Hubo un tiempo en que en Marruecos se hablaba latín. Pero de eso hace mucho. Hubo un tiempo en que el norte de lo que hoy es Marruecos se llamaba Mauritania Tingitana y era una de las muchas provincias del imperio romano. Probablemente una de las más exóticas. Y Volubilis era una de sus tres ciudades importantes.
A media hora en coche al norte de Meknes (o Mequínez), media docena de columnas son visibles desde lejos. Marcan lo que hasta hace 1800 años era la Decumanus Maximus, la vía principal que atravesaba Volubilis. Comienza en un arco, la Puerta de Tánger, y termina en otro, el Arco del Triunfo mandado levantar aquípor Marco Aurelio en el año 217. Volubilis es, quizá, una de las mejores ruinas romanas del norte de África; probablemente la más sencillas de visitar, viendo la situación de otros países; y, sin embargo, ofrece la soledad necesaria para disfrutar en silencio, pasear entre sus ruinas y dejar volar la imaginación.
A un lado de la gran avenida de la ciudad romana se levantaban las casas nobles. Las ruinas permiten adivinar la estructura de las casas, levantadas en torno a un patio central y con suelos espléndidamente decorados. Mosaicos como los de "Trabajos de Hércules", "Ninfas bañándose" o el erótico "Abducción de Hylas por las Ninfas" han sobrevivido al paso del tiempo y muestran que los romanos que habitaban estas lejanas tierras se tomaban muy en serio la comodidad y el lujo de sus viviendas.
Una basílica, el capitolio, el altar de los sacrificios y los baños forman la zona de edificios públicos de la ciudad. La basílica es la construcción mejor conservada. Las cigüeñas llevan años haciendo sus nidos en lo alto de sus columnas. En esta zona se ha reconstruido alguna prensa de aceite. Porque el oro líquido era una de las aportaciones de Volubilis al imperio: los olivos de sus alrededores eran una de las bases de su economía.
En los planes de viaje a Marruecos, Volubilis suele quedar eclipsado por tantos lugares que visitar en nuestro vecino del sur. Difícil competir con Marrakech, Fez, Essaouira, Tánger, Xauen... y tantos otros lugares. Por eso, es bastante probable que en estas ruinas romanas apenas se coincida con unos pocos viajeros. Es una visita tranquila, relajada, solitaria. En la entrada siempre hay guías deseosos de ser contratados, aunque también puede hacerse la visita por tu cuenta o con una buena guía en la mano. Localizar los espléndidos mosaicos, uno de sus grandes atractivos, y los lugares de interés no suponen mayor problema.
El siglo XVIII no fue una buena época para la ciudad. Gran parte de su mármol fue saqueado para construir los palacios de Meknes y el terremoto de Lisboa de 1722 afectómucho al yacimiento. Como siempre en estos casos, los arqueólogos han excavado sólo parte de lo que fue la ciudad. Queda mucho bajo la tierra. Desde Volubilis, a poco más de cuatro kilómetros, pueden verse encaramadas en la ladera de una montaña las blancas casas de Moulay Idriss, el pueblo que lleva el nombre de un venerado santo musulmán y uno de los principales centros de peregrinación para los marroquíes. Un buen contrapunto tras visitar estas calles en las que paseaban las túnicas romanas hasta hace 1800 años.
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Texto y fotos: Marino Holgado