Los 12 mejores parques de Roma

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Autores de Lonely Planet
Fuente clásica en el parque de Villa Borghese ©bwzenith/Getty Images
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Preparando un viaje a Roma, lo más obvio es pensar en joyas históricas como el Coliseo, la Fontana de Trevi o la basílica de San Pedro.

Pero también hay una rica historia en los parques de la ciudad, y lo mejor es que sale totalamente gratis disfrutar de ellos. El parque más famoso de Roma es el más céntrico, Villa Borghese, con sus frondosas sendas, sus magníficos museos y sus bicicletas de alquiler.

1. Villa Borghese

Villa Borghese, el más céntrico de los parques de Roma, en sus inicios (s. XVII) era la finca del cardenal Scipione Borghese. Ocupa unos 400 000 m2 de calveros arbolados, jardines y zonas de césped, y ofrece bastante superficie por la que correr, si bien no está toda ella cortada al tráfico. Entre sus atracciones está el Giardino del Lago, Piazza di Siena --polvorienta explanada que en mayo alberga el evento hípico romano por excelencia-- y la terraza panorámica del monte Pincio.

Los aficionados al cine deberían acercarse a la zona de la entrada de Piazzale San Paolo del Brasile, donde están la Casa del Cinema --siempre con eventos sobre cine-- y el Cinema dei Piccoli, uno de los cines más pequeños del mundo.

Pueden alquilarse bicicletas en varios puntos, p. ej. en el quiosco Bici Pincio, con bicicletas eléctricas para cuatro (zona sur del parque). También está Villa Borghese Bike Rental.

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Vista de los Jardines del Vaticano (y del "Fontanone") desde la cúpula de la basílica de San Pedro ©Anastasia Prisunko/Shutterstock

2. Los Jardines del Vaticano

Hasta un tercio del Vaticano está cubierto por sus atildados jardines, que incluyen fortificaciones, grutas, monumentos, fuentes... y el helipuerto y la estación ferroviaria diminutos de este Estado. Aquí solo caben visitas guiadas: a pie (2 h) o en autobús descubierto (45 min). Hay que reservar con al menos una semana de antelación.

Tras la visita guiada, se visitan libremente los Museos Vaticanos; la entrada va incluida en el precio. Fundados por el papa Julio II a comienzos del s. XVI y ampliados por pontífices posteriores, los Museos Vaticanos albergan una de las mayores colecciones artísticas del mundo. Las piezas exhibidas se distribuyen a lo largo de algo más de 6 km de salas y galerías, y van desde momias egipcias y bronces etruscos hasta bustos antiguos, viejos maestros y pinturas modernas.

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El camino que va de Piazza del Popolo a Villa Borghese y a los jardines del monte Pincio ©Kirk Fisher/Shutterstock

3. Los jardines del monte Pincio

Estos jardines-mirador, que dominan Piazza del Popolo, ofrecen unas vistas de ensueño. El monte Pincio se llamó así en el s. XIX por la familia de los Pincii, dueña del lugar en el s. IV. Desde la plaza hay una buena subida, pero arriba esperan unas vistas increíbles de San Pedro y del Janículo. También se puede llegar desde la escalinata de la plaza de España. Desde los jardines, luego se puede explorar Villa Borghese, Villa Medici o la iglesia de Trinità dei Monti, en lo alto de la mencionada escalinata.

Quien quiera hacer un recorrido a pie, puede empezar en el monte Pincio y terminar en la Casa Keats-Shelley.

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Vista panorámica del centro de Roma desde el Janículo ©duchy/Shutterstock

4. El Janículo

Esta frondosa colina está salpicada de monumentos a Garibaldi y a su improvisado ejército, que en 1849 aquí se enfrentó, en una de las más feroces batallas de la lucha por la unificación italiana, a tropas francesas que defendían al papado. Al héroe italiano lo conmemora un enorme monumento en Piazzale Giuseppe Garibaldi; su esposa Anita, brasileña de nacimiento, tiene su propio monumento a unos 200 m, en Piazzale Anita Garibaldi. Murió de malaria, junto a su bebé nonato, poco después del asedio.

La colina más alta de Roma es un soberbio mirador, con amplísimas panorámicas de los tejados de la urbe; en verano se instalan varios bares que tienen unas vistas únicas. También hay espectáculos de marionetas para niños los fines de semana (toda una tradición) y alguna atracción de feria. Un consejo: los árboles quitan las increíbles vistas en muchos sitios; lo suyo es ir justo al norte de los puestos de chucherías --junto al monumento a Garibaldi-- para tener a Roma ante los ojos en todo su esplendor.

Se puede tomar el autobús 115 desde Viale di Trastevere hasta Gianicolo y volver a bajar caminando, parando en la iglesia de San Pietro in Montorio (con su templete de Bramante). Lo mejor es venir entre julio y septiembre, y que coincida con el festival anual Gianicolo in Musica, que se celebra en lo alto del Janículo.

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El Jardín Botánico de Roma es un lugar estupendo para relajarse ©LYSVIK PHOTOS/Getty Images

5. El Orto Botanico (Jardín Botánico)

El Jardín Botánico de Roma, ideal para distenderse, cubre las escarpadas laderas del Janículo.
Antaño terreno privado del Palazzo Corsini, este jardín botánico de 120 000 m2 es poco conocido, una joya ligeramente desdeñada y perfecto para el relax. Aquí se llevan cultivando plantas desde el s. XIII; los actuales jardines se fundaron en 1883, cuando el terreno del Palazzo Corsini se le dio a la Universidad de Roma. Ahora hay hasta 8 000 especies, p. ej. algunas de las plantas europeas más raras.

También hay varias delicias arquitectónicas, como la Scalinata delle Undici Fontane (Escalinata de las Once Fuentes), diseñada por Ferdinando Fuga, el arquitecto del Palazzo Corsini y de la fachada de Santa María la Mayor. El acceso al jardín está al final de Via Corsini. No hay entrada ni salida en lo alto del jardín, en el Janículo.

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Turistas en Parco Savello, la basílica de Santa Sabina, el Aventino y el Testaccio ©Will Salter/Lonely Planet

6. Parco Savello

Así se llama este parque oficialmente, pero los romanos lo conocen como el "Giardino degli Aranci" (Jardín de los Naranjos). Está vallado y es un refugio romántico. Lo suyo es bajar por el paseo central --entre enhiestos pinos piñoneros y extensiones de césped con naranjos en flor-- para disfrutar de unas vistas crepusculares celestiales de la cúpula de San Pedro y los tejados de Roma.

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Estatua del jardín de Villa Celimontana (antes Villa Mattei), en el monte Celio, famoso por sus jardines ©Borisb17/Shutterstock

7. Villa Celimontana

Con sus zonas de césped y abigarrados parterres de flores, este frondoso parque es ideal para escapar del gentío y disfrutar de un tranquilo pícnic veraniego. En su centro está el palacio del s. XVI que es la sede de la Sociedad Geográfica Italiana. Al sur hay un obelisco egipcio de más de 12 m.

Este monumento está envuelto en leyendas. Una afirma que la bola que tiene en su vértice contiene las cenizas del emperador Augusto. Otra, que un operario perdió su brazo al erigirlo y que el miembro está sepultado debajo.

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Las rosas del Roseto Comunale invitan a parar y olerlas ©Alexandra Bruzzese/Lonely Planet

8. El Roseto Comunale (La Rosaleda Municipal)

Está en las idílicas faldas del monte Aventino y alberga más de 1 100 de las más raras rosas, llamadas a la vida cada primavera por un equipo de expertos en horticultura. Hace de añejo fondo el Circo Máximo, no menos impactante que la propia rosaleda.

©Tinxi/ShutterstockEn Villa Torlonia puede verse la casa de la familia Mussolini. Arriba: la estatua de Mussolini que exhiben en Militalia Roma Store, para coleccionistas de objetos militares ©Tinxi/Shutterstock

9. Villa Torlonia

Este acogedor parque junto a Via Nomentana, a menudo pasado por alto, está empapado de historia de la Segunda Guerra Mundial. Lleno de enhiestos pinos y palmeras, y salpicado de mansiones, este espléndido (pero a menudo desaliñado) parque decimonónico perteneció al príncipe Giovanni Torlonia (1756-1829), poderoso banquero y terrateniente. Su amplia mansión neoclásica --el Casino Nobile--, se convertiría en el hogar de la familia Mussolini (1925-1943) y, al final de la guerra, en el cuartel general aliado (1944-1947). Hoy pertenece a los Museos de Villa Torlonia. Con cita previa se puede visitar el búnker de Mussolini.

©filippo giuliani/ShutterstockUna pareja en bicicleta por la Appia Antica ©filippo giuliani/Shutterstock

10. Via Appia Antica

Así llamada por el cónsul Apio Claudio el Ciego --quien construyó sus primeros 90 km en 312 a.C.--, esta regina viarum (reina de las calzadas) de la antigua Roma se prolongó, en 190 a.C., hasta llegar a Bríndisi. La Appia Antica es, desde hace ya mucho, uno de los atractivos más exclusivos de la ciudad: un precioso paseo empedrado flanqueado por prados de césped, estructuras romanas y altos pinos. La casa antigua más espléndida era la Villa dei Quintili, tan deseable que el emperador Cómodo asesinó a su dueño para quedársela.

La vía Apia tiene una siniestra historia: aquí crucificaron, en 71 a.C., a Espartaco y a 6 000 de sus esclavos rebeldes, y aquí enterraban a sus muertos los primeros cristianos en 300 km de catacumbas subterráneas. Es imposible visitarlas todas, pero tres de las mayores (San Callisto, San Sebastiano y Santa Domitilla) están abiertas para visitas guiadas.

La manera más grata de explorar la vía Apia es a pie y en bicicleta: caminando por el tramo norte --menos apto para pedalear-- y alquilando luego una bicicleta en Appia Antica Caffè para explorar el tramo sur, con sus largas ciclovías. Dan mapas detallados en el Centro Servizi Via Appia Antica (extremo norte de esta). También se puede reservar una visita guiada en bicicleta, a pie o en carrito eléctrico.

11. Villa Ada

Antaño finca privada del rey Víctor Manuel III, Villa Ada es un extenso parque (de aprox. 1,5 km2) con sombreados paseos, lagos, prados y bosques. Está al nordeste de la ciudad y es ideal para una larga caminata. A los romanos les gusta mucho, y en verano bulle de vida con los conciertos al aire libre del festival Roma Incontra il Mondo.

 ©Will Salter/Lonely PlanetA Villa Doria Pamphilj, muchos romanos van a correr ©Will Salter/Lonely Planet

12. Villa Doria Pamphilj

Dominado por el palacio homónimo (del s. XVII), es el parque más grande de Roma y el lugar preferido de muchos romanos para escapar del trajín de la ciudad. Antaño finca privada, se habilitó hacia 1650 para el príncipe Camillo Pamphilj, sobrino del papa Inocencio X. Es una vasta extensión ondulante en la que dan sombra los característicos pinos piñoneros romanos. En su centro está, con sus atildados jardines y árboles cítricos, la residencia estival del príncipe, el Casino del Belrespiro, hoy edificio gubernamental.

Mucha gente viene a correr a este parque, hoy propiedad del ayuntamiento.

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