Best in Travel 2015
Europa cuenta con numerosas playas de postal, pero lo mejor es la enorme variedad que ofrece: desde grandes extensiones de arena junto a cristalinas aguas, como en el Caribe, a paisajes tormentosos donde la tierra choca contra el mar. Pocos lugares del mundo ofrecen tantas posibilidades de elección a los amantes de la costa.
Tanto si se quiere practicar surf (o aprender a surfear) como si se prefiere un lugar para disfrutar en familia, un rincón apartado donde dar paseos en solitario o simplemente se busca un lugar de ensueño para extender la toalla, nuestra selección de las mejores playas de Europa para el 2015 incluye la mejor oferta.
1. Playa de Jaz, Montenegro
Si se desea apartarse de todo, la amplia franja de arena de la playa de Jaz, en la espléndida costa adriática de Montenegro, no es precisamente el destino ideal, pero si se busca algo de aventura, oferta cultural y mucha fiesta, este es el lugar indicado. Este verano Jaz acogerá el segundo Sea Dance Festival (15-18 de julio), cuya edición inaugural fue votada como el mejor festival de música europeo de tamaño medio en los European Festival Awards del 2014.
Jaz goza, además, de una situación privilegiada: se halla a las afueras de Budva, una suerte de pequeña Dubrovnik con un encantador casco antiguo y una ciudadela que acoge representaciones de teatro al aire libre durante todo el mes de julio (gradteatar.com). Los adictos a la adrenalina podrán saciar sus ansias de aventura con una gran oferta de actividades: desde rafting en el cañón del Tara, a parapente sobre el monte Lovćen.
2. Peniche, Portugal
El puerto y la playa de Peniche tienen fama entre los surfistas, y este año acoge una de las dos únicas etapas europeas de la Liga Mundial de Surf (20-31 de octubre; worldsurfleague.com). Pero este cabo rocoso que se adentra en el Atlántico unos 100 km al noroeste de Lisboa merece una visita aunque no se sea aficionado a la tabla.
Los amantes del surf y el bodyboard más experimentados se dirigen a la costa oeste, en particular a los ‘supertubos’ que se forman frente a la playa de Medão Grande, las bahías de la vecina Baleal, más resguardadas, son ideales para principiantes y familias, y en general, para descansar.
A los apasionados de la historia les encantará el casco antiguo de Peniche, con sus iglesias y el fuerte de Peniche, construido entre los ss. xvi-xvii, usado en el s. xx para confinar a presos políticos y ahora reconvertido en museo. Para practicar submarinismo se puede tomar un barco hasta las claras aguas de la Reserva Natural de las Ilhas Berlengas, justo frente a la costa.
3. Playa de Rondinara, Córcega, Francia
Desde luego Rondinara no es una joya por descubrir. En temporada alta (julio y agosto), una flotilla de lujosos yates echa el ancla en sus aledaños y la fina arena desaparece bajo un manto de bronceados cuerpos. Eso sí, Córcega cuida celosamente de sus espléndidas playas, y hace bien.
Rondinara, situada al final de una carretera que sale de la N198, a medio camino entre el glamuroso Porto Vecchio y la histórica Bonifacio, no es una excepción: su cuidada gestión asegura su suntuoso aspecto a pesar del trajín, una herradura perfecta de arena que rodea una bahía de un azul cristalino y aguas someras, una joya entre rocas rojizas y polvoriento maqui mediterráneo.
Al abrigo del viento, sus olas son suaves, una gran ventaja para las familias con niños que se alojan en el cercano camping (camping-rondinara.com), bien gestionado. Hay plazas de aparcamiento suficientes para los que acuden a pasar el día y un restaurante abierto entre mayo y septiembre.
4. Cala Goloritzé, Cerdeña, Italia
En Cerdeña hay playas de todo tipo, pero en cuanto a belleza pocas pueden competir con la cala Goloritzé, una pequeña ensenada de blancos guijarros rodeada por altas rocas cubiertas de matorrales en la costa del golfo de Orosei, donde se suceden las playas espectaculares.
No es la clásica playa de póster, con arena fina como la seda y palmeras de fondo; su atractivo más bien radica en lo impresionante de su ubicación y en sus aguas color turquesa. Solo es accesible en barco o a pie. La mayoría de los visitantes llega en barco desde la cala Gonone, pero también se puede llegar caminando por un viejo camino de mulas desde la meseta de Golgo, unos 400 m por encima. Es una experiencia memorable. Y si eso no basta, una vez abajo se puede imitar a los escaladores locales y enfrentarse a la Aguglia, una aguja de roca de 148 m de altura.
5. Playa de Vik, Islandia
Con su arena negra, su niebla y sus historias de trols y monstruos marinos, la playa de Vik (Reynisfjara en islandés) es la antítesis de una playa caribeña. Esta playa volcánica, azotada por el viento, se encuentra en el extremo sur de Islandia, el punto más húmedo del país, y tiene un aspecto gótico, como de otro mundo, una imagen que respalda el folclore local.
Hacia el oeste se podrán ver los Trols de Vik (Reynisdrangur), tres grandes escollos basálticos que surgen del océano, a poca distancia de la costa, y que, según dice, son en realidad los restos petrificados de tres trols que fueron sorprendidos por los primeros rayos del sol. Con la marea baja se pueden explorar las cuevas de lava; cuenta la leyenda que entre sus columnas geométricas vivían antaño criaturas míticas. Y, para completar la experiencia, se pueden avistar los frailecillos que anidan en los acantilados cercanos, pues esta zona es un paraíso para las aves marinas.
El pueblo de Vik y Reynisfjara son de fácil acceso desde la carretera que circunvala el país y una estupenda excursión desde Reikiavik. El Icelandair Hotel Vík es una buena opción para alojarse si se quiere pasar otro día de excursión por el cercano glaciar Mýrdalsjökull.
6. Bantham Beach, Inglaterra, Reino Unido
En el suroeste de Inglaterra abundan las playas rocosas, entre ellas, algunas de las mejores del país: Woolacombe, Croyde Bay y Saunton Sands, por ejemplo, se encuentran al norte de Devon. Pero al sur tienen una dura competencia: Bantham Beach, en los South Hams, lo tiene todo: olas para el surf, arena, dunas, estanques entre rocas para solaz de niños y familias, y un panorama espectacular para los caminantes que siguen el South West Coast Path (southwestcoastpath.com).
Además, se puede dar un salto a la vecina Bigbury Bay y visitar el elegante Burgh Island Hotel, glamuroso edificio art déco donde se han alojado personalidades como Agatha Christie, Noel Coward o el príncipe Eduardo y Wallis Simpson.
Bantham forma parte de una finca que ha sido propiedad de la misma familia hasta el año pasado, cuando se vendió por 11 millones de libras. El nuevo propietario, que tuvo que competir con National Trust para comprarla, ha prometido custodiar el legado con el mismo celo con el que ha sido mantenido hasta ahora. Esperemos que así sea.
7. Sandwood Bay, Escocia, Reino Unido
Primero, las malas noticias: pese a la influencia de la corriente del Golfo, las aguas del norte de Escocia son muy frías. Para nadar aquí hay que ser un tipo duro o enfundarse un traje de neopreno. Pero las playas no son solo para darse un chapuzón. También pueden ser un espectacular punto de encuentro entre la tierra y el mar, y Sandwood Bay, en el extremo norte de Escocia, es un ejemplo magnífico de ello.
Llegar hasta ella ya es una aventura: la playa se encuentra a 6 km a pie de la carretera más cercana, por un sendero que serpentea entre páramos y dunas. Pero cuando por fin aparece la playa, de casi 2 km de ancho y con la roca caliza del Am Buachaille justo enfrente, uno se siente ampliamente recompensado. Este tramo de arena está rodeado de acantilados, tiene un lago de agua dulce detrás y enfrente, el mar se extiende hacia el Ártico. Las leyendas de fantasmas, naufragios y sirenas le dan aún más color, pero para la mayoría un paseo por este bello lugar ya será suficiente atractivo.
8. Cala Macarella, Menorca, España
Las Baleares a menudo reciben malas críticas, desdeñadas por los viajeros independientes como típico destino de vacaciones organizadas. Pero Menorca, la tímida hermana menor de Mallorca, no solo es una gran opción para familias, con sus playas de suave pendiente, sus tranquilos resorts y sus aguas ideales para el buceo, sino que además alberga algunas de las mejores playas de Europa.
Uno de sus secretos es la cala Macarella, en forma de herradura y sita en la esquina suroeste de la isla, donde los acantilados poblados de pinos y encinas rodean una arena blanca como la harina. Se puede llegar con la primera luz del sol o quedarse a ver el ocaso, que adquiere irisados tonos rosas, y disfrutar de su silencio. Tras un fotogénico paseo por lo alto del acantilado se alcanza la cala Macarelleta, aún más pequeña y tranquila e igual de encantadora, donde los nudistas buscan el bronceado integral.
9. Voutoumi, Antipaxi, Grecia
¿Vista una isla griega, vistas todas? Pues Antipaxi, la más pequeña de las islas Jónicas, puede ser una gran sorpresa, con algunas de las playas más espléndidas que se puedan imaginar.
Es una isla diminuta al sur de Corfú, desde donde es fácil tomar un hidrodeslizador a Paxi y luego, un taxi acuático. Tiene tan solo 4 x 3 km de extensión y una población estable de 20 personas. Pero es de una gran belleza, cubierta de viñas, olivos, árboles frutales y flores silvestres, con playas de brillante arena y un mar que vira del turquesa al añil. Ninguna de ellas resulta tan tentadora como Voutoumi, un arco de guijarros y arena color marfil donde se puede disfrutar de la soledad para luego subir 200 escalones hasta una taverna y disfrutar de unos calamares y una Mythos helada con vistas a la playa.
10. Istmo de Curlandia, Lituania
Este hilo de terreno que separa el mar Báltico de la laguna de Curlandia se extiende de Lituania a Rusia y es una playa interminable. Quien busque huir de todo encontrará kilómetros y kilómetros de fina arena blanca. No obstante, no es un paisaje tan tranquilo. Los frondosos bosques y las praderas circundantes atraen a una gran variedad de aves, lo que ha dado fama al istmo de Curlandia como paraíso de ornitólogos. También alberga las mayores dunas móviles de Europa. Para disfrutar de unas espléndidas vistas de este lugar, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, se puede subir a la cima de la duna Parnidis, y admirar los últimos rayos de sol antes de que el astro desaparezca suavemente tras el horizonte.
Con la inclusión de Lituania en la eurozona a principios de año, viajar por la región es más fácil que nunca. No obstante, hay que ver dónde se pone el pie, metafórica y literalmente: la subsistencia de este frágil ecosistema depende del turismo responsable; de otro modo, solo acelerará su destrucción.