Cuando la sequía del 2001 provocó una hambruna y terribles inundaciones diezmaron las cosechas de sus padres, William Kamkwamba, de 14 años, tuvo que abandonar la escuela. En sus años de educación primaria, le había llamado la atención un libro que trataba sobre la generación de electricidad con molinos de viento.
¡Se le encendió la bombilla! Agotado por su trabajo diario en el campo, William recogió chatarra y comenzó su meticulosa creación: un molino de viento de cuatro aspas. Pronto los vecinos fueron a verlo para cargar sus móviles con él.
Cuando se extendió la noticia del invento de William, gente de todo el mundo le ofreció ayuda. Pronto regresó al colegio y viajó a EE UU para visitar centrales eólicas desde entonces enseña a otros niños a crear sus propias fuentes de energía independientes. William Kamkwamba y Bryan Mealer cuentan su increíble historia en El chico que puso hélices al viento, traducido al español.
La dieta básica para muchos nativos es la nshima, una papilla de maíz espesa y esponjosa, insulsa pero nutritiva. Se come con las manos y se acompaña siempre de judías y verduras picantes, y a veces de carne o pescado.
El pescado es especialmente bueno en Malaui, y el chambo, parecido al besugo, y el kampango, pescado de lago parecido al bagre, son muy populares.
La cerveza tradicional de la región se elabora a partir del maíz. La lager de Malaui se llama Kuche Kuche, pero la mayoría de los viajeros (y muchos nativos) prefieren la cerveza fabricada por Carlsberg en la planta de Blantyre. La más habitual es la Carlsberg verde (lager).