El Algarve, un lugar muy especial en primavera
Ni el dinero ni el tiempo son excusas para quedarse en casa porque hay lugares que están cerca y pueden sorprendernos gratamente ofreciendo rincones casi secretos y experiencias muy diferentes. Por ejemplo, el Algarve, que en primavera se convierte además en un lugar muy especial: estupendas playas, sorprendentes paisajes verdes, pueblos con encanto, fiestas tradicionales y una rica gastronomía, de mar y de sierra. Si a esto se añade una buena temperatura y un aire más que puro, tenemos los ingredientes perfectos para unas vacaciones inolvidables.
Para los que gustan del sol, la luz vibrante, los cielos estrellados, el mar azul y los paisajes verdes, Algarve es su perfecto destino de primavera. Antes de la llegada del verano, la región ofrece su cara más bucólica: es el momento en el que los campos casi brillan y los pueblos, aún alejados del típico bullicio veraniego, invitan a ser descubiertos con mimo. Es la época ideal para disfrutar pausadamente del encanto de esta región que estos días se viste no solo de sus característicos tonos verdes y azules, sino también de blanco, ofreciendo uno de los espectáculos más deseados: el de los almendros en flor.
1. Naturaleza exultante: los almendros en flor
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Preanunciando la llegada de la primavera, los almendros en flor cubren Algarve de blanco en las tierras del Barrocal y recuperan una de las leyendas que más suspiros levanta en la región: la de la hermosa princesa Gilda. Hija de un gran señor de los países del norte, la joven, casada con el califa árabe Ibn-Almundim, lloraba amargamente de nostalgia por la nieve; el rey, para curar el dolor de su joven amada, hizo plantar miles de almendros, que tiñeron estas tierras de blanco y vuelven a teñirlas cada primavera, con el precioso espectáculo de los almendros en flor. Una escena mágica que trasciende fronteras y mueve a muchos viajeros deseosos de disfrutar de la estampa.
Almendros en flor aparte, estos días en los que el termómetro es benévolo, con temperaturas suaves, son perfectos para disfrutar pausadamente de una región que tiene en su exultante naturaleza uno de sus principales atractivos. Por supuesto, están sus preciosas playas, que anualmente atraen a millones de turistas, que son una sugerente imagen de arenales, bahías y playas vírgenes salpicando los 200 kilómetros de costa del sur de Portugal. Las largas playas doradas, perfectas para disfrutar en familia, son la seña de identidad del este del litoral algarvío; en el oeste, acantilados y grutas son la nota dominante, ofreciendo preciosas estampas, así como las aguas movidas, para delicia de surfers y amantes de los deportes acuáticos.
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Pero si bien las playas son sin duda uno de los grandes atractivos de la región, la naturaleza de Algarve va más allá de la costa. Tierra adentro, el corazón de Algarve late en las sierras de Monchique y Caldeirão. Monchique es un verdadero jardín con una flora muy particular que bulle en estos meses, un rincón de clima suave y vegetación exuberante, que esconde el lugar más alto de Algarve, el pico de Fóia, un mirador natural desde donde se puede disfrutar de increíbles vistas, desde el vecino Alentejo al Océano. Por su parte, Caldeirão es la mayor cordillera de Algarve. Es “otro Algarve”, el más desconocido posiblemente, el que se extiende entre montes ondulados y valles profundos, con el verde de los bosques conviviendo con los tonos dorados de los campos de trigo y cebada.
Y si hablamos de los paisajes de Algarve, obligado es hacerlo también del Parque Natural da Ria Formosa, con cerca de 18 000 hectáreas, que sirve de transición entre la tierra y el mar a lo largo de 60 kilómetros de litoral. La zona, de reconocido valor medioambiental, es un hábitat privilegiado de fauna y flora: el flamenco, el águila de ala redonda, la chocha perdiz y el martín pescador son las especies de aves más habituales, pero el símbolo del parque es el calamón común, una especie rara que se reproduce exclusivamente en estos lagos. Otro importante habitante del Parque Natural de Ria Formosa, en vías de extinción en Europa, es el camaleón.
Una de las mejores formas de descubrir este paisaje natural es en barco, lentamente. Merecen una visita la Península de Cacela y las islas de Deserta, Farol (donde se encuentra el faro de Sta. María), Culatra (población pesquera), Armona, Fuzeta, Tavira y Cabanas.
2. Actividades para primavera: Algarve a pie o en bici
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Para los espíritus más activos, Algarve ofrece una opción de viaje fascinante: recorrer su espectacular costa en bicicleta. Gracias a la Ecovía del Litoral es posible descubrir en bici los 214 kilómetros de costa algarvía comprendidos entre Vila Real de San Antonio (limítrofe con Huelva) hasta el Cabo de São Vicente (Sagres). Una ocasión fascinante para sentir el mar, la luz y el sol típicamente algarvío disfrutando de la vista de las idílicas playas de arena blanca características del Sotavento, en el este; en contraste con el impresionante paisaje costero de acantilados, grutas y playas rocosas del oeste de la región, hacia la zona de Sagres.
Otra opción interesante para gente activa es la de descubrir a pie los caminos del interior, para encontrarse con “el otro Algarve”, el Algarve verde, de sierra y valles salpicados por pueblos de gran valor cultural y tradicional. La Vía Algarviana es la “espina dorsal” de la región, una ruta de senderismo de 240 kilómetros que atraviesa el Algarve interior, desde el pueblo de Alcoutim hasta el Cabo de San Vicente, el “fin del mundo”. Una forma ideal de aproximarse al rico patrimonio natural y cultural del sur de Portugal.
3. Para amantes de la cultura y la historia: citas ineludibles en Semana Santa
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Algarve invita también al descubrimiento de las historias, mágicas y misteriosas, que se entrelazan en el imaginario popular con la auténtica historia de una zona rica en culturas y tesoros.
Así, resulta emocionante descubrir secretos como el de las típicas chimeneas caladas, símbolo de Algarve, que con su clara influencia morisca solo empezaron a construirse 200 años después de la salida de los árabes. También alcanzar el “fin del mundo”, en el Cabo de São Vicente, y empaparse de las miles de leyendas que fluyen en torno a aquel misterioso lugar. O revivir capítulos históricos, como los muchos episodios de la historia de los descubrimientos del Infante D. Enrique el Navegante, un hombre que cambió Portugal y el mundo. Y encontrar bellas ciudades y pueblos, como Lagos y Sagres, de donde partieron las carabelas hacia nuevos mundos; Silves, con su imponente castillo de la época islámica; Tavira, con sus sinuosas calles blancas con tejados de tijera… Y confundirse con los lugareños en sus habituales ferias y romerías.
En Semana Santa son muchas las fiestas populares que se celebran en los pueblos de Algarve. Posiblemente las más populares sean la Fiesta de la Madre Soberana, que se celebra el domingo de Pascua en Loulé; y la Fiesta de las Antorchas Floridas, que se festeja el mismo día en São Brás de Alportel.
La primera es la mayor fiesta religiosa que se celebra en el sur de Portugal y es seguida por miles de personas que se desplazan hasta la bonita localidad de Loulé en el interior de la región, para presenciar la procesión de la Virgen de la Piedad desde el Santuario a la Iglesia de San Francisco. Quince días después, se lleva a cabo la subida de la Virgen, en paso, por la escarpada ladera que conduce a lo alto de la colina hasta su Santuario.
También el domingo de Pascua, São Brás de Alportel vive su Fiesta de las Antorchas Floridas o Fiesta del Aleluya, con una procesión exclusivamente masculina, en que los hombres empuñan cirios adornados con flores, que recorre las calles decoradas con delicadas alfombras de flores y ricas colchas que engalanan las casas. La fiesta es la excusa perfecta para visitar este pueblo de origen árabe, ubicado a medio camino entre la sierra y el mar. Hermosas vistas que incluyen desde los riscos de la sierra hasta el mar, estrechas calles laberínticas y casas típicas, coronadas por las chimeneas tradicionales, y un rico patrimonio cultural son sólo algunos de los atractivos de los que disfrutar.
4. Gastronomía portuguesa en Algarve
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En el descubrimiento del Algarve sin prisa, explorando mar y sierra, es interesante dejarse guiar por el entorno a la hora de dar gusto al paladar. En una villa de pescadores, obligado es rendirse a los placeres del pescado y el marisco, en cuya preparación los algarvíos son verdaderos maestros: a la parrilla, fritos, hervidos o cocinados en arroces o en las típicas cataplanas, las opciones de ricos placeres del mar son múltiples. En el interior, lo suyo es entregarse al disfrute de los típicos cocidos y guisos serranos; además, la época es excelente para disfrutar de estos platos típicos de cuchara. La carne de cerdo, las salchichas curadas en casa, las morcillas o el jamón ahumado son otros de los productos ineludibles, siempre acompañados de un buen vino de la región.
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