Los 5 carnavales más singulares de Latinoamérica

Texto por
Bridget Gleeson, autora de Lonely Planet
Carnaval en Trinidad y Tobago
Mark_Morgan_Flickr

Celebrar el carnaval con estilo

Río no es la única ciudad que sabe celebrar el carnaval. Durante la semana que precede a la Cuaresma, millones de personas de Latinoamérica toman las calles para bailar, tocar música en directo, beber y pasarlo bien; pero también para disfrutar de inusuales y sorprendentes tradiciones.

La Diablada, Carnaval de Oruro, en Bolivia © Agatha Kadar / Shutterstock

La Diablada, Carnaval de Oruro, en Bolivia © Agatha Kadar / Shutterstock

 

En Paraty, Brasil, los participantes se cubren el cuerpo con barro. En Paraguay, se rocían unos a otros con nieve artificial. En Panamá, camiones cisterna refrescan a las multitudes. En Bolivia, cientos de diablos danzan sin parar. En México, la fiesta comienza con la quema de un gigantesco muñeco de papel maché... Y, muy cerca, en Trinidad y Tobago, se embadurnan de chocolate fundido.

 

 

México

 

1. La Quema del Mal Humor

En la Quema del Mal Humor, en Veracruz, se quema un muñeco gigante, México © CanMex Photos / Flickr En la Quema del Mal Humor, en Veracruz, se quema un muñeco gigante, México © CanMex Photos / Flickr

En México el carnaval da comienzo con una tradición muy querida: la Quema del Mal Humor. El ritual empieza con un muñeco enorme de papel maché que representa a un político o un famoso al cual la gente aborrece –como una gigantesca y caricaturesca piñata– y que cuelga sobre la multitud. Se le prende fuego mientras la gente vitorea y celebra el momento. Se trata de una tradición simbólica: mientras arde el muñeco, la gente se desprende de sus problemas cotidianos y disfruta del inicio de las fiestas.

La Quema del Mal Humor está presente en los carnavales de todo México, pero sobre todo en Veracruz y Mazatlán, donde los muñecos a veces representan personajes: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha estado muy presente los últimos años.

 

 

Brasil

 

2. El Bloco da Lama

El Bloco da Lama, el carnaval del barro de Paraty, Brasil © fabian.kron / Flickr

El Bloco da Lama, el carnaval del barro de Paraty, Brasil © fabian.kron / Flickr

 

A más de 160 km de las brillantes luces del Sambódromo de Río, en Brasil, en la histórica ciudad de Paraty, tiene lugar una celebración menos conocida y mucho más ‘terrenal’, literalmente: en lugar de tocados de plumas y alas de lentejuelas, los asistentes al carnaval se cubren de barro.

Se llama Bloco da Lama y tiene un origen humilde: durante el carnaval de 1986, tras una tormenta tropical, un grupo de adolescentes empezaron a jugar con el barro en la playa y después se pusieron a desfilar por la calle, irreconocibles incluso a ojos de sus familiares y amigos. Y así nació una tradición anual. Cada año, los participantes del carnaval se bañan en pozas de barro, se cubren de barro el cuerpo y la cara, se lanzan barro unos a otros, retozan en él, y luego se van a bailar samba y reguetón para seguir con la gran fiesta. Es un espectáculo único y el polo opuesto al brillo y las luces de neón del carnaval de Río, pero una mirada a la multitud llena de barro no deja lugar a dudas: es igual de divertido.

 

 

Paraguay

 

3. La nieve de verano

Casi nunca nieva en la templada ciudad de Encarnación, en Paraguay, lo cual explica el éxito de los espráis de nieve artificial, el elemento esencial de las celebraciones locales del carnaval. Atención, porque, si el viajero se une a la fiesta, es posible que le rocíen la cara con “nieve”, le echen espuma de afeitar o le manchen la ropa con pintura blanca.

Recrear la nieve del invierno en verano forma parte de la fantasía en Encarnación, la autoproclamada ‘capital del carnaval de Paraguay’. El título es muy merecido, ya que la de Encarnación es una de las fiestas más animadas de la región; y la ciudad tiene un sambódromo permanente con capacidad para 12 000 personas.

 

 

Bolivia

 

4. La batalla del bien y el mal

Bailarines de la Diablada durante el Carnaval de Oruro, en Bolivia © Julian Bowdern / Shutterstock

Bailarines de la Diablada durante el Carnaval de Oruro, en Bolivia © Julian Bowdern / Shutterstock

 

El carnaval de Oruro, en Bolivia, cuenta con una distinción especial: la Unesco lo declaró Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Esta celebración anual tiene profundas raíces indígenas y una historia que se remonta a épocas muy antiguas, cuando la zona era un importante centro religioso. Los colonizadores españoles ilegalizaron las celebraciones nativas, imponiendo por la fuerza las tradiciones católicas.

Una de aquellas tradiciones sigue formando parte memorable del Carnaval de Oruro. Todos los colores y sonidos de esta fiesta estallan con fuerza durante La Diablada, una danza ritual en la que participan cientos de diablos ataviados con trajes llamativos, máscaras grotescas y pelucas vistosas. Es la batalla entre el bien y el mal, con una banda de diablos y ángeles disfrazados, y bailarines que representan a los siete pecados capitales: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza.

 

 

Panamá

 

5. Agua por todas partes

En las calles de Las Tablas, en Panamá, hace mucho calor y se suda un montón durante las fiestas de carnaval. Por suerte, los lugareños están preparados para el clima tropical. Cada año, los culecos (camiones cisterna) aparcan en las plazas y circulan lentamente por las calles, rociando con agua a la gente que celebra el carnaval mientras baila, canta y bebe grandes cantidades de cerveza.

Hay que ponerse el bañador: en pleno apogeo de la fiesta es imposible evitar ‘la mojadera’, que puede salpicar o empapar al personal, según la suerte de cada uno. Los participantes del carnaval también llevan pistolas de agua y globos de agua, y es fácil –y divertido– verse atrapado en el fuego cruzado. Cuando la temperatura se dispara, algunos lugareños optan por medidas más drásticas; que nadie se sorprenda si le echan un cubo de agua fría por la cabeza (un consejo: conviene conseguir una funda impermeable para la cámara o el móvil).

 

 

Trinidad y Tobago

 

Y, muy cerca de estos 5 países, otro carnaval peculiar donde lo más importante es pringarse bien

Durante el J'ouvert, en Trinidad, cada uno puede embadurnarse con lo que prefiera: chocolate, barro, aceite o pintura © MarkMorgan / Flickr

Durante el J'ouvert, en Trinidad, cada uno puede embadurnarse con lo que prefiera: chocolate, barro, aceite o pintura © MarkMorgan / Flickr

 

En Puerto España, Trinidad y Tobago, el carnaval empieza al alba. J’Ouvert (se cree que la palabra deriva de un término criollo francés, jou ouvè, que significa “amanecer”) es el nombre de la bulliciosa celebración que marca el comienzo oficial de las festividades de carnaval. Las calles se llenan de gente que baila y celebra la fiesta, pero a diferencia de Río y de muchos otros famosos destinos carnavalescos, aquí no hay disfraces glamurosos adornados con lentejuelas y plumas: la gente se viste con ropa vieja y se embadurna de chocolate fundido, aceite, pintura o barro.

¿Cuál es la idea que subyace tras este ritual? En Puerto España y en todo el Caribe creen que esta tradición se remonta a la época de la esclavitud. A pesar de no estar invitados a las fiestas que los propietarios de las plantaciones organizaban en carnaval, los esclavos no querían quedarse sin celebrarlo, así que utilizaban los materiales que tenían más a mano para disfrazarse y que nadie les reconociera en las fiestas callejeras. En la actualidad la costumbre es un guiño a la historia de la región, y también está considerada como una forma de difuminar cualquier distinción de raza o etnia. De hecho, este es un rasgo del carnaval que traspasa cualquier frontera: es una fiesta inclusiva donde todo el mundo es bienvenido. Cuantos más, mejor; no importa donde uno se sume a la fiesta.

 

 

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