Calcídica

Texto por
Maria Paravantes, autora de Lonely Planet
Playa Robinson en Sitonia.
©Aleksandar Todorovic/Shutterstock

Por qué visitar Calcídica

“No hay ningún sitio como Calcídica”. Eso dicen los lugareños sobre esta región del norte de Grecia que dista 1 h por carretera de Salónica. Esta península con un asombroso paisaje costero (rocas de aspecto lunar, pinedas rozando el mar y playas inmaculadas con una arena suavísima) está formada por tres penínsulas más pequeñas que los griegos llaman “piernas”.

Tanto si al viajero le gusta acampar y explorar como visitar puntos de interés y salir de fiesta, Calcídica no le defraudará. Cada una de sus tres “piernas” tiene una atmósfera propia: Casandra atrae a jóvenes con ganas de divertirse en sus alegres chiringuitos y su interminable litoral salpicado de tumbonas, por no hablar de la música, el mar y el sol; Sitonia, orientada a familias, campistas y aficionados al aire libre, ofrece playas más salvajes, bares informales frente al agua y numerosas actividades; y Monte Athos, alejado de los circuitos habituales, invita a recorrer senderos ancestrales, refrescarse bajo cascadas ocultas y degustar pescado fresco y vino local en islotes diminutos bañados por el mar Egeo con la “montaña sagrada” (Ágion Óros en griego) como espectacular telón de fondo.

Cuándo ir

Temporada media (fin primavera, ppios verano y otoño)

  • Casi todos los establecimientos de Calcídica abren pasado el 1 de mayo y cierran a finales de septiembre.
  • Evitar los meses turísticos de julio y agosto permite beneficiarse de precios más baratos y de un servicio mejor.
  • Quien decida probar suerte en temporada baja (sep-abr) hará bien en asegurarse antes de que los bares, clubes y sitios que le interesan están abiertos.

 

Presupuesto diario

  • Habitación doble en hotel de precio medio: 81,63-153 € y 112,25-204 € en temporada alta
  • Cena en un restaurante local: 35,71-48,98 €
  • Entrada a un museo: 4-18,36 €
  • Alquiler de una sombrilla y dos tumbonas en la playa: desde 5,10 €, temporada media, hasta 20,41 €, temporada alta
  • Copa de vino: 7,14 €
  • Botella de cerveza: 6,63 €

 

Itinerarios perfectos

Itinerarios increíbles por Calcídica

Quisiera proponer una emocionante ruta de cuatro días por mi querida Calcídica. Cada itinerario ocupa una jornada, pero el viajero es libre de combinarlos como desee. Se puede optar por circular (con cuidado) en coche o moto o por tomar los autobuses interurbanos de KTEL que enlazan periódicamente Salónica con las tres subpenínsulas de Calcídica.

 

Primer día: Descubrir las animadas playas de Casandra

Si se conduce de Salónica a Calcídica (1 h), hay que desviarse de la carretera principal para hacer un alto en la cueva Petralona, donde se descubrieron, junto a fósiles de animales prehistóricos, restos de antepasados nuestros que vivieron hace unos 300 000 años. En la actualidad es posible admirar las impresionantes estalactitas y estalagmitas milenarias de la gruta (su reapertura tras la restauración en curso está programada para mayo del 2023, y la del museo, para agosto del mismo año).

Si se viaja en julio, no hay que perderse el festival anual de la sardina que tiene lugar en la bulliciosa localidad pesquera de Nea Moudania, una gran celebración típicamente griega en que los asistentes comen sardinas a la parrilla, beben vino, cantan y bailan.

Puente de Nea Potidea hasta Casandra. © Lefteris Papaulakis/Shutterstock

Puente de Nea Potidea hasta Casandra. © Lefteris Papaulakis/Shutterstock

Al cruzar el bonito puente de Nea Potidea que conecta con Casandra, hay que detenerse a sacar una foto. Como seguramente ya se tendrá hambre, no está de más entrar en Lemonis Bakery y pedir una bougatsa (tarta de crema tradicional) y un café. A continuación, se va a Nea Fokea para visitar la iglesia y la torre de Agios Pavlos, ambas asomadas a la bahía; levantada en el s. XV, la atalaya hizo las veces de cuartel general durante la Guerra de Independencia de Grecia en 1821. Se prosigue hacia Afytos (o Athytos), una aldea encaramada en un acantilado con antiguas casas de piedra y vistas sensacionales; se almuerza en Notos All Day Bar una hamburguesa con patatas fritas seguida de un delicioso helado ekmek de Zoyia’s.

Llega el momento de ir a la playa. Cuesta describir las aguas perfectas y las franjas de arena ininterrumpidas llenas de carpas y cabañas privadas, pero uno se hará una idea en el cabo Possidi, bautizado en honor al dios del mar Poseidón: dos de sus tres playas paradisíacas cuentan con chiringuitos y tumbonas, mientras que la tercera (llamada Myti y ubicada ante un faro de 1864) es de libre acceso.

Una vez que uno se ha bronceado y remojado, se va a la playa de Siviri para disfrutar de una puesta de sol y una cena romántica en una taberna a orillas del mar con los pies descalzos en la arena. Los amantes del pescado quizá prefieran acudir a Trizoni Sea Treasures (en Kryopigi, a unos 5 km de Kallithea).

Al anochecer hay que prepararse para la fiesta. La legendaria vida nocturna de Casandra se anima hacia las 23.00 y muchos locales no cierran hasta las 9.00 de la mañana. En Kallithea se puede seguir la música electrizante y las luces estroboscópicas hasta Ahoy Club o Pearl Club o asistir a conciertos y actuaciones de DJ en Markiz Experience. Si se busca un ambiente relajado, gustarán los cócteles acompañados de picoteo de Spitaki Cocktail Bar (se recomiendan el Dead Zombie, el Iron Bird o el Paloma Sunrise).

 

Segundo día: Practicar actividades o relajarse en Casandra

Se empieza la jornada siguiente con una visita al cabo Sani y su ultralujoso Sani Resort. Este complejo engloba cinco hoteles galardonados (incluido uno solo para adultos), una playa idílica bañada por aguas celestes, un tranquilo puerto deportivo, una concurrida galería comercial y decenas de bares y restaurantes eclécticos (una buena idea para almorzar son los boles de quinoa de Marina Crêperie). A pocos minutos se encuentra la torre de Stavronikitas (o torre de Sani), que domina el mar desde lo alto de una colina desde el s. XVI.

Si gustan los deportes acuáticos, se puede practicar parapente, alquilar una moto o un patín de agua o probar el surf de remo (de lo contrario, se puede disfrutar de un crucero al atardecer). Los viajeros activos apreciarán el aire puro y la observación de aves en los humedales de Stavronikitas, con varias sendas boscosas que comienzan en el aparcamiento del hotel Sani Beach. Si se prefiere el ciclismo de montaña, este también es el punto de partida ideal. El Festival de Sani, celebrado en julio, reúne a estrellas internacionales de la ópera, el jazz, el pop, el rock y la música universal.

La próxima parada es Agia Paraskevi, donde darse un estimulante chapuzón en fuentes termales y piscinas de hidromasaje (8 €) con vistas panorámicas del mar. Uno también puede mimarse con un tratamiento de hidromasaje (20 €) o un baño de vapor (la temperatura del agua oscila entre 3 y 39°C).

Tras esta experiencia vigorizante, hay que dirigirse a las playas del este, pasando primero por la de Paliouri y luego por la de Pefkohori, llenas de chiringuitos. Por mencionar algunos, Mamalouka es para los más tranquilos, Fiki tiene una clientela estilosa, Elephant está a rebosar de TikTokers bohemios y Glarokavos apuesta por lo clásico y sofisticado.

Si se llega al mediodía, hay que imitar a los griegos hasta el ocaso: alquilar una sombrilla y una tumbona en el establecimiento de playa que más guste, pedir un tentempié o un cóctel y pasar el resto de la jornada nadando, tomando el sol, leyendo y admirando las vistas; en este lugar el tiempo transcurre lentamente.

Cuando empiece a oscurecer, se toma un aperitivo en Porto Valitsa antes de cenar en Sea of Tastes; luego se prueba la kakavia (sopa de pescado) con raviolis de gambas y la versión vegetariana de la musaka acompañadas del seco y suave vino blanco Assyrtiko. Otra opción es cenar carpacho de pescado, tartar de marisco o ceviche en el restaurante Carpaccio de Paliouri. Los románticos pueden poner el punto final a la velada observando las estrellas en la playa de Glarokavos (apodada “laguna azul”), cerca de Pefkohori.

Playa de Pefkohori. © Aliaksandr Antanovich/Shutterstock

Playa de Pefkohori. © Aliaksandr Antanovich/Shutterstock

 

Tercer día: Gozar al máximo de la playa en Sitonia (ruta occidental)

Imagínese una costa infinita con una playa digna de Instagram tras otra: así es Sitonia, la subpenínsula más salvaje de Calcídica, que despertará el lado explorador con sus bosques exuberantes, montañas majestuosas, pueblos encantadores, playas divinas, la zona de acampada más extensa del país y alojamientos para todos los bolsillos.

Sitonia es un lugar apacible que ofrece la experiencia griega básica y la posibilidad de practicar natación y otros deportes acuáticos, así como excursionismo, equitación y ciclismo de montaña. La mayor parte de sus fabulosas playas no están tan bien equipadas como las de Casandra (hay menos sombrillas, tumbonas y bares), pero son perfectas para disfrutar en paz de la naturaleza. Con unos 100 km de longitud, toda Sitonia se puede recorrer fácilmente en coche, aunque es aconsejable elegir una de las dos rutas siguientes para asimilar a fondo su belleza.

Beber vino y tomar el sol siguiendo la ruta occidental

El día en Sitonia puede comenzar con un paseo por el municipio de Nikiti. Se pide un café y una tyropita (pastel salado de queso) en Gavanas Bakery, situada en la carretera principal, de camino a la playa de Kalogria (7 km al sur), una estupenda franja de arena suave como la seda con aguas de color azul verdoso idóneas para los niños por su escasa profundidad.

Tras disfrutar un poco del sol, se va a Domaine Porto Carras, la mayor bodega ecológica del país: una cata de 2 h de sus premiados vinos añejos seguida de un circuito por los viñedos con vistas al mar cuesta 15 €. Una alternativa es realizar una salida en 4x4 por la cordillera Itamos o visitar otra playa, la de Azapiko.

Se continúa conduciendo en dirección sur hasta la formidable playa de Tristinika y su soleado chiringuito Ethnik. Si se tiene debilidad por la historia, hay que echar un vistazo a los vestigios del castillo de la antigua Torone o seguir hasta Porto Koufo, un puerto natural en el extremo meridional de Sitonia que evoca el concepto de paraíso griego (incluso el historiador Tucídides escribió acerca de este rincón). Se aconseja sentarse en Tzitzikas para darse un festín a base de pescado fresco y contemplar las vistas copa en mano.

 

Zambullirse en el agua siguiendo la ruta oriental

Otra posibilidad para pasar el día sería dirigirse al sureste desde Nikiti hasta Vourvourou, por un litoral repleto de calas y ensenadas. En la playa de Karydi, a la sombra de los pinos, se puede alquilar una embarcación (no se requiere ninguna licencia) y explorar por cuenta propia la isla de Diaporos; también hay piraguas, kayaks y tablas de surf de remo, deporte muy de moda en Grecia. En esta isla destacan las playas de Myrsini, Kryftos y Blue Lagoon.

Aunque resulte difícil, es hora de dejar atrás la playa por la zona de acampada más extensa de Grecia. Armenistis alquila bungalós y casas de playa con arrebatadoras vistas de Monte Athos (la tercera “pierna” de Calcídica). A los deportistas les encantará su playa, donde hay desde tablas de surf de remo y wakeboard hasta flotadores y patines de agua; los monitores de Bareside Watersports brindan las instrucciones oportunas.

A continuación se hallan las playas de Paradise Kavourotrypes y de Portokali, ambas con rocas de aspecto lunar, arena aterciopelada y pinos que se extienden hasta la orilla. Si se quiere cambiar de escenario, se puede acudir a la aldea de Sykia, a los pies de la cordillera Itamos, para deambular por su casco antiguo y visitar el colorido interior de la iglesia de piedra de Agios Athanasios, construida hace 200 años.

Al sur de la playa de Sykia aguarda la de Tigania, que cuenta con piedras planas perfectas para tomar el sol y un chiringuito magnífico. Las tres calas de Tigania atraen a una variopinta mezcla de nudistas, campistas, parejas y solitarios.

Playa de Tigania. © hardtodigit/Shutterstock

Playa de Tigania. © hardtodigit/Shutterstock

Se aconseja llevar un parasol y agua mineral para tratar de alcanzar el nirvana en Kalamitsi, una preciosa playa de arena rosada y aguas iridiscentes ideal para practicar el buceo con tubo (sobre todo en torno a la minúscula isla ubicada frente a Chica Beach Bar). Y se espera hasta ver desaparecer el sol en el horizonte.

Se puede cenar en Nikiti, donde se encuentran algunos de los mejores restaurantes de Calcídica. Cabe destacar el pescado savoro y el kunefe con queso y miel de Arsanas, los dolmades de gambas del popular Boukadoura y las hamburguesas de Ergon Beach House. Si no importa despilfarrar, el restaurante Ekies Treehouse de Vourvourou (en Ekies All Senses Resort) propone un extraordinario menú degustación de 11 platos caracterizado por ingredientes locales y recetas tradicionales con unas vistas increíbles (es preciso reservar).

 

Cuarto día: Desconectar, reconectar y reencontrar el equilibrio en Monte Athos

Llamada “montaña sagrada”, Monte Athos conforma la “pierna” oriental de la península de Calcídica y es el sitio perfecto para reconectar con la naturaleza y el yo interior. Se da inicio a la jornada ascendiendo en coche el monte Holomontas cruzando el intacto Bosque Universitario de Taxiarchis, que ofrece experiencias activas (excursionismo, equitación y ciclismo de montaña) y serenas (observación de aves y escucha del sonido del viento y los arroyos). Se va luego al noreste hacia Arnaia, un pueblo de montaña surgido en el s. XV con antiguas casas de piedra y madera y calles empedradas. Con sus terrosas tonalidades azules, rojas, rosas y naranjas, es un buen ejemplo de la arquitectura tradicional macedonia, que aúna influencias bizantinas y otomanas.

En la tienda de la familia Georgaka se puede comprar miel, especialidad regional gracias a los bosques cercanos; se aconseja probar la sousoura (miel de brezo) y la moundovina, un extracto local con certificación IGP elaborado con jarabe de miel.

Se sigue andando hacia el Museo del Folklore, que ilustra cómo solía ser la vida en la aldea. En la mansión de dos plantas de 1870 que hay enfrente uno puede familiarizarse con el intrincado arte de la tejeduría a través de mantas y alfombras (kilimia) de lana, algodón y seda hechas a mano (se accede a ambos museos con una entrada combinada de 2 €). A continuación se visita la iglesia de Agios Stefanos, cuyo suelo de cristal permite admirar las ruinas de tumbas y templos anteriores.

No se puede dejar Grecia sin ir a un kafenion, un café tradicional situado en la plaza central como punto de encuentro para la comunidad; en Arnaia, dicho papel lo desempeña Kafenion Lanara, donde los lugareños saborean café griego y dulces caseros. El más moderno Aristotelous sirve tostadas francesas y hamburguesas veganas.

Con energías renovadas, se va de excursión a la antigua Estagira, próxima a la actual Olympiada, donde nació Aristóteles en el año 384 a.C. Se puede recorrer a pie total o parcialmente el camino señalizado de 25 km que atraviesa una zona boscosa protegida (dando un rodeo para admirar las cascadas de Varvara); es recomendable contratar un guía (35 €). Si se viaja con niños, se debe visitar Aristotle’s Park, un parque temático con divertidos juegos interactivos inspirados en la física (Aristóteles fue el preceptor de Alejandro Magno).

Una alternativa es dirigirse a la localidad costera de Ierissos, con una playa preciosa y astilleros donde otrora se construían los tradicionales kaikia griegos, los llamativos barquitos que aparecen en las postales del país.

Se prosigue hacia el sur hasta Trypiti y se toma un ferri a la isla de Ammoulianí (zarpan cada 45 min en verano y cada 2 h de octubre en adelante; 7 €), la única de Calcídica habitada de forma permanente. En esta isla hay varias playas: Alykes, popular por su arena blanca; Agios Georgios, un paraíso calmo; Karagatsia, idónea para la pesca y el buceo con tubo; y Megali Ammos, perfecta para contemplar la puesta de sol. También se puede alquilar una embarcación y explorar los islotes vecinos de Tigani, Gaidouronisi y Pontiki.

Monte Athos. ©Dmitry V. Petrenko/Shutterstock

Monte Athos. ©Dmitry V. Petrenko/Shutterstock

De vuelta a tierra firme, se completa el circuito por la península de Athos visitando la pintoresca población de Uranópolis ("ciudad del cielo"). La imponente y fotogénica torre de Prosforion, erigida en el s. XI, alberga un museo de objetos antiguos. Se camina al sur hacia el monasterio de Zygou del s. X, donde termina la carretera y se halla el acceso al sagrado monte Athos y sus monasterios.

Bajo el control de una comunidad monástica autogobernada, Athos es el centro más sagrado de la Iglesia ortodoxa y Patrimonio Mundial de la Unesco. Las mujeres tienen prohibido visitarlo y tan solo un número limitado de peregrinos varones (como Carlos III y Vladímir Putin) obtienen el permiso especial necesario de la Oficina de Peregrinos de Salónica para embarcarse en Ammoulianí o Ierissos con destino a la montaña sagrada. Aunque no se pueda entrar en el complejo, un crucero de un día alrededor de la península brinda unas vistas espectaculares del monte Athos y sus monasterios desde las resplandecientes aguas.

 

El autor

Maria Paravantes

Escribir sobre la diversidad de personas, lugares, culturas y tradiciones de este hermoso mundo es mi trabajo desde hace más de dos décadas. Sin embargo, cada vez que visito un destino nuevo me enamoro aún más de mi patria, Grecia, por su enérgica luz, sus exquisitos sabores, sus acogedoras gentes, su ilustre historia, su maravillosa naturaleza y sus revitalizantes aguas. En una palabra, es mi hogar. Encuéntrala en FacebookInstagram (@the.greek.vibe), LinkedIn, Twitter y TikTok en @TheGreekVibe.

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