Hay que ponerse el abrigo y un poco de brillantina para entrar en el territorio de la niebla y la fábula. ¡Adiós complejos; hola, San Francisco! Entre tranvías anticuados y espesa niebla nocturna, los diversos barrios del valle y las colinas invitan a dar largos paseos entre colorida arquitectura victoriana, comercios alternativos y restaurantes de primera. Al doblar una esquina se ve el mar y el flechazo está asegurado. Si se reúnen fuerzas para abandonar la ciudad, los viñedos exuberantes de Napa, Sonoma y el valle del Río Ruso están al norte.
San Francisco
Michael De Battista_500px