Las experiencias más iluminadoras

Escrito por
Sarah Baxter, autora de Lonely Planet

2 Junio 2017
5 min de lectura
© Lola Akinmade Åkerström/imagebank.sweden.se
Abisko, Suecia

La ONU ha nombrado el 2015 Año de la Luz. ¿Qué mejor ocasión para visitar estos deslumbrantes lugares?

1. Aurora boreal (Abisko, Suecia)

La luz del norte brilla sobre las regiones polares –cuando la actividad solar es especialmente intensa, se pueden ver incluso desde Escocia–. Pero para asegurar al máximo el espectáculo, hay que visitar la Aurora Sky Station de Abisko, casi 200 km al norte del Círculo Polar Ártico y muy lejos del resto del mundo. Las montañas que la rodean hacen que casi nunca haya nubes; la contaminación lumínica es inexistente y los largos inviernos crean un lienzo negro perfecto para este resplandor celestial.

La Aurora Sky Station de Abisko está 100 km al oeste de Kiruna. La mejor época para visitarla es de septiembre a marzo.

2. Luces de Marfa (Texas, EE UU)

Desde luego, esta experiencia no es iluminadora: se pueden ver las luces de Marfa brillando en el desierto de Chihuahua y no tener ni idea de qué son. Estas extrañas esferas rojizas, del tamaño de pelotas de baloncesto, brillan sobre la llanura de Mitchell, 16 km al este de Marfa; los que las han visto dicen que se dividen, se funden entre sí y se transforman de un modo muy particular. De momento no hay una explicación científica; habrá que ir al mirador construido al efecto en la llanura de Mitchell y valorarlo personalmente.

Se puede llegar a Marfa por la autopista 90. El aeropuerto más próximo es el de El Paso, 305 km al oeste.

3. Farolillos (China)

Los chinos celebran el Festival de los Farolillos desde hace más de 1000 años, aunque de muy diferentes formas. Con el paso de los siglos, esta celebración del final del invierno ha incorporado elementos de culto budista, acertijos, danzas populares e incluso de búsqueda de pareja (era la única noche del año en que se permitía salir a las chicas, con la esperanza de encontrar a su media naranja). Hoy en día es, sobre todo, un festival de luz en el que las calles de todo el país se llenan de farolillos de todos tipos y tamaños, desde las tradicionales esferas rojas a espectaculares dragones. La cosa se anima especialmente en Zigong (provincia de Sichuán), donde el festival se celebra desde tiempos de los Tang, y donde la elaboración de farolillos se ha convertido en todo un arte.

El Festival de los Farolillos se celebra el 15º día del primer mes lunar, normalmente en febrero o marzo; en el 2015 será el 5 de marzo.

4. Sol de medianoche (Svalbard, Noruega)

Quien crea que le faltan horas al día solo tiene que ir a Svalbard en verano. Este archipiélago ártico, próximo al Polo Norte, tiene largos inviernos oscuros y lúgubres, pero las cosas cambian con la primavera: en la capital, Longyearbyen, el sol de medianoche dura del 15 de abril al 26 de agosto. Son más de cuatro meses de luz solar implacable, en los que el sol nunca se pone. Para sacarle el máximo partido, cuando se pueda navegar (generalmente a partir de junio), vale la pena hacer un crucero y pasarse las horas observando los glaciares que se rompen, las morsas gruñendo y los osos polares patrullando por el suelo helado. ¡Una noche muy activa!

No hay servicios de ferri entre Svalbard y Noruega, pero sí vuelos a Longyearbyen desde Oslo.

5. Estrellas (Reserva Natural de NamibRand, Namibia)

La inmensa Reserva Natural de NamibRand es un lugar muy, muy oscuro. Por eso es tan buen lugar para ver luces. Este territorio de 202 200 Ha, nombrado Reserva Internacional de Cielos Oscuros de Nivel Oro en el 2012, es un santuario de fauna sin límites, y una pizarra en blanco (mejor dicho, en negro) para ver el universo. Aquí no existe la polución y por tanto no hay nada que limite la majestuosidad del cielo nocturno del hemisferio sur. El Sossusvlei Desert Lodge incluso cuenta con un moderno observatorio que incluye un telescopio Meade LX200R de 12 pulgadas para ver aún más de cerca todas esas luces celestiales.

El Sossusvlei Desert Lodge está a 380 km de Windhoek, 4-5 h por carretera.

6. Calamar luciérnaga (bahía de Toyama, Japón)

Es como si el mar celebrara una gran fiesta. Cada año, de marzo a mayo, las aguas de la bahía de Toyama, en el centro-norte de Honshu, brillan como una bola estroboscópica. Los responsables de este carnaval son los minúsculos Watasenias cintillanso, los calamares luciérnaga; solo miden 7 cm de largo, pero en primavera llegan a millones a desovar. Tienen el cuerpo cubierto de fotóforos, órganos lumínicos que brillan creando formas de un azul brillante. Quizá lo hagan para comunicarse, para confundir a los predadores o para atraer presas, pero lo cierto es que impresionan.

De marzo a mayo se organizan travesías para ver a los calamares, hacia las 3.00; pregúntese en el Museo del Hotaruika (calamar luciérnaga) de Namerikawa.

7. Fluorescencia (Ámsterdam, Países Bajos)

No hace falta darse a los narcóticos en las célebres coffeeshops holandesas para alucinar en Ámsterdam: Electric Ladyland se ocupará de ello. Es el primer (¿y único?) Museo de Arte Fluorescente, en el que los visitantes descienden a una galería iluminada, llena de formas surrealistas y psicodélicas. En otras salas se puede aprender sobre la historia de la fluorescencia y ver grandes colecciones de rocas aparentemente sosas hasta que reaccionan a la luz UV.

El museo está en Tweede Leliedwarsstraat 5.

8. Luces de neón (Las Vegas, EE UU)

Según la NASA, Las Vegas es el lugar más luminoso del planeta. No es de extrañar: en este paraíso del juego hay miles de millones de bombillas y solo en la calle principal (The Strip) se calcula que lucen unos 24 000 km de neón. El resultado es un enorme resplandor en el desierto de Nevada, desde los carteles horteras de las “capillas del amor” al Sky Beam del Luxor Hotel, el rayo de luz más potente del mundo. No obstante, no hay que perderse el “cementerio” donde acaban todas esas luces, el Neon Museum Boneyard.

El Neon Museum (770 Las Vegas Blvd) ofrece visitas guiadas de día y de noche.

9. Larvas luminosas (Waitomo, Nueva Zelanda)

Al bajar a las cuevas Waitomo, en la isla Norte de Nueva Zelanda, se entra en contacto con la Arachnocampa luminosa. Con muchas de ellas. Las larvas de estos insectos no son nada bonitas cuando hay luz, pero a oscuras brillan como un árbol de Navidad. Navegar por las cuevas, en barca o tubo hinchable, es adentrarse en un laberinto de 300 millones de años de antigüedad con el techo cubierto de estrellas. Saber que el brillo se debe a una reacción química diseñada para atraer presas no le quita encanto.

Las cuevas de Waitomo están 200 km (unas 3 h) al sur de Auckland.

10. Festival of Lights (Berlín, Alemania)

Berlín brilla más que nunca durante su festival de las luces. Cada mes de octubre, durante 10 días, los grandes monumentos y vías principales de la ciudad se convierten en lienzos en 3D para una amplia gama de instalaciones luminosas que se proyectan en los edificios desde las 19.00 a medianoche, dando a toda la ciudad un baño de color y creatividad. Se ofrecen circuitos para ver las luces –en autobús, barco, a pie o en segway–, pero el espectáculo en sí mismo es completamente gratis.

El festival se celebra durante 10 días a mediados de octubre.