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Viajar río abajo por el Manambolo supone desconectar por completo: durante tres días no hay coches ni carreteras y muy poca cobertura de móvil; solo el viajero, el guía y la piragua. Es una experiencia sumamente relajante, con poco más que hacer que admirar el paisaje, mirar con arrobamiento las espectaculares gargantas, observar la vida local, cantar frente a la hoguera y maravillarse de los cielos nocturnos. Se recomienda contratar con un operador fiable.