10 buenas razones para conocer este país
Uruguay es el país de habla hispana más pequeño de Sudamérica y cada vez son más los que se dejan cautivar por su discreto encanto, su hospitalidad, la pintoresca Colonia, la animada Punta del Este o el agradable y seguro paseo marítimo de Montevideo. Merece la pena escarbar un poco más en la naturaleza de la costa atlántica, las fuentes termales del río Uruguay o los paseos a caballo por unos campos que se extienden como océanos.
1. Cazar una ola o asistir a una fiesta nocturna en Punta del Diablo
Punta del Diablo, Uruguay © Marc Veraart / www.flickr.com/photos/marcveraart/12075841876
Punta del Diablo era hasta hace algún tiempo una aldea adormecida a los pies del Atlántico, pero en pocos años se ha convertido en un interesante lugar de escapada de verano para uruguayos y argentinos y en el epicentro de la escena mochilera de playa. A pesar de que la urbanización descontrolada se va extendiendo, la impresionante costa de Punta del Diablo y su tranquilo ritmo de vida siguen conservando su encanto.
Para evitar aglomeraciones conviene ir fuera de temporada alta (desde navidades hasta febrero). Durante el día se pueden alquilar tablas de surf o caballos en la playa principal o hacer una excursión a pie de una hora hacia el norte, hasta el Parque Nacional Santa Teresa. Por la tarde se puede admirar la puesta de sol frente a una hoguera improvisada mientras sesiones de percusión animan la velada.
2. Sumergirse en las termas cercanas a Salto
Construida cerca de las cascadas donde el río Uruguay se desploma en el Salto Grande, Salto es la segunda ciudad de Uruguay, un lugar tranquilo y agradable con algunos edificios del s. XIX. Los visitantes que llegan hasta aquí lo hacen para disfrutar de las cercanas fuentes termales, como las Termas San Nicanor, rodeadas de un inmenso parque rural y con dos enormes piscinas termales al aire libre, un restaurante y todo tipo de alojamiento. También son muy famosas las Termas de Dayman, una especie de parque acuático tipo Disneylandia muy popular entre argentinos y uruguayos, y las Termas de Arapey, con muchas piscinas rodeadas de jardines, fuentes y senderos.
3. Pasear por la ciudad vieja de Montevideo
Teatro Solís, Montevideo, Uruguay © LWYang / www.flickr.com/photos/lwy/5911358932
En la capital de Uruguay vive casi la mitad de la población del país. Es una ciudad dinámica y con una rica vida colonial donde se puede pasear con tranquilidad y donde la música, el teatro o el arte están muy presentes. La zona más interesante es la Ciudad Vieja, la antigua cuadrícula colonial amurallada que se extiende en el fondo de una península encajada entre el puerto y el río. Hay algunos lugares clave para descubrir la ciudad, como el Mercado del Pueblo, con su imponente estructura de hierro forjado, un lugar siempre animado y muy frecuentado por los artistas, artesanos y músicos callejeros de la ciudad. O la Plaza Matriz, donde se alza el neoclásico edificio del Cabildo y la iglesia Matriz (1779), el edificio público más antiguo de la ciudad. Otra visita imprescindible es el teatro Solís, principal centro escénico de Montevideo.
4. Bailar al ritmo de la percusión en el Carnaval de Montevideo
Los montevideanos dedican el mes de febrero entero a desmelenarse con música y bailes, haciendo la competencia a los brasileños. El mes arranca con el imprescindible Desfile de las Llamadas, dos noches en el que varias comparsas recorren las calles del barrio de Palermo y el barrio sur, al sureste del centro. Las rivalidades entre barrios se disparan mientras una interminable ola de bailarines recorre las calles al ritmo de la percusión candombe, de origen afrouruguayo, que se toca en unos peculiares tambores.
Otro elemento imprescindible del carnaval son las murgas, grupos organizados vestidos de vivos colores que representan piezas originales de teatro musical, generalmente satíricos.
El carnaval cuenta con su propio museo en Montevideo, y fuera de temporada se puede revivirlo asistiendo a una de las sesiones informales de candombe que hay en las calles de los barrios durante todo el año (por ejemplo, en Palermo, en el cruce de Isla de Flores con Gaboto, o en el Parque Rodó, los domingos por la tarde).
5. Aislarse en las Reservas Naturales de Quebrada de los Cuervos y Valle del Lunarejo
Valle del Lunarejo, Uruguay © Marcelo Campi / www.flickr.com/photos/marcelocampi/26080691025
Los inmensos espacios abiertos en el interior de Uruguay son el sueño de cualquier naturalista. El Gobierno ha incluido varias zonas naturales en su programa Sistema Nacional de Áreas Protegidas. La financiación sigue siendo mínima y las infraestructuras turísticas muy rudimentarias, pero los viajeros intrépidos se ven recompensados cuando llegan a estos lugares poco visitados. Las dos reservas que mejor reflejan el espíritu de la salvaje región gaucha de Uruguay son Valle del Lunarejo y Quebrada de los Cuervos.
Valle del Lunarejo está 95 km al norte de Tacuarembó y es un entorno tranquilo y aislado con las aves y los ríos como única banda sonora. Los visitantes pueden pasar la noche en la maravillosa Posada Lunarejo, un edificio de 1880 que ha sido restaurado.
La Quebrada de los Cuervos es un pequeño cañón que atraviesa ondulantes colinas, 40 km al noroeste de Treinta y Tres (y 325 km al noreste de Montevideo): un hábitat húmedo y fresco, ideal para una gran variedad de aves y plantas. Para alojarse, es recomendable el rústico albergue La Cañada del Brujo, instalado en un antiguo colegio, donde se pueden experimentar las costumbres de los gauchos: vivir a la luz de las velas, beber mate, dormir con un poncho de lana, cocinar en hornillo de leña y observar el cielo durante la puesta del sol.
6. Pasear por la pintoresca Colonia de Sacramento
A orillas del Río de la Plata, a solo 50 km en ferri de Buenos Aires, está la ciudad más histórica del país, Colonia del Sacramento, con un barrio histórico que conserva toda la estructura de la época colonial, con sus estrechas calles adoquinadas y sus casas antiguas. Colonia fue fundada en 1680 por los portugueses en un estratégico emplazamiento frente a Buenos Aires, y fue ganando importancia como origen de las rutas de contrabando que pusieron en jaque el monopolio mercantil español y provocaron batallas entre España y Portugal. En el barrio histórico se puede pasear entre las casas coloniales de la calle de los Suspiros, o por el paseo de San Gabriel en la orilla occidental del río, por el puerto viejo o por las dos grandes plazas del casco antiguo. Ocho museos históricos se reparten el interés de los visitantes.
7. Perderse en el faro de Cabo Polonio
Lobos marinos, Cabo Polonio, Uruguay © Leo Alvarez / www.flickr.com/photos/leoalvarezshoots/6799126665
Este magnífico faro ofrece una fantástica perspectiva del pueblo de Cabo Polonio, de la colonia de lobos marinos y las dunas e islas circundantes. En esta aldea de pescadores, entre dunas de arena y coronada por un faro solitario, se encuentra la segunda colonia de lobos marinos más grande del país que hoy es un Parque Nacional. Cabo Polonio sigue siendo una de las poblaciones costeras más vírgenes de Uruguay. No hay servicios bancarios y la electricidad proviene de generadores y de energía solar y eólica.
8. Recorrer las ruinas de una planta procesadora de carne
Junto al río Uruguay, en la frontera con Argentina, se encuentra la localidad de Fray Bentos; está muy lejos de las zonas turísticas pero aquí se encuentra uno de los lugares uruguayos incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2014. Se trata de una fábrica abierta en 1865 y abandonada que fue el complejo industrial más importante de Uruguay: la Liebig Extract of Meat Company.
En los años veinte, la compañía británica El Anglo se hizo cargo de la fábrica y de aquí salían miles y miles de pastillas de caldo de ternera Oxo, que formaron parte de la vida de millones de personas en todo el mundo. Los cubitos Oxo sustentaron a los soldados en las trincheras de la I Guerra Mundial. Julio Verne cantó sus excelencias en De la Tierra a la Luna, Stanley se los llevó en su búsqueda de Livingstone, y Scott y Hillary fueron con ellos hasta la Antártida y a la cima del Everest. Hoy la vieja factoría alberga el Museo de la Revolución Industrial, donde cobra vida la vieja fábrica y todas las instalaciones y casas de los obreros e ingenieros.
9. Pasar el día y la noche en Punta del Este
"La mano en la Arena", Punta del Este, Uruguay © Martin Arnold / 500px
Punta del Este es la zona más internacional del país, uno de los destinos turísticos más glamurosos de Sudamérica, con elegantes residencias junto al mar, muchas playas, un puerto deportivo, edificios de apartamentos, hoteles de lujo y sofisticados restaurantes. El pueblo es relativamente pequeño, pero los alrededores son extensos e interesantes. Las playas más importantes son la larga playa Mansa, en el Río de la Plata, y la playa Brava, en el Atlántico, junto con la playa de Los Ingleses y la playa del Emir, frecuentadas por surfistas. El monumento más famoso del pueblo y su símbolo es “La mano en la Arena” (en playa Brava), una enorme escultura que emerge de las profundidades de la tierra.
La excursión imprescindible es José Ignacio, un pequeño pueblo de moda, con un bonito faro, a 30 km al este de Punta del Este, donde acuden ricos y famosos. Para hacer noche, es especialmente recomendable acercarse a Laguna Garzón, con sus casitas flotantes, un lugar realmente exclusivo y diferente y con precios mucho más razonables que los de Punta del Este.
10. Disfrutar de la vida de los gauchos en Tacuarembó
Tacuarembó es una ciudad gaucha en las ondulantes colinas de la Cuchilla de Haedo. No es el tipo de lugar donde los supuestos vaqueros piden dinero a cambio de una fotografía, sino donde se colocan los bombachos dentro de las botas y se calan el gorro para ir a la tienda. Supuestamente también es el lugar donde nació la leyenda del tango Carlos Gardel. Capital de su departamento, tiene unas bonitas plazas y calles flanqueadas de sicomoros que la convierten en una de las localidades más agradables de Uruguay. En su Museo del Indio y del Gaucho se rinde un romántico homenaje a los gauchos y a los pueblos indígenas de Uruguay.