A pesar de que Austria siempre ha tenido un tamaño modesto, hubo un tiempo en el que sus soberanos gobernaron un imperio que se extendía por gran parte de Europa y tenía amplios poderes en las altas esferas. La historia de Austria habla de imperios fusionados y poderosos monarcas, guerra y revolución, explosión cultural, austrofascismo, ocupación por potencias extranjeras y una democracia estable.
En la prehistoria, las regiones alpinas de Austria eran frías, inhóspitas, pues se trataba de zonas casi impenetrables para el ser humano y la fauna. Mientras los mamuts se movían con torpeza por un paisaje helado, las primeras civilizaciones se desarrollaron en el valle del Danubio y en las llanuras más accesibles de Baja Austria. Diversos hallazgos arqueológicos se remontan a aquella época, incluidas estatuillas de Venus que hoy se exhiben en el Naturhistorisches Museum de Viena. La estrella de la colección es la Venus de Willendorf, descubierta en 1908 en la región del Wachau, en el valle del Danubio. La diminuta y regordeta figurilla de 11 cm está hecha de piedra caliza y se calcula que tiene unos 25 000 años.
Una civilización protocelta conocida como la cultura Hallstatt se asentó en la región hacia el 800 a.C. Estos protoceltas extraían sal de Salzkammergut y tenían tratos comerciales con los pueblos mediterráneos. Cuando otros celtas llegaron de Galia (Francia) a finales de la Edad de Hierro (hacia el 450 a.C.) se instalaron en el valle del Danubio y en las zonas ricas en sal de Salzburgo, donde se encontraron con los protoceltas de Hallstatt, y con los ilirios, llegados desde la región balcánica. Gradualmente fue tomando forma un reino ilirio-celta conocido como Noricum. Se extendía desde el este del Tirol hasta el Danubio y la franja este de los Alpes en Carintia, abarcando también partes de Baviera (Alemania) y Eslovenia. Actualmente en Hallstatt y Hallein se pueden ver exposiciones y obras de sal centradas en la cultura de Hallstatt y las civilizaciones celtas.
Los romanos, que cruzaron los Alpes en el año 15 a.C. y se asentaron al sur del Danubio, dividieron las regiones de Austria en zonas administrativas y construyeron fortalezas y ciudades como Carnuntum, Vindobona (precursora de Viena), Brigantium (Bregenz), Juvavum (Salzburgo), Flavia Solva (Leibnitz, en Estiria), Aguntum y Virunum (al norte de Klagenfurt). El Imperio romano de Occidente se derrumbó en el s. V y su lugar fue ocupado por nuevas tribus: los alamanes se establecieron en Vorarlberg, los eslavos ocuparon Carintia y Estiria, y los bávaros se asentaron al sur del Danubio en Alta y Baja Austria, el Tirol y la zona de Salzburgo. En el s. VII estos últimos ya controlaban la mayor parte de las regiones austriacas y las convirtieron en un territorio de habla germana.
Tras la caída del Imperio romano en el s. V no quedó ningún gran imperio propiamente dicho. Todo cambió con la expansión del Imperio carolingio en el s. VI, el más importante del continente en su época. Surgido al oeste de Francia y Bélgica, llegó a ser muy poderoso siguiendo el modelo romano bajo las órdenes de Carlomagno (747-814). Este creó una región neutral fundamental para el futuro de Austria en el valle del Danubio, posteriormente denominada Ostmark (Marca Oriental), que delimitaba el extremo este de su imperio, y en el año 800 fue coronado emperador por el Papa.
Al principio, la subida al poder de los Habsburgo fue algo vacilante. El período que llevó a la elección de Rodolfo I se conoce como el Interregno, una época en que el Sacro Imperio Romano fue incapaz de nombrar un monarca duradero. Tras la muerte de Rodolfo I en 1291, los Habsburgo se quedaron sin corona durante unos años, hasta que su sucesor, que no era Habsburgo, fue asesinado por los húngaros en 1298 y el hijo mayor de Rodolfo, Alberto I fue elegido jefe del imperio.
Inicialmente los Habsburgo sufrieron algunas derrotas humillantes, incluso a manos de los suizos, que habían empezado a crear uniones políticas para ayudar a mantener la paz tras la muerte de Rodolfo I. Posteriormente lucharían contra los Habsburgo, sentando las bases de la autonomía y, más tarde, la independencia de Suiza.
En Austria los Habsburgo consiguieron consolidar su posición: Carintia (además de Carniola en Eslovenia) perdió su independencia y fue anexionada en 1335, seguida del Tirol en 1363. Ello permitió al duque de Austria Rodolfo IV (1339-1365) seguir con su proyecto de consolidar sus territorios: en 1359 ordenó la construcción de Stephansdom, y en 1365 fundó la Universidad de Viena.
La clave histórica de la expansión de los Habsburgo no fue el uso de la fuerza, sino las uniones matrimoniales. El rey húngaro Matías Corvino (1443-1490), adaptando unas líneas de Ovidio, escribió: "Que otros hagan las guerras, pero tú, dichosa Austria, ¡únete en matrimonio! Que los reinos que Marte da a otros, a ti te los da Venus".
La era de los matrimonios de conveniencia comenzó con Maximiliano I (1459-1519), apodado "el Ãœltimo Caballero" por su tardía afición por los torneos medievales. Sus otras pasiones eran el arte renacentista, su propia tumba (que encargó en vida), y Alberto Durero (1471-1528), a quien pidió que trabajase en su tumba. Actualmente se encuentra en la Hofkirche de Innsbruck.
Pero fue la unión de Maximiliano con María de Borgoña (1457-1482) la que más repercusión tuvo en la fortuna de los Habsburgo, pues María era la única heredera de territorios como Borgoña y Luxemburgo. En 1482 una caída de un caballo le causó la muerte a María, y en consecuencia Borgoña, Lorena y los Países Bajos pasaron a manos de los Habsburgo. En esos días, estas regiones eran las más influyentes en los campos de la cultura, la prosperidad económica y el arte. Sin embargo, este hecho dio comienzo a una difícil relación entre Francia y los Habsburgo que duró siglos.
El "matrimonio español" de 1496 fue otro hábil enlace real. Cuando el hijo de Maximiliano, Philipp der Schöne (Felipe el Hermoso) se casó con Juana la Loca (1479-1555), España y sus colonias americanas, riquísimas en recursos, pasaron al poder de los Habsburgo, también llamados los Austrias en España. El hijo de ambos, Fernando I (1503-1564), contrajo matrimonio con Ana de Hungría y de Bohemia (1503-1547) cumpliendo el trato que su abuelo Maximiliano I había alcanzado con el rey Vladislao II (1456-1516), de modo que la familia también incluyó a Bohemia en el imperio. Según el mismo trato, María de Habsburgo (1505-1558) hubo de casarse con un miembro de la dinastía polaco-lituana de los Jagellón, que proveía de reyes a Polonia, Bohemia y Hungría. En 1526, cuando su esposo Luis II (1506-1526) murió ahogado en un afluente del Danubio durante la batalla de Mohács contra los turcos, Silesia (Polonia), Bohemia (República Checa) y Hungría fueron anexionadas al imperio de los Habsburgo.
Con Carlos V de Alemania y I de España (1500-1558) llegó la era del monarca universal, y los Habsburgo habían tomado posesión del reino de Nápoles, herencia por parte materna. Ahí terminó su expansión.
En los retratos oficiales, se procuraba disimular discretamente la deformación de la mandíbula y del labio inferior tan distintiva de la dinastía de los Habsburgo.
El s. XVI representó un período crucial en Austria, ya que el país tuvo que enfrentarse a la Reforma religiosa impulsada por Lutero, a una Contrarreforma que tenía como objetivo dar marcha atrás en las reformas de la Iglesia luterana y a una desastrosa Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que fragmentó los territorios alemanes de los Habsburgo.
En 1517, en la localidad alemana de Wittenberg, el teólogo Martín Lutero (1483-1546) hizo públicas sus 95 tesis que cuestionaban la práctica papal de vender indulgencias para obtener la remisión de los pecados. Amenazado con la excomunión, Lutero se negó a retractarse, rompió con la Iglesia católica, fue inhabilitado por el emperador y mientras se hallaba escondido tradujo el Nuevo Testamento al alemán. Excepto en el Tirol, casi toda la población austriaca se había convertido al protestantismo. En 1555 Carlos V firmó la Paz de Augsburgo, que otorgó los mismos derechos a las iglesias católica y protestante, y permitió que cada príncipe decidiera la religión de su principado. Los principados del norte de los territorios alemanes, más seculares, adoptaron las enseñanzas luteranas, mientras que los señores clericales del sur, el suroeste y Austria siguieron siendo católicos o adoptaron el catolicismo. Por ello ambas religiones están hoy bastante extendidas por los territorios que conformaban el Sacro Imperio Romano. Pero, además, el acuerdo no sentó bien en la Casa de Habsburgo: el emperador Carlos V había dedicado toda su vida a crear su llamada "monarquía católica universal". Poco después, en 1556, el monarca abdicó y se retiró al monasterio de Yuste, en España, donde falleció.
Los territorios del imperio fueron divididos entre la familia. Fernando I heredó Austria, así como Hungría y Bohemia, mientras que el único hijo legítimo del emperador, Felipe II (1527-1598), se quedó con España, Nápoles y Sicilia, los Países Bajos y las colonias de ultramar. Para reforzar el catolicismo en Austria, en 1556 Fernando I invitó a los jesuitas a Viena; en cambio, su sucesor, Maximiliano II fue muy tolerante con el protestantismo y las ideas de la Reforma. Cuando el ferviente católico Fernando II accedió al trono en 1619 y dio su apoyo a la Contrarreforma, los nobles protestantes de Bohemia se rebelaron e iniciaron un conflicto armado que se extendió con rapidez, hasta convertirse en la Guerra de los Treinta Años. Suecia y Francia se unieron a la contienda en 1635. En 1645 el ejército sueco protestante llegó cerca de Viena.
La calma se restableció con la Paz de Westfalia (1648), pero convirtió el imperio de los Habsburgo en un estado simbólico e impotente. Suiza y los Países Bajos obtuvieron la independencia y los Habsburgo perdieron territorio a manos de Francia.
El Imperio otomano consideraba Viena como la "ciudad de la manzana de oro", pero no era el Apfelstrüdel (pastel de manzana) lo que perseguían los turcos con sus incursiones. El primer asedio, en 1529, durante el reinado de Carlos V, fue iniciado por Solimán el Magnífico, que avanzó hacia Hungría y tomó Budapest antes de empezar un sitio de 18 días con el fin de conquistar Viena. Fue el enfrentamiento de dos potencias casi en la cima de su poder, pero los otomanos se retiraron súbitamente a Hungría. El sultán turco murió en el asedio de Szigetvár.
Al frente del segundo sitio turco, en 1683, estaba el gran visir Kara Mustafá. Además de las 25.000 tiendas del ejército otomano que rodearon el centro medieval de Viena, el general instaló a sus 1500 concubinas custodiadas por 700 eunucos negros.
De nuevo el asedio fue inútil, a pesar de que solo 10.000 hombres defendían Viena. El exceso de confianza de Mustafá fue su perdición, pues al no haber establecido guarniciones en el Kahlenberg, sus tropas se vieron sorprendidas por un ataque. El visir fue derrotado en Gran, tras lo que se retiró a Belgrado, donde le encontró el emisario del sultán Mehmet IV. La derrota le costó la vida y Mustafá aceptó su destino sin oponer resistencia. Cuando el ejército imperial austriaco conquistó Belgrado en 1718, la cabeza del gran visir fue desenterrada y llevada a Viena como triunfo.
María Teresa (1717-1780), cuya robusta figura en piedra ocupa actualmente un lugar destacado en la Maria-Theresian-Platz, fue en cierto modo la madre de la nación austriaca. Al morir su padre sin dejar herederos varones, ella gobernó durante 40 años, período en el que dio a luz 16 hijos. Una de ellos fue María Antonieta, esposa de Luis XVI, y su cuarto retoño, José II, pesó nada menos que 7 kg al nacer.
Aunque María Teresa es famosa por sus muchas reformas ilustradas, y a pesar de proceder de una familia que había llegado al poder con matrimonios estratégicos, era muy puritana. Una de sus medidas menos populares fue la creación del efímero Comité Contra la Conducta Inmoral en 1752, que irrumpía en las casas particulares con la intención de sorprender a los hombres que se divertían con mujeres fáciles. El comité incluso intentó atrapar al mismísimo Casanova durante su visita a Viena, y le echó de la ciudad en 1767.
El bajo concepto que tenía María Teresa de la fornicación (y del donjuanismo y la tendencia a orinar en público de Casanova) estaba sin duda influido por la conducta de su marido, Francisco I, un experto y entusiasta fornicador. Pero a pesar de los líos amorosos de este, María Teresa siguió siendo fiel al emperador y guardó luto de por vida tras su fallecimiento súbito en 1765. Se retiró al Schloss Schönbrunn de Viena, dejó el mando del Estado en manos de José II como corregente.
El período de la Ilustración empezó con María Teresa y siguió durante el correinado de José II a finales del s. XVIII. Viena pasó de ser el lugar donde vivían y gobernaban los Habsburgo a ser una capital administrativa. Por primera vez se creó una burocracia operativa, que respondía directamente ante la monarquía. José, con el mismo temple que su madre, inició un período de mayor tolerancia religiosa y en 1781 promulgó un edicto que garantizaba a los protestantes los mismos derechos que a los católicos. Diversos decretos otorgaron a los judíos más libertad, permitiendo que desempeñaran un papel más activo en el comercio y la educación, a la vez que promovió la asimilación de los judíos en la sociedad austriaca, prohibiendo aquellas costumbres que lo dificultaran.
La Revolución francesa de 1789-1799 fue una explosión política que llevó a Europa a una nueva era de republicanismo y que desafió los anacronismos feudales que todavía sobrevivían, como el Sacro Imperio Romano. También llevó al poder a Napoleón Bonaparte (1769-1821), el modernizador de Europa. Su código civil, el código napoleónico, fue el pilar de las leyes modernas y supuso un anatema para todos los privilegios de rango y nacimiento que habían permitido a los Habsburgo reinar y gobernar.
Austria intervino casi en todas las guerras napoleónicas desde 1803 a 1815, año en que Napoleón fue finalmente derrotado en la batalla de Waterloo. Bonaparte ocupó Viena en dos ocasiones, en 1805 y 1809. En abril de 1809, durante la ocupación napoleónica, el Tirol, que había caído en manos de Baviera, fue el escenario de otro levantamiento cuando el posadero Andreas Hofer (1767-1810) lideró una sublevación por la independencia. Por su rebeldía, Hofer fue juzgado y ejecutado a instancias del propio Napoleón. Su tumba se halla en la Hofkirche de Innsbruck.
A pesar de su derrota final, la política de Napoleón acabó provocando la caída del Sacro Imperio Romano. El monarca Francisco II se reinventó como Francisco I de Austria, y el hombre a quien designó para trazar la Europa posnapoleónica, el primer ministro Klemenz von Metternich, ascendió hasta liderar el mayor encuentro diplomático de Europa, el Congreso de Viena, celebrado en 1814-1815 para reorganizar el continente. Los Habsburgo sobrevivieron a todos estos cambios, y durante los años Vormärz (anteriores a la fallida Revolución de marzo de 1848) dominaron una imprecisa Deutscher Bund (Confederación Germánica) que comprendía cientos de pequeños estados. Este fue un período reaccionario, al que correspondió un modesto florecimiento cultural conocido como Biedermeier.
Durante la primera mitad del s. XIX, los ciudadanos, oprimidos por el absolutismo monárquico empezaron a plantear sus reivindicaciones democrático-liberales. La policía de Metternich, convertido en canciller, se enfrentó encarnizadamente a los liberales y a los nacionalistas austriacos, que exigían libertad. El nacionalismo, una de las mejores opciones para liberalizar la sociedad austriaca en aquella época, amenazaba con agrietar el delicado contorno del imperio Habsburgo. Además, las terribles condiciones de vida de los obreros fabriles hicieron aumentar aún más el descontento general.
Las chispas de la revolución de París en febrero de 1848 incendiaron Viena en marzo del mismo año. Sin embargo, como reflejo de la división entre la ciudad y el campo, el levantamiento no se extendió a otras regiones, salvo a Estiria. Una revolución similar de los alemanes hizo que algunos revolucionarios austriacos se inclinaran a favor de formar parte de una gran Alemania liberal unificada. Ello planteó la cuestión Grossdeutsch-Kleindeutsch (gran Alemania-pequeña Alemania), una Alemania con o sin Austria, reflejo de la relación entre austriacos y alemanes.
Los rebeldes exigían un Parlamento y lo consiguieron, aunque por poco tiempo. En mayo y junio de 1848 el monarca Fernando I proclamó varios manifiestos que allanaron el camino a la asamblea parlamentaria que tuvo lugar un mes más tarde. Él y su familia huyeron a Innsbruck, lo cual debería haber significado el final de los Habsburgo, pero no fue así. El Parlamento aprobó un proyecto de ley que mejoraba la situación de los campesinos, y Fernando tuvo el acierto de ratificarlo, lo cual le supuso de inmediato el apoyo de todas las regiones rurales. Mientras tanto, los Habsburgo recibieron un baño de masas cuando el general Radetzky (1766-1858) recuperó Lombardía (Italia) tras una victoriosa campaña militar.
Sin embargo, en octubre de 1848 Viena se vio sacudida por otra revolución. Aunque al final fue sofocada, los Habsburgo decidieron prescindir de Fernando I y poner en su lugar a su sobrino Francisco José I, quien dictó su propia constitución monárquica y disolvió el Parlamento a comienzos de 1849. La asamblea no se volvió a reunir hasta 1867.
En septiembre de 1849 se decidió evaluar los daños, contar las víctimas y, ver qué se había conseguido. Austria no era una democracia, ya que el káiser ostentaba el poder absoluto. Pero revolución había eliminado los últimos vestigios del absolutismo y había convertido a los súbditos en ciudadanos del Estado.
En 1867 nació el Imperio austrohúngaro y los Habsburgo concedieron una mayor autonomía a Hungría en un intento de conservar su apoyo. Este imperio se extendió hasta incluir regiones centrales de Austria, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina, así como la región de Voivodina, en Serbia, y otros territorios menores dispersos por el norte de Italia, Rumanía, Polonia y Ucrania.
Era la llamada monarquía "KuK" (König und Kaiser, rey y emperador), pues el káiser o emperador de Austria ostentaba también el título de rey de Hungría. En la práctica los dos países se fueron distanciando poco a poco y solo les unían la monarquía dual y un par de ministerios importantes, el de Guerra y el de Asuntos Exteriores. Esta "monarquía del Danubio" o Imperio austrohúngaro fue la última etapa del imperio Habsburgo, que duraría hasta 1918, cuando se desmoronó por completo.
A finales del s. XIX Austria se incorporó al proceso de industrialización, al que correspondió el auge de partidos políticos emanados de los movimientos obreros, como en otros países del continente. El partido político más antiguo del país, el Sozialdemokratische Partei Österreichs (SPÖ; Partido Socialdemócrata de Austria), fue fundado como Partido Socialdemócrata Obrero en 1889 siguiendo el modelo alemán. A principios del s. XX Austria, y Viena en particular, vivieron una de sus épocas culturales más brillantes. Entre 1860 y 1890 la población de la ciudad casi se duplicó, hasta superar los dos millones de habitantes.
Viena fue el centro político y cultural de un imperio que abarcaba Austria y Hungría, pero que también incluía 15 países más, lo que la convirtió en un polo de atracción de artistas, arquitectos, exiliados y simples arribistas decididos a probar suerte en la capital. Pero en este imperio, austriacos y húngaros gozaban de un estatus superior al de los eslavos, lo que facilitaba la explotación y provocaba tensiones en la ciudad.
Arquitectónicamente, Viena fue transformada gracias a un alud de edificios y grandes proyectos de infraestructuras entre los que destaca la red de metro. El movimiento de la Secesión, el equivalente austriaco del art nouveau, surgió como rechazo al historicismo. En Viena y en todo el país se construyeron nuevas residencias y las cafeterías, especialmente en la capital, fueron el centro de la actividad literaria y musical. En 1913 el músico Arnold Schönberg empezó a desarrollar su estilo atonal de composición al dirigir su famoso Watschenkonzert ("concierto del cachete en la oreja") en la Musikverein de Viena. Para el público, habituado a las notas suaves del Romanticismo, debió de ser una auténtica agresión auditiva.
En esos años, Sigmund Freud (1856-1939) abrió su consulta en la Bergstrasse de Viena y puso en jaque la represión sexual y psicosocial de la mentalidad tradicional. Utilizó el término "psicoanálisis" y explicó el papel que desempeña la sexualidad en la vida humana. Fue, de hecho, un período muy sexualizado, con escritores como Arthur Schnitzler y pintores expresionistas como Egon Schiele, Gustav Klimt u Oskar Kokoschka, que hicieron de la sexualidad el tema central de sus obras. Pero todo acabó con la I Guerra Mundial.
El asesinato de Francisco Fernando, sobrino de Francisco José, en Sarajevo el 28 de junio de 1914, desencadenó la primera de las dos catastróficas guerras mundiales del s. XX. Casi de la noche a la mañana, la explosión cultural de la Austria de fin de siglo fue sustituida por la explosión de las granadas en las trincheras. El monarca respondió al asesinato con la declaración de guerra a Serbia un mes más tarde, creyendo que sería una breve campaña de castigo. Pero el bando austrohúngaro estaba mal equipado, y la guerra se convirtió rápidamente en un conflicto paneuropeo en el que Alemania, Austria-Hungría y Turquía se vieron enfrentadas a la coalición formada por Rusia, Gran Bretaña, Francia e Italia. Durante la guerra murió Francisco José, y fue sucedido por Carlos I. Finalmente, una sublevación de las tropas en Italia provocó que el resto del ejército dejara las armas, lo que causó la derrota y el hundimiento del imperio. La I Guerra Mundial acabó con 1,4 millones de víctimas militares austrohúngaras, además de 3,5 millones de heridos. En Europa fue considerada un hecho sin precedentes por el nivel de destrucción y sufrimiento, tan horrible que fue bautizada como "la guerra para acabar con las guerras".
Tras la derrota y la abdicación de Carlos I, Austria proclamó la República el 12 de noviembre de 1918. Estaba reducida a un pequeño país de 6,5 millones de habitantes, la mayoría de los cuales hablaban alemán. El sur del Tirol fue separado de Austria y entregado a Italia. La percepción general era que un país de ese tamaño tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Se encontraba atrapado entre movimientos opuestos que, o bien querían unirse a Alemania y volver a la monarquía, o bien separarse y unirse a otro país, como en el caso de Vorarlberg, que intentó unirse a Suiza. La pérdida de territorio provocó graves dificultades económicas. Industrias enteras se hundieron y el paro aumentó, agravado por el regreso de los soldados y la llegada de refugiados, pero también por el elevado número de burócratas que, con el hundimiento de la corona, se habían quedado sin trabajo.
Uno de los problemas más graves a los que se enfrentaba la nueva República era la división existente entre las ciudades gobernadas por los socialistas, sobre todo la "Viena roja", y las regiones rurales, extremadamente conservadoras. El ejército de 30 000 soldados creado para garantizar la existencia del país también era muy conservador. A la debilidad de este ejército se sumaba una fuerza policial incapaz de evitar el surgimiento de grupos paramilitares de derechas e izquierdas.
El Partido Socialdemócrata Obrero creó la Liga de la Defensa Republicana (Schutzbund), mientras que en el otro extremo político, el Christlichsoziale Partei (Partido Socialcristiano), un partido nacionalista católico surgido a finales del s. XIX que sobrevivió hasta 1934, creó estrechos vínculos con diversos grupos paramilitares ultraconservadores.
A mediados de la década de 1920, paramilitares armados de ambas tendencias recorrían las calles de Viena y otras localidades protagonizando violentos enfrentamientos. Cuando en 1927 un tribunal de Viena absolvió a miembros de los Frontkämpfer (Luchadores del Frente), paramilitares de derechas, acusados de matar a dos civiles durante una manifestación, los grupos de izquierdas se sublevaron y asaltaron el Justizpalast (Palacio de Justicia) de la ciudad. La policía retomó el control del edificio, pero unas 90 personas murieron y más de 1000 resultaron heridas en la revuelta. Llegaban tiempos turbulentos.
A principios de la década de 1930 se intensificó la amenaza a la población judía de Austria, que culminaría en una tragedia cultural, intelectual y, por encima de todo, humana.
La judería austriaca cuenta con una larga y rica historia. La primera mención conocida sobre judíos en Viena data de 1194 y hace referencia a un hombre llamado Schlomo; él y otros 16 judíos vieneses fueron asesinados por cruzados que se dirigían a Tierra Santa. Poco a poco se fue estableciendo un gueto alrededor de la actual Judenplatz de la capital.
Históricamente los judíos solo podían ejercer algunos oficios. Pocas veces se les permitía entrar en los gremios de comerciantes o realizar trabajos de agricultura, por lo que se ganaban la vida con el comercio o prestando dinero. En la Edad Media se divulgaron dos calumnias contra los judíos que les pusieron las cosas difíciles. Según una de ellas, ultrajaban a Cristo clavando alfileres en hostias de comunión y haciéndolas llorar o sangrar; y según la otra, los judíos bebían sangre de cristianos durante sus rituales. En 1420 esas difamaciones dieron pie a uno de los peores pogromos de Viena y muchos judíos se suicidaron. La sinagoga de la Judenplatz fue destruida y sus piedras se usaron para construir la antigua universidad.
Los judíos tuvieron prohibido instalarse en Viena por ley hasta 1624, aunque a veces se daba una cierta permisividad. No obstante, fue una época dura para la comunidad, y en 1670, cuando Leopoldo I (1640-1705) los expulsó de Unterer Werd, el barrio fue rebautizado con su nombre actual, Leopoldstadt. Sin embargo, volvieron al distrito, que se convirtió en el barrio judío más extenso de Viena hasta la II Guerra Mundial.
Debido al asedio turco de 1683, la economía se debilitó y los judíos se instalaron en la ciudad como prestamistas. A partir de 1718 la amenaza disminuyó, y un buen número de judíos sefardíes llegaron desde España y crearon su propia comunidad. Un decreto promulgado por el emperador José II (1741-1790) hizo que las condiciones de los judíos mejoraran, y cuando Francisco I llegó al trono les permitió crear escuelas, de modo que empezaron a moverse en círculos burgueses y literarios.
Las revoluciones de 1848 provocaron los mayores cambios. Los judíos de Viena estuvieron a la cabeza de los levantamientos, y eso derivó en la libertad de culto, prensa y escolarización. Además, se fundó la Israelitische Kultusgemeinde (comunidad religiosa israelita) más de un siglo después de que los sefardíes hubiesen fundado su barrio. Actualmente esta es la organización religiosa judía más grande de Austria.
En 1878 el judaísmo de Austria vivió una nueva revolución con la llegada desde Budapest de Theodor Herzl (1860-1904), fundador del sionismo político, un concepto que aunaba las ideas del movimiento obrero con el apoyo a la creación de un estado judío. Su libro El estado judío (1896) fue crucial para la fundación de Israel.
Desde Adolf Fischhof (1816-1893), cuyo discurso político sobre la libertad de prensa en 1848 fue fundamental para desencadenar la revolución, hasta Herzl y Viktor Adler (1852-1918), fundador de la socialdemocracia austriaca, los judíos lideraron varias reformas en Austria y tuvieron un papel clave durante el período de la "Viena roja" en los años veinte y comienzos de los treinta.
El papel de Austria durante la II Guerra Mundial es uno de los aspectos más controvertidos de su historia moderna. Hitler era popular en el país, que surtió a las SS y al ejército alemán de un número desproporcionado de oficiales. En resumen, lo que Hitler y los nazis no podían conseguir con la presión, lo obtenían los austriacos mediante su apoyo directo e indirecto al nazismo y a la guerra del dictador.
La depresión económica mundial provocada por el hundimiento de la bolsa en 1929 alimentó aún más el descontento y la división. Un 25% de la población activa estaba sin trabajo. El austromarxismo, que buscaba una tercera vía entre el leninismo ruso y el revisionismo surgido en algunos movimientos socialdemócratas europeos, contó con muchos seguidores en las ciudades. Algunas de sus figuras clave, que hoy representan una especie de "quién es quién" en el callejero de Viena, fueron Karl Renner (1870-1950), Otto Bauer (1881-1938), Friedrich Adler (1879-1960), Max Adler (1873-1937) y Rudolf Hilferding (1877-1941). A diferencia del marxismo revolucionario, sus dirigentes estaban comprometidos, como dijo Otto Bauer, a "ganarse las mentes de la gente, no a destrozar sus cabezas".
El primer gobierno de la República de Austria fue una coalición de partidos de izquierda y derecha liderada por el canciller Karl Renner. Una figura clave de la derecha fue Ignaz Seipl (1876-1932), que fue canciller durante la década de 1920 y cuya ideología era opuesta al marxismo.
En 1930 la derecha conservadora impuso un cambio constitucional que otorgó más poder al presidente y debilitó el Parlamento. La política se radicalizó, grupos paramilitares afines a la derecha apoyaron formalmente el fascismo austriaco, y cuando Engelbert Dollfuss (1892-1934) fue nombrado canciller en 1932, Austria dio un paso más para convertirse en un Estado fascista.
En 1933, durante la caótica sesión parlamentaria que siguió a una serie de huelgas obreras y a una dura respuesta por parte del Gobierno, Dollfuss declaró su intención de gobernar sin el Parlamento. Este hecho marcó el inicio de un período en que socialistas y socialdemócratas fueron gradualmente ilegalizados y los movimientos obreros se debilitaron. En 1933 la policía entró por la fuerza en la sede de los paramilitares de izquierdas Schutzbund, provocando un levantamiento en Linz, Viena y otros centros industriales, que condujo a la guerra civil. El ejército aplastó el levantamiento. Dirigentes socialdemócratas fueron ejecutados y el movimiento fue declarado ilegal, con lo que la lucha antifascista se convirtió en un movimiento clandestino.
En 1934, Dollfuss, un hombre religioso respaldado por el dictador italiano Benito Mussolini, fue asesinado en un fallido golpe de Estado planeado por los nazis austriacos, a quienes también había ilegalizado.
Mientras Hitler tomaba el poder en Alemania en 1933 y eliminaba toda oposición, al otro lado de la frontera, en Austria, un gobierno austrofascista volvió a legalizar la rama local del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán; NSDAP) de Hitler, que no era democrático, ni obrero, ni socialista. Este hecho, que tuvo lugar bajo presión de Hitler, permitió a los nazis llegar al poder en Austria. El 12 de marzo de 1938, cuando las tropas hitlerianas cruzaron la frontera y ocuparon Austria en la denominada Anschluss (anexión), el país pasó a formar parte de la gran Alemania. Fue el punto final de un período convulso en el que los líderes austriacos se habían constituido en dictadores, pero no les gustaba la idea de formar parte de la Alemania nazi de Hitler. Días más tarde el Führer realizó su famoso discurso en la Heldenplatz de Viena ante una multitud de decenas de miles de personas que lo vitoreaban, y declaró a Austria parte de la nación alemana.
Los acontecimientos del período nazi, que culminaron con el Holocausto, están grabados en la memoria colectiva judía: las Leyes de Núremberg, el expolio de sus propiedades, la llamada "Noche de los Cristales Rotos" del 9 al 10 de noviembre de 1939, cuando las sinagogas y comercios fueron quemados y los judíos perseguidos por las calles, etc.
La llegada de Hitler a Viena en marzo de 1938 complicó aún más las cosas a los judíos que todavía no habían conseguido huir del país. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, se mostró reacio a abandonar Viena durante algún tiempo; sin embargo, en junio de ese mismo año tuvo que huir a Inglaterra. Asimismo, el compositor clásico más innovador del s. XX, Arnold Schönberg (1874-1951), perdió su trabajo como profesor de música en Berlín en 1933, y se marchó a Estados Unidos. Ambos son solo dos ejemplos de los muchos judíos austriacos destacados que tuvieron que exiliarse.
Pero otros no tuvieron tanta suerte. Durante el Holocausto o Shoah, un proceso brutal y sistemático mediante el cual Hitler trató de erradicar el judaísmo en Europa, unos 65.000 judíos austriacos perecieron en los campos de concentración repartidos por Europa central, lo que acabó con una historia cuyos orígenes se remontaban a la Edad Media. La comunidad judía del país aún no se ha recuperado.
A causa de las atrocidades cometidas por los nazis, actualmente la comunidad judía es mucho menor de lo que fue en otros tiempos. Unos 8000 judíos vinculados a alguna comunidad viven hoy en Austria, y hay entre 3000 y 5000 que no pertenecen a ninguna. Ese número se incrementó con la llegada de judíos de la Unión Soviética en la década de 1990. Actualmente llegan a Viena muchos judíos procedentes de Hungría, país donde el antisemitismo es un fenómeno en aumento.
Con la anexión de Austria en 1938, la oposición se convirtió en resistencia. Como siempre, cuando las tropas del dictador atravesaban un territorio, la resistencia desde dentro era muy difícil. Curiosamente, los líderes de la resistencia tirolesa solían oponerse al nazismo recordando la revuelta del posadero tirolés Andreas Hofer, que en 1809 lideró una sublevación a favor de la independencia. Un Österreichisches Freiheitsbataillon (batallón austriaco por la libertad) luchó junto al Ejército de Liberación Popular de Yugoslavia, y los grupos partisanos de Estiria y Carintia mantuvieron lazos con otros guerrilleros yugoslavos. Sorprendentemente, al contrario que en otros países, Austria no tenía gobernantes exiliados.
La resistencia se hizo más fuerte una vez que la guerra parecía perdida para Hitler. El 20 de julio de 1944 los oficiales de alto rango perpetraron un atentado fallido contra el dictador. En la conjura estuvieron implicados, entre otros, el austriaco Robert Bernardis (1908-1944) que posteriormente fue ejecutado por los nazis, y Carl Szokoll (1915-2004), que no fue descubierto. El grupo de resistencia más famoso fue el 05, al que perteneció Adolf Schärf (1890-1965), presidente del país entre 1957 y 1965.
Con la inminente llegada del Ejército Rojo a Viena en 1945, el grupo de resistencia 05 colaboró estrechamente con Szokoll y otros militares en la Operación Radetzky para liberar la capital durante los últimos días de la guerra. Aunque pudieron establecer contacto con el Ejército Rojo mientras este se aproximada a la ciudad, fueron traicionados en el último momento y varios miembros del grupo fueron colgados en las farolas de las calles. Al final fue el Ejército Rojo, no los austriacos, el que liberó la capital.
Poco después de la liberación, Austria declaró su independencia de Alemania. Se estableció un gobierno federal provisional liderado por el socialista Karl Renner y el país fue ocupado por los aliados. Viena fue dividida en cuatro zonas; fue la época de los "cuatro hombres en un jeep" tan bien descrita por Graham Greene en su novela llevada al cine El tercer hombre.
Los retrasos causados por el enfriamiento de las relaciones entre las superpotencias prolongaron la ocupación aliada durante 10 años. El 15 de mayo de 1955 se ratificó el Tratado del Estado Austriaco, en el que Austria proclamaba la neutralidad permanente. La Unión Soviética insistió en que Austria se declarase neutral como condición para poner fin a la ocupación en 1955, y en el último momento el reconocimiento de la culpa de Austria en la II Guerra Mundial se eliminó del tratado.
Las fuerzas aliadas se retiraron y en diciembre de 1955 Austria entró en la ONU. La economía mejoró gracias a las ayudas del Plan Marshall y al cese de la retirada de propiedad industrial por parte de los soviéticos. Como capital de un país neutral limítrofe con el frente de la Guerra Fría, Viena atrajo a espías y diplomáticos: Kennedy y Kruschev se reunieron aquí en 1961, Carter y Brezhnev en 1979, y la ONU se instaló en 1979.
La imagen internacional de Austria se deterioró tras la elección en 1986 de Kurt Waldheim como presidente de la República, pues se reveló que había servido en una unidad de la Wehrmacht alemana implicada en crímenes de guerra durante la II Guerra Mundial. Austria se enfrentaba en serio por primera vez a su pasado nazi. Las acusaciones de que Waldheim había cometido dichos crímenes mientras servía como teniente en el ejército alemán en los Balcanes nunca pudieron ser probadas, pero el presidente electo de Austria no quiso dar detalles ni expresar remordimiento por el papel que desempeñó durante la guerra.
En 1993 el canciller Franz Vranitzky finalmente admitió que los austriacos "sirvieron voluntariamente al nazismo". Desde entonces Austria ha intentado reparar el daño causado. En 1998 se creó la Comisión Histórica Austriaca para investigar y revelar las expropiaciones realizadas durante la época nazi, y en el 2001 el alcalde de Viena, Michael Häupl, declaró que tras haberse presentado durante años como la primera víctima del nacionalsocialismo, Austria debía admitir su participación activa en los crímenes del régimen. Este hecho marcó un enfoque más crítico del papel que tuvo Austria durante la dictadura nazi.
Según el historiador y politólogo Anton Pelinka, Austria pasó las primeras décadas de la Segunda República afianzando su propia vía política y social, pero desde mediados de la década de 1980 ha seguido un camino de occidentalización. Dos características de este proceso son su ingreso en la Unión Europea (UE) en 1995 y la adopción del euro en 1999.
El consenso político que vio como los dos partidos mayoritarios, el SPÖ y el ÖVP, dominaban la política ha dado paso a una polarización. En 1986 se fundó el partido Die Grünen (Los Verdes), muy afín a un partido ecologista de Alemania. En el otro extremo del espectro se halla el Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ; Partido de la Libertad de Austria), fundado en 1955 y con una elevada presencia de nazis. Sin embargo, en 1986 su carismático líder Jörg Haider (fallecido en accidente de tráfico en 2005)reinventó la organización como un partido populista de derechas, centrado en los problemas de la inmigración e integración y en las leyes de asilo.
En el 2000 el FPÖ formó por primera vez una coalición federal con el ÖVP, lo que provocó manifestaciones contra el FPÖ. En los últimos años ha aumentado la fragmentación, como lo demuestra el surgimiento en el 2012 del Team Stronach, una plataforma política con rasgos distintivos del populismo de derechas, fundada por el industrial más poderoso de Austria, Frank Stronach.