Un espectacular recorrido por la Red de Parques Nacionales de España
En 1916 se declaró en España el primer parque nacional: la Montaña de Covadonga, en Picos de Europa, y en 1918, el de Ordesa. Desde entonces se han añadido 13 parques que configuran la Red de Parques Nacionales de España. A ellos habría que sumar otros muchos espacios protegidos bajo diferentes órganos administrativos: parques naturales, reservas naturales, reservas de la biosfera… así hasta un total de más de 600 enclaves que ocupan un 7% del territorio. Todos ellos son maravillosos destinos en los que cualquier amante de la naturaleza disfrutará con paisajes espectaculares y muy diversos.
1. Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia (Pontevedra y A Coruña)
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Las islas Cíes son las más famosas de este parque que incluye también otras islas más desconocidas como Sálvora, Ons y Cortegada. El Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Isas Atlánticas se extiende desde la ría de Vigo y hasta Arousa, como un rosario de islas, todas magníficas. Aunque tal vez lo más valioso esté en el fondo del mar, en su enorme diversidad de ecosistemas y en una serie de leyendas de buques hundidos, en superficie se encontrarán además playas, acantilados y dunas. Hay quien dice que la playa de Rodas, un arenal situado en las Cíes, concretamente en la isla de Monteagudo, es la playa más bella del mundo (o casi…).
2. Parque Nacional de los Picos de Europa (Asturias, Cantabria y Castilla y León)
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Este parque es el más repartido de todos: lo comparten tres comunidades autónomas: Asturias, Castilla y León y Cantabria, y presume de ser el más antiguo de los espacios naturales protegidos del país. Declarado parque nacional en 1918 como Montaña de Covadonga, se ha ampliado progresivamente hasta las 67 000 Ha que ocupa en la actualidad. En número de visitas, es el segundo de toda la Red, solo por debajo del Teide: 1.800.000 personas se animan cada año a subir a sus cumbres.
El Parque Nacional de los Picos de Europa es uno de los grandes paraísos para excursionistas y amantes de la naturaleza de medio mundo. Cumbres icónicas, como el Naranjo de Bulnes, bosques de encinas, robles y hayas, amplias praderas en altura y una extensa red de rutas de senderismo lo convierten en un territorio único. Este parque, además, representa la mayor formación caliza de la Europa atlántica y en él se pueden contemplar formaciones únicas como algunas simas de más de 1000 metros, glaciares imponentes y lagos de alta montaña. Entre sus riscos vive el rebeco y en los densos bosques podemos encontrar corzos, lobos e incluso algún oso.
3. Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca)
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Este es uno de los lugares más bellos y sobre todo más sobrecogedores de toda la península, una auténtica joya que los glaciares fueron tallando y puliendo en los Pirineos desde hace 10 000 años. El resultado es todo un alarde de montañas, cascadas, miradores y valles. Ordesa, declarado parque nacional en 1918, se divide en cuatro sectores: Ordesa, el primero que se protegió; Añisclo, que se salvó de ser sepultado bajo los embalses en los años 80; Escuaín y Pineta. Más de medio millón de personas visitan Aragón cada año para recorrer el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, que es también Reserva de la Biosfera y Patrimonio Mundial por la Unesco.
Las 15 608 Ha del parque en la comarca del Sobrarbe (Pirineo de Huesca) son una agrupación de paisajes cársticos, bosques de coníferas, glaciares y paisajes impresionantes dominados por el macizo de Monte Perdido (3355 m), con las cimas de las Tres Sorores, desde las que parten los valles de Ordesa, Pineta, Añisclo y Escuaín. El parque cuenta con rutas para recorrerlo en coche o a pie, unas más accesibles que otras, pero todas ellas espectaculares: aridez en las zonas altas, verdes valles cubiertos por bosques, cascadas, cañones y barrancos... Uno de los retos para los montañeros: recorrer el cañón de Añisclo, la joya de los cañones pirenaicos, no apta para todos los públicos.
4. Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici (Lleida)
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Con más de 200 lagos y estanques, donde beben el rebeco, el urogallo, la marmota o el quebrantahuesos, está menos concurrido que su vecino, el parque de Ordesa y Monte Perdido, pero para muchos resulta incluso más atractivo. Las vistas son impresionantes en cualquier rincón. Se trata de un buen ejemplo de los ecosistemas de la alta montaña pirenaica y de la acción de los glaciares del Cuaternario que ha logrado dibujar un entramado bellísimo de montañas y valles donde se alternan riscos, valles, cascadas y sierras.
Uno de los puntos más impresionantes del Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici son los riscos de Els Encantats, una masa pétrea culminada en dos cimas gemelas al pie del lago San Mauricio, y los meandros de alta montaña. El parque está en Lleida, Cataluña, entre las comarcas de Alta Ribagorça, Pallars Sobirà, Val d’Aran y Pallars Jussà. Se accede por Boí y Espot. Es perfecto para hacer excursiones a pie, como la del Camí dels Enamorats, la Roca de la Cremada o el Estany Llong o el perímetro del lago de Sant Maurici.
5. Parque Nacional de Sierra Nevada (Granada y Almería)
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Es el único lugar de España nominado en el Concurso de las Siete Maravillas de la Naturaleza. Y realmente es uno de los paisajes más impresionantes de la península, que representa la media y alta montaña mediterránea, con más de 2000 especies vegetales, muchas de ellas endémicas, y animales únicos. Impresiona especialmente contemplarlo desde el mirador de San Nicolás, con la Alhambra como escenario de fondo.
El Parque Nacional de Sierra Nevada lo comparten las provincias de Granada y de Almería, y está rodeado por un espacio protegido aún mayor, el Espacio Natural Sierra Nevada, que también comprende el Parque Natural de Sierra Nevada. Es aquí donde se localizan algunos de los mayores picos de la península, el Mulhacén (3482 m) y el Veleta (3392 m), y toda la zona de cumbres es un rosario de valles glaciares, circos coronados por crestas, lagunas que ocupan las depresiones y una flora de más de 2000 plantas catalogadas, de las 8000 aproximadamente que existen en la península.
Entre las experiencias más inolvidables, la ascensión al pico de la Veleta, donde desde lo más alto se puede contemplar una asombrosa vista y unos atardeceres mágicos o el senderismo por el cañón del río Monachil, la atractiva ruta de Los Cahorros. Como experiencias más accesibles, la visita a los pueblos de las Alpujarras (Lanjarón, Pitres, Bubión, Oriva…).
6. Parque Nacional de Doñana (Huelva y Sevilla)
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Este rincón del suroeste andaluz está declarado Patrimonio Mundial por la Unesco y es que Doñana es un lugar increíble: la mayor reserva ecológica de Europa, un espacio de dunas, bosques y marismas, refugio de especies en peligro como el águila imperial o el lince ibérico y, durante el invierno, hogar de numerosas especies de aves acuáticas (hasta 200 000 ejemplares).
Por su privilegiada situación entre dos continentes y entre el Atlántico y el Mediterráneo, su riqueza natural es extraordinaria, reuniendo un conjunto de ecosistemas por el que velan diferentes instituciones científicas. El Parque Nacional de Doñana ocupa 54 252 Ha entre las provincias de Huelva y Sevilla y se extiende 30 kilómetros por la costa atlántica para adentrarse hasta 25 km hacia el interior. Este humedal único es también la mayor área sin carreteras de Europa Occidental y un lugar donde el viajero puede saborear la esencia más poderosa de la naturaleza.
Desde su apertura en 1969 ha sufrido todo tipo de presiones de la agricultura, la caza, el turismo y el sector inmobiliario, pero ha logrado sobrevivir. Solo se puede visitar en circuitos guiados en todo terreno por empresas autorizadas. Los senderos próximos a los centros de visitantes del parque son de visita obligada y aptos para casi todos. La temporada migratoria (mar-may y sep-nov) son las mejores, sobre todo para los amantes de las aves.
7. Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real)
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Una de las razones para visitar Ciudad Real, Castilla-La Mancha, son las Tablas: un humedal único, que se forma en la confluencia de dos ríos, el Guadiana y el Cigüela, al descargar sus aguas subterráneas. Así se ha creado este rincón lleno de vida y con una enorme riqueza de aves. El Parque Nacional de las Tablas de Daimiel es el último representante del ecosistema conocido como “tablas fluviales”, que en otro tiempo dominó la llanura central de la Península Ibérica.
Es el más pequeño de los parques nacionales pero refleja el compromiso del país en la conservación de los humedales. Forma parte de los municipios de Villarubia de los Ojos y Daimiel, poblaciones de Castilla-La Mancha, y es también uno de los menos visitados y, por tanto, uno de los que mejor se puede disfrutar descubriendo sus peculiaridades. Su manto acuífero varía mucho de los años húmedos a los secos por lo que conviene acercarse cuando hay agua para verlo en todo su esplendor.
8. Parque Nacional de Cabañeros (Ciudad Real y Toledo)
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Lo que iba a ser un campo de tiro militar en 1987 generó un activo movimiento de protesta ciudadana y de las organizaciones ecológicas. El resultado fue el Parque Nacional de Cabañeros, que ocupa una parte de los montes de Toledo, entre Ciudad Real y Toledo, y que representa como ningún otro el ecosistema del bosque mediterráneo, refugio privilegiado de grandes rapaces, cigüeñas negras y otras especies en peligro de extinción.
A Cabañeros se le ha llamado el Serengeti español, y lo cierto es que se da un aire cuando se recorre en 4x4 para observar la fauna, y más aún cuando aparecen los ciervos, corzos o jabalíes al amanecer o al atardecer. Hay también 16 rutas para hacer a pie, algunas de las cuales se pueden hacer también en bicicleta o a caballo.
9. Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres)
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Muchos piensan que Monfragüe es el tesoro mejor guardado de Extremadura: un paraíso casi salvaje para los amantes de la ornitología y un verdadero santuario para las aves de paso, en el centro de la provincia de Cáceres, en el triángulo formado por Plasencia, Trujillo y Cáceres. Aquí viven unas 300 parejas de buitre negro, junto a águilas imperiales, cigüeñas negras, alimoches, buitres leonados… Pero además, en los ríos Tajo y Tiétar que atraviesan el parque viven las carpas y los barbos y más de 200 especies de vertebrados que encuentran aquí un hábitat perfecto.
Contemplar el vuelo de los alimoches o las águilas o disfrutar de sus incomparables paisajes y su vegetación se convierte en el objetivo de miles de visitantes que llegan al Parque Nacional de Monfragüe. Es imprescindible acercarse al castillo de Monfragüe, con unas vistas impresionantes y con uno de los lugares más famosos para la observación de aves: el mirador del Salto del Gitano.
10. Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (Madrid y Segovia)
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Reconocido en junio del 2013, ha sido el último en entrar en la Red de Parques Nacionales. También es el cuarto parque más grande de España, compartido por Madrid y Segovia. Ha costado conseguirlo, pero por fin los madrileños y segovianos pueden respirar algo más tranquilos sobre la conservación de su espacio más valioso, la sierra de Guadarrama, una parte del Sistema Central, culminada por circos y lagunas glaciares, con roquedos graníticos originales, ricos ecosistemas de alta montaña y grandes pinares. Sorprende también la riqueza de fauna que se reúne en sus 33 000 Ha, donde está representado el 45% de las especies animales que existen en el país.
Su cercanía a la ciudad de Madrid lo convierte en uno de los más habitados y visitados, con los consiguientes riesgos de saturación y degradación que esto conlleva. Sin embargo, la sierra está llena de rincones poco frecuentados de enorme belleza. Entre los lugares y experiencias imprescindibles, hay joyas del senderismo como el valle de la Barranca en Navacerrada, la subida a la Maliciosa, el embalse de Majalespino en Becerril de la Sierra o simplemente descubrir los pueblos serranos. Toda la sierra está muy vinculada culturalmente a la Institución Libre de Enseñanza y a la figura de Giner de los Ríos y a la creación de los primeros grupos excursionistas.
11. Parque Nacional Marítimo-Terrestre del Archipiélago de Cabrera (Baleares)
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El gran valor de este parque es que se mantiene casi virgen gracias al relativo aislamiento de Cabrera del resto de las islas baleares y de la península. Los buceadores conocen bien las maravillas de los fondos marinos de esta isla, a la que se llega solo desde Mallorca en barco. A mitad de camino se encuentra uno de sus atractivos más populares: la cueva azul, un extraordinario baño en alta mar. Para descubrir sus fondos marinos buceando es necesario pedir con bastante antelación un permiso al Govern de les Illes Balears.
El Parque Nacional Marítimo-Terrestre del Archipiélago de Cabrera mantiene un ecosistema sin alterar, típicamente mediterráneo y, aunque su mayor tesoro no está a la vista sino en el fondo marino, en tierra cobija también una gran riqueza natural propia de este tipo de islas e islotes, con importantes colonias de aves marinas y especies endémicas. Es un punto importante de escala en la ruta migratoria norte-sur de más de 150 especies de aves.
12. Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote)
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La isla canaria de Lanzarote tiene su parque nacional propio: un desierto, desolado y bellísimo. Timanfaya es un paisaje que acaba de nacer, resultado de fenómenos volcánicos recientes, y que todavía no ha sido colonizado del todo. Llaman la atención sus colores, negros y rojizos, salpicados por las manchas de diferentes tonos de los líquenes. Son especialmente interesantes sus endemismos vegetales y animales.
El Parque Nacional de Timanfaya es el único de la Red eminentemente geológico, que muestra el vulcanismo más reciente, ya que es resultado de las erupciones volcánicas que tuvieron lugar entre 1720 y 1736, y en 1824. La ausencia de vegetación, las formas rugosas, la variedad de los colores y las siluetas de los volcanes crean paisajes imponentes de extrema belleza. Se puede disfrutar de dos rutas de senderismo muy interesantes: la Ruta de Tremesana y la Ruta del Litoral y, quienes se animen, pueden hacer también alguna ruta en dromedario. Es más turístico pero es una experiencia interesante.
13. Parque Nacional del Teide (Tenerife)
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Es el mayor y más antiguo de los parques nacionales canarios, pero tiene otros 'récords' interesantes y curiosos: es el más alto, el más visitado (más de tres millones de turistas suelen visitarlo cada año) y también probablemente el más cinematográfico. En el Parque Nacional del Teide se han rodado películas como Hace un millón de años o Furia de Titanes. Y es que su paisaje es realmente único, y así se explica que sea precisamente aquí donde muchos amantes de lo esotérico esperan que se produzcan contactos extraterrestres.
El Teide es el techo del país: un enorme volcán nevado que se eleva hasta 3719 metros. Sus conos volcánicos y las coladas de lava forman un extraordinario paisaje, que se ha convertido en uno de los mayores atractivos turísticos de Tenerife.
14. Parque Nacional de la Caldera de Taburiente (La Palma)
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El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente impresiona al visitante con sus crestas de más de 2000 metros, talladas por procesos erosivos que nos dejan diques y roques. Es un parque de origen volcánico, pero curiosamente lo más llamativo son sus grandes recursos hídricos, tanto subterráneos como superficiales, que aparecen y desaparecen en forma de ríos coloridos y cascadas. Aquí viven especies endémicas de fauna y flora. Ocupa el centro de la isla canaria de La Palma y está considerado su espacio más emblemático.
La Caldera abarca un circo de 8 kilómetros de diámetro, tallado a lo largo de siglos por el viento, el agua y las múltiples erupciones volcánicas que le dan un aire diferente a cualquier otro lugar del mundo. Entre sus principales atractivos está el Roque de los Muchachos, un pico a 2426 metros donde se alza el famoso observatorio, con todo tipo de telescopios y cúpulas desde donde se observa y se estudia el cielo.
15. Parque Nacional de Garajonay (La Gomera)
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Garajonay ocupa el corazón de la isla de La Gomera, con sus bosques de laurisilva, únicos en el mundo. Las temperaturas son suaves pero hay una niebla casi permanente y que le confiere un aire de “mundo perdido”. Es un verdadero paraíso selvático en el hemisferio norte, uno de los últimos vestigios de las antiguas selvas subtropicales que ocuparon en otros tiempos áreas más extensas.
El Parque Nacional de Garajonay parece un bosque mágico, en el que las nieblas y las nubes se alternan manteniendo un ecosistema del Terciario. Lo más llamativo son sus muchas especies endémicas y la existencia de espectaculares monumentos geológicos, como Los Roques. Son especialmente atractivos los muchos miradores preparados para observar paisajes impresionantes y hacer fotos.