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Una entrada a ninguna parte en el medio de la ciudad es todo lo que queda de la iglesia de San Pablo, considerada el monumento cristiano más grandioso de Asia. La iglesia fue proyectada por un jesuita italiano y construida en 1602 por exiliados japoneses cristianos y artesanos chinos. En 1835, un incendio dejó en pie solo la fachada. Como en casi toda la arquitectura colonial de Macao, su apariencia europea oculta una fascinante mezcla de influencias (chinas, japonesas e indonesias) que definen su estética.