde puede vivirse una experiencia multisensorial junto al fantasma de “Don Guillem”, por poner solo unos ejemplos.

Visitar el Museu Carmen Thyssen Andorra. @ andorraworld

Visitar el Museu Carmen Thyssen Andorra. @ andorraworld

En definitiva, en verano Andorra ofrece tal cantidad de paisajes, propuestas culturales, gastronomía, historia y arquitectura que el viajero quedará pasmado ante tantas experiencias a vivir. Sin embargo, es importante recordar que hay que preservar esa riqueza natural que tanto fascina a propios y extraños, por lo que se debe ser respetuoso con el ecosistema y el medio ambiente, eso sí, disfrutando al máximo la experiencia vivida. Si uno cumple ambos requisitos, sin duda se querrá volver a pasar otro agradable y fresco verano en el país de los Pirineos.

 

Lonely Planet ha escrito este artículo con el apoyo de Turismo de Andorra. Todas las opiniones expresadas son propiedad estrictamente de Lonely Planet y reflejan su política de imparcialidad e independencia editorial.

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