Quien mucho abarca... vive más experiencias

Texto por
Jordi Monner de Lonely Planet
Monestir de Poblet.
©Agència Catalana de Turisme

Descubre el tramo 1 de la gran ruta circular catalana

Cada año son legión los turistas que quieren descubrir Barcelona, fascinados por lo que han oído sobre el legado modernista de Gaudí. Otros prefieren dorarse sobre la arena de las playas de la Costa Dorada mientras piensan en el plato de pescado que se comerán en el almuerzo. Los más místicos optan por elevarse hacia el cielo y van a Montserrat en busca de paz espiritual. Hay quien eso de elevarse prefiere que lo hagan otros y se embelesa al ver los ‘castells’, torres humanas que hacen que uno contenga el aliento mientras se forman esas estructuras siempre efímeras e inestables. Por su parte, los amantes de la historia se sienten verdaderos patricios romanos al ir descubriendo la antigua Tarraco que pretende esconderse, sin conseguirlo, bajo el suelo de la Tarragona contemporánea. Y qué decir de los amantes de la enología; oteando los viñedos del Penedès, suspiran por la copa de cava que probarán al visitar cualquier bodega de la zona.

Soslayar un dilema

La lista de posibles experiencias en Cataluña es larga, muy larga, y es que este pequeño territorio concentra tal cantidad de paisajes, folclore, propuestas culturales, gastronomía, historia y arquitectura, que el viajero, pasmado ante tan variada oferta, a la hora de decidirse por una de ellas, siempre tiene la sensación de que se pierde algo importante.

Por suerte, hoy este dilema puede soslayarse recorriendo el Grand Tour de Cataluña, un itinerario circular en coche por todo el país, dividido en cinco tramos –que también son realizables en 13 cómodas etapas–, que permite vivir la experiencia de la Cataluña total, o lo que es lo mismo, descubrir a lo largo de su trazado los destinos indispensables, los rincones más recónditos, experiencias sublimes y propuestas culturales espectaculares y todo ello circulando por carreteras panorámicas. Solo hace falta montarse en el coche, no olvidar el mapa de carreteras –da igual que sea de papel desplegable, a la vieja usanza, o electrónico en formato GPS–  y lanzarse a la aventura. Una aventura que, por cierto, no está sujeta al calendario, pues puede vivirse en cualquier época del año.

No olvidar los prismáticos

En estas líneas hablaremos del Tramo 1, el que va de Barcelona a Tarragona, no en línea recta siguiendo la costa, sino a través de un itinerario sinuoso que permitirá descubrir verdaderas bellezas de la Cataluña central a través de seis etapas, cada una de ellas completamente distinta a la anterior pues, para que una ruta sea completamente satisfactoria debe huir de la monotonía paisajística, cultural y arquitectónica. Y no estará de más añadir a la maleta unos buenos prismáticos, porque, a pesar de que empieza y termina a nivel del mar, la ruta se va encaramando a miradores con vistas panorámicas que dejarán atónitos a propios y extraños.

Recinte Modernista de Sant Pau.

Recinte Modernista de Sant Pau. ©Pepe Encinas/Agència Catalana de Turisme

Antes de echarse a la carretera, como el punto de partida es la cosmopolita Barcelona, habrá que buscar la huella modernista de la ciudad, una huella que va mucho más allá de la Sagrada Familia, obra cumbre del universal Gaudí, pues cuenta con ejemplos tan brutales como el Recinte Modernista de Sant Pau de Domènech i Montaner, o la Manzana de la Discordia, tal vez los cien metros lineales más geniales del modernismo internacional.

Contemplar Barcelona desde las alturas

Pero Barcelona es muchas más cosas: aquí esperan el Museu Picasso, decenas de teatros y salas de conciertos con una cartelera siempre cambiante, la fachada marítima y el barrio de la Barceloneta, con aroma de pescado, los barrios del Born y Gòtic, que huelen a medievo, o modernas boutiques con las firmas más innovadoras. Y para tener una vista del conjunto urbano, en especial de la perfecta cuadrícula del Eixample, nada mejor que subirse a la montaña de Collserola para contemplar la ciudad desde el Mirador de Sarrià, el de Horta o el de Torre Baró, o mejor aún, desde el complejo del Tibidabo, con su centenario parque de atracciones. Y para vislumbrar el puerto a vista de pájaro, se impone subir a Montjuïc, con su viejo estadio olímpico, y acercarse al Mirador de l’Alcalde.

Una cripta gaudiniana

Cripta de Gaudí.

Cripta Gaudí en la Colònia Güell. ©David Cardelús/Agència Catalana de Turisme 

Desvelados los secretos de Barcelona, es hora de subirse al coche para iniciar una ruta hacia Montserrat, esta vez tampoco en línea recta, sino pasando por la Colonia Güell, un conjunto industrial modernista que también lleva la impronta de Gaudí –su cripta fue un ensayo para la posterior construcción de la Sagrada Familia–, luego por el mirador del Turó de Can Mates para obtener vista de Sant Cugat del Vallès y su hermoso monasterio, y por Terrassa, con la Masia Freixa, cuyos arcos y bóvedas hacen que visitarla se convierta en una experiencia onírica. 

Oír cantar a la Escolania de Montserrat

Ya en Montserrat, enorme macizo de formas redondeadas que desde lejos se antoja un espejismo imposible, toca visitar su santuario –que custodia la imagen de La Moreneta, patrona de Cataluña–, oír a la célebre Escolania de Montserrat entonando el Virolai, contemplar la lejana tierra llana en el Mirador dels Apòstols, y ver con verdadera admiración a escaladores ascendiendo por paredes graníticas completamente verticales.

Subiendo a Montserrat.

Subiendo a Montserrat. © Daniel Julián Ràfols/Agència Catalana de Turisme

Luego se va al Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, donde vale la pena hacer un alto para recorrer a pie uno de sus 19 itinerarios de naturaleza. Y continuando hacia el Bages, se pasa por el minúsculo pueblo de Mura y el monasterio medieval de Sant Benet, maravillosamente conservado. Además, en esta comarca, los buenos enólogos no deben perderse la Ruta del Vino de la D.O. Pla de Bages, en general afrutados y muy aromáticos.

Remar rodeado de naturaleza

La ruta lleva a Sallent i Navàs, ambas a orillas del Llobregat, y luego gira hacia el oeste para acercarse a Cardona, con una larga tradición en la explotación de la sal y presidida por la fortaleza medieval más importante de Cataluña, y Solsona, con un casco antiguo en su día rodeado de robustas murallas y una Plaça Major donde se celebra un concurrido mercado semanal. Por cierto, los amantes del kayak pueden escaparse hasta el pantano de la Llosa del Cavall para remar sobre aguas rodeadas de una naturaleza exuberante. Y como aquí la cosa va también de miradores, no debe perderse el de Castellvell d’Olius, que domina la boscosa comarca del Solsonès.

A continuación hay que acercarse al santuario del Miracle, con un más que suntuoso altar barroco, y continuar hasta Manresa, ciudad íntimamente ligada a san Ignacio de Loyola, cuyas huellas pueden seguirse recorriendo la Ruta Ignaciana por la ciudad.

Castellers de Vilafranca del Penedès.

Castellers de Vilafranca del Penedès. @Agència Catalana de Turisme

Brindar con cava

Pero Cataluña contiene paisajes muy distintos y ahora se impone un cambio de tercio radical. Tras pasar junto a Igualada, célebre por la manufactura del cuero y la lana, se llega al Penedès, cuyo nombre evoca la producción del cava y cuyos paisajes tienen un protagonista indiscutible: la viña. Y si alguien lo duda, que suba a uno de los cinco miradores (Espiells, La Cadira, La Bardera, Balcó del Penedès y Ermita Sant Pau), que aquí, precisamente, se denominan miraviñas, y contemple el panorama. Sant Sadurní d’Anoia, merecida capital del cava, y Vilafranca del Penedès, de larga tradición castellera, son los principales, aunque ni mucho menos los únicos, destinos de esta tierra.

Sitges © Agència Catalana de Turisme

Sitges © Agència Catalana de Turisme

La ruta se dirige luego a la costa, donde espera Sitges, con su Museu Maricel que a diario repele los embates del mar. Tanto esta localidad como su vecina Vilanova i la Geltrú se visten de gala durante el carnaval. Y más al sur, en El Vendrell, habrá que rendir homenaje a Pau Casals, el mejor violoncelista de todos los tiempos.

De nuevo se enfila hacia el interior, hacia tierra cisterciense, pues el siguiente destino es el impresionante monasterio de Santes Creus, donde, tras visitar el recinto, se disfrutará –y se aprenderá– con el audiovisual El mundo del Císter.

Las huellas de la Tarraco romana

Encarando la parte final de este tramo del Grand Tour de Cataluña, se vuelve nuevamente a la costa pasando primero por Montferri, con un santuario cuya planta recuerda un barco, y luego por Altafulla, que a pesar de estar en primera línea de costa ha sabido preservar su aire medieval, para llegar a Tarragona, donde, además de descubrir la antigua Tarraco romana, hay que asomarse al Balcón del Mediterráneo, pasearse por la Part Alta, presidida por la majestuosa catedral, maravillarse con la frescura del pescado del Mercat Central y, finalmente, zamparse este mismo pescado en alguno de los restaurantes del antiguo barrio marinero del Serrallo.

Hasta aquí este tramo del Grand Tour de Cataluña. Ahora es hora de descansar contemplando el Mediterráneo y prepararse para el segundo asalto de esta ruta por todo el país dividida en cinco capítulos. Eso sí, a lo largo del viaje el viajero debe cumplir dos requisitos: el primero, ser respetuoso con el medio ambiente y el ecosistema, en muchos puntos afectado por el cambio climático; el segundo, disfrutar y sacarle el máximo partido a la experiencia vivida. Si los cumple, a buen seguro que quedará más que satisfecho.

 

Agència Catalana de Turisme

 

 


Descubre los tramos 4 y 5 del Grand Tour de Cataluña:

Tramo 4: Panorámicas de aúpa en la Cataluña más volcánica con el Grand Tour catalán

Tramo 5: De la costa más brava al cosmopolitismo urbano

Nuestras guías

Un recorrido por más de 200 libros de viaje para descubrir todos los países del mundo.