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La capital kirguís es la antesala perfecta a este montañoso país, con un centro urbano que bien podría ser un gran parque cuajado de árboles que brotan de cualquier rincón. Los montes Ala-Too son un espléndido telón de fondo, cuya agua de deshielo fluye por la ciudad formando sonoros arroyos. Los bloques de la época soviética, más alguna estatua de Lenin, la dotan de un singular ambiente histórico ajeno al tiempo.