Shikoku, la cuarta mayor isla de Japón
Esta región permite salir de las principales rutas turísticas y dejar atrás el tatemae, la cara pública de Japón, para descubrir el honne, la parte íntima del país que pocos extranjeros tienen el privilegio de ver.
La peregrinación a los 88 templos sagrados
Durante 1200 años, los henro (peregrinos) han caminado por Shikoku en búsqueda de la iluminación, siguiendo los pasos de Kōbō Daishi, monje de la escuela budista shingon que alcanzó el nirvana aquí. Aunque hoy la mayoría de ellos completan los 1400 km de la ruta en automóvil o autobús, también los hay que emprenden la peregrinación a pie.
Un ejemplo perfecto del sentido comunitario de Shikoku es que, pese a llevar más de mil años atendiendo a henro, aún sigue vigente la costumbre del settai, contribuir para que el peregrino logre la iluminación.
Los habitantes de Shikoku se sienten orgullosos del peregrinaje de su isla, que tiene una larga y bonita historia. Los que afronten el desafío deberían recordar las palabras de Kōbō Daishi: "No basta con seguir los pasos de los hombres de la antigüedad, hay que buscar lo que ellos buscaban".
Localidad 'cero residuos'
El pequeño pueblo de Kamikatsu, en las montañas boscosas del este de Shikoku, también se esfuerza por lograr la iluminación siendo la primera localidad “cero residuos” de Japón. Sus residentes compostan todos sus residuos orgánicos y clasifican su basura en 45 apartados.
En el 2019, el pueblo recicló el 80% de sus residuos; en Japón, la media es del 20%. Existe la creencia de que la sostenibilidad contribuye a conseguir la iluminación y a sentirse feliz con uno mismo, con la comunidad y con el pueblo. De la misma manera que el henro se esfuerza en su peregrinaje, el individuo se esfuerza en su comunidad para el beneficio de todos.
Kamikatsu ha ido un paso más allá, con el programa INOW (“i-no” en el dialecto local), que significa “vámonos a casa”. Este programa permite a los visitantes convertirse en lugareños durante dos semanas. Los participantes contribuyen con el pueblo, viviendo en sus casas, tomando parte en actividades como la clasificación de basura, ayudando con trabajos temporales como la recogida de té y pasando tiempo con los lugareños. Más información en www.inowkamikatsu.com.
El valle de Iya
El valle de Iya fue el último refugio del clan Heike tras ser derrotado a finales del s. XII. Cuenta la leyenda que los guerreros huidos desaparecieron en el valle y construyeron puentes de glicinias (kazura-bashi) para poder cortarlos fácilmente si necesitaban frenar a sus atacantes.
Los dos kazura-bashi del este de Iya son una preciosidad y, además, la estrecha y zigzagueante carretera 439 impide que los autobuses turísticos se acerquen. Para llegar, se necesita vehículo propio, pero esta parte remota del valle recompensa el esfuerzo.