Pese a ser un país antiquísimo, Eslovenia solo tiene unas décadas de vida como estado. Sus orígenes se remontan al menos 1500 años atrás, pero su independencia es mucho más reciente, pues no llegó a ser una república independiente hasta junio de 1991. La historia de lo que hoy es Eslovenia arranca con la emigración en masa de los celtas, pero, a finales del s. XIII, llegaron los Habsburgo y se quedaron más de seis siglos.
La zona de la actual Eslovenia ha estado ocupada desde el Paleolítico. En una cueva cerca de Orehek, en el suroeste de Postojna, se han encontrado herramientas de piedra que datan del 250 000 a.C.
Durante la Edad del Bronce (2600-800 a.C. aprox.) ya se cultivaba la tierra y se criaba ganado en Ljubljansko Barje (la zona pantanosa sita al sur de la actual Liubliana) y en el lago Cerknica. Los habitantes de la zona vivían en chozas redondas levantadas sobre pilotes y comerciaban con otros pueblos de la llamada “Ruta del Ámbar”, que conectaba los Balcanes con Italia y el norte de Europa.
En torno al año 700 a.C. los habitantes de la zona pantanosa de Liubliana se vieron desbordados por las tribus ilirias del sur, que llevaban consigo herramientas de hierro y armas. Se asentaron básicamente en el sureste, construyeron sus propias fortificaciones sobre colinas y llegaron a su cénit entre el 650 y el 550 a.C., durante el denominado período Hallstatt. En tumbas cerca de Stična y en Vače, cerca de Litija, se han encontrado cascos de hierro, joyas de oro y situlae (acetres, recipientes labrados) con los singulares motivos geométricos Hallstatt. En el Museo Nacional de Eslovenia en Liubliana y en el Museo Delenjska en Novo Mesto pueden verse excelentes ejemplos.
Hacia el 400 a.C. tribus celtas procedentes de tierras de las actuales Francia, Alemania y República Checa empezaron una ofensiva hacia los Balcanes, mezclándose con la población autóctona y fundando el reino nórico, primera formación estatal en lo que hoy es suelo esloveno.
En el 181 a.C. los romanos fundaron la colonia de Aquileia (Oglej en esloveno) en el golfo de Trieste para proteger la península itálica de las incursiones tribales. Dos siglos más tarde incorporaron el reino celta nórico al imperio y comenzaron su expansión al resto de las actuales Eslovenia e Istria.
Los romanos dividieron la zona en las provincias de Noricum, la Panonia Superior e Inferior e Histria, más tarde llamada Iliria, y construyeron carreteras que conectaban con sus nuevos enclaves militares. Desde estas bases se desarrollaron las importantes ciudades de Emona (Liubliana), Celeia (Celje) y Poetovio (Ptuj), donde todavía pueden verse vestigios de la presencia imperial.
A mediados del s. V los hunos, bajo el mando de Atila, invadieron Italia a través de Eslovenia, atacando a su paso Poetovio, Celeia y Emona. Tras ellos llegaron los ostrogodos germánicos y luego, los longobardos, quienes ocuparon gran parte del territorio. La última gran oleada la componían los primeros eslavos.
Los ancestros de los actuales eslovenos llegaron de la cuenca Cárpata en el s. VI y se establecieron en los valles de los ríos Sava, Drava y Mura, así como al este de los Alpes. En sus tierras de origen eran un pueblo pacífico, que vivía en bosques o junto a ríos y lagos, criando ganado y cultivando la tierra con el método de roza y quema.
A principios del s. VII los eslavos alpinos estaban unidos bajo el mando del duque Valuk y sumaron fuerzas con el reino franco. Gracias a esta unión nació el ducado de Carantania (Karantanija), con sede en el castillo de Krn (actualmente Karnburg), cerca de Klagenfurt, en la actual Austria.
En un siglo, había surgido una nueva clase de plebeyos ennoblecidos llamados kosezi, quienes elegían públicamente y coronaban el nuevo knez (gran duque) en la knežni kamen (roca del duque), sita en el patio del castillo de Krn. Este proceso era único en la Europa feudal de la Alta Edad Media.
En el 748, el Imperio carolingio incorporó Carantania como estado vasallo, trasmutó su nombre a Carintia y empezó a convertir a su pueblo al cristianismo. A comienzos del s. IX, la autoridad religiosa sobre el territorio hoy esloveno era compartida entre Salzburgo y el Patriarcado de Aquilea, en la actual provincia de Udine, Italia. Las autoridades francas comenzaron a sustituir a los nobles eslovenos por condes de origen germánico, reduciendo al campesinado local a la servidumbre. La nobleza alemana ocupaba así la cima de la jerarquía feudal, lo que más tarde se convertiría en uno de los mayores obstáculos al desarrollo nacional y cultural esloveno.
Con el derrumbe del imperio franco en la segunda mitad del s. IX, un príncipe carintio llamado Kocelj creó un efímero reino independiente esloveno [869-874] en la Panonia Inferior, la zona que se extiende al sureste desde Estiria hasta los ríos Mura, Drava y Danubio. Pero Otón I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, pronto le puso fin, tras derrotar a los magiares a mediados del s. X.
Los alemanes decidieron refundar Carintia, dividiendo la zona en una media docena de regiones fronterizas (krajina) o marcas. Estas se convirtieron en las provincias eslovenas que permanecerían básicamente sin cambios hasta 1918 y aun hasta hoy: Carniola (Kranjska), Carintia (Koroška), Estiria (Štajerska), Gorica (Goriška) y la llamada Carniola Blanca (Bela Krajina).
En el s. X comenzó un impulso para completar la germanización de la región. La tierra se repartió entre la pequeña nobleza alemana y varias diócesis eclesiásticas. La población, sin embargo, mantuvo su propia identidad, en gran parte debido a la intensa obra educativa y pastoral por parte del clero.
Entre los ss. X-XIII se construyó la mayor parte de los castillos de Eslovenia y se fundaron muchos monasterios importantes, como Stična y Kostanjevica. Las ciudades también empezaron a desarrollarse como centros administrativos, comerciales y sociales a partir del s. XI.
En la Alta Edad Media la dinastía de los Habsburgo solo era una de las tantas familias aristocráticas alemanas que luchaban por la hegemonía en suelo esloveno. Otros, como los Andech, Spanheim y Žonek (más tarde, condes de Celje) fueron igualmente poderosos en varias épocas. Pero mientras las demás dinastías se casaban entre ellas o desaparecían, los Habsburgo consolidaron su poder. Entre finales del s. XIII y comienzos del s. XVI, casi todas las tierras habitadas por eslovenos quedaron bajo poder de los Habsburgo. Para entonces el territorio esloveno sumaba en torno a 24 000 km², un 15% más grande que su tamaño actual. El país empezó a desarrollarse con la apertura de metalurgias (en Kropa) y minas (en Idrija), y muchas ciudades y villas recibieron sus propios fueros. Este progreso económico redujo las diferencias entre los campesinos reprimidos, que se unieron contra sus señores feudales.
Los ataques de los turcos otomanos en el sureste de Europa a comienzos del s. XV ayudaron a radicalizar a los campesinos y trabajadores sin tierra, a quienes se exigía levantar sus propias defensas, continuar pagando tributos y trabajar para sus señores feudales. Entre los ss. XIV-XIX tuvieron lugar en territorio esloveno más de cien revueltas campesinas, que llegaron a su apogeo entre 1478 y 1573. Junto con la Reforma protestante de finales del s. XVI, dichas revueltas se consideran un momento decisivo del despertar nacional esloveno.
La Reforma protestante en Eslovenia estuvo asociada a la nobleza desde 1540 y, en general, fue ignorada por la población rural, salvo por aquellos que vivían o trabajaban en tierras propiedad de la Iglesia. Pero los efectos de este gran movimiento reformador no pueden subestimarse: dio a Eslovenia sus primeros libros en lengua vernácula, lo que elevó el estatus del idioma y afirmó así la cultura autóctona.
Las reformas introducidas por la emperatriz María Teresa de Austria [1740-1780] incluían la creación de una nueva administración estatal con un tipo de gobierno provincial, la construcción de nuevos caminos y la introducción de una escuela elemental obligatoria en alemán, seguidas de escuelas secundarias controladas por el Estado. Su hijo, José II [1780-1790], fue varios pasos más allá. Abolió la servidumbre en 1782, lo que allanó el camino para la formación de una burguesía eslovena, y permitió la completa libertad religiosa para calvinistas, luteranos y judíos. También hizo obligatoria la educación primaria en esloveno. Como resultado de estas reformas, la producción agrícola mejoró, se intensificaron las manufacturas y se produjo un florecimiento de las artes y las letras en Eslovenia.
Pero la Revolución francesa de 1789 convenció a los austriacos de que las reformas debían ser cortadas de raíz, y comenzó un período reaccionario que prosiguió hasta la Revolución de 1848. Mientras tanto, hubo un breve interludio que tendría un profundo efecto sobre Eslovenia y su futuro. Tras derrotar a los austriacos en Wagram (1809), Napoleón decidió aislar la zona adriática del imperio Habsburgo. Para ello creó seis ‘provincias ilirias’ a partir de regiones eslovenas y croatas, e hizo de Liubliana su capital.
Aunque las provincias ilirias solo duraron de 1809 a 1813, Francia instituyó diversas reformas, entre ellas la igualdad ante la ley y el uso del esloveno en las escuelas de primaria y secundaria, así como en las oficinas públicas. Y lo más importante, la progresiva influencia de la Revolución francesa trajo por primera vez la cuestión del despertar nacional a la arena política eslovena.
El período del llamado nacionalismo romántico (1814-1848), también conocido como Vormärz (“premarzo”) en alusión a la revolución que estalló en gran parte de Europa Central en marzo de 1848, fue de intensa actividad literario-cultural y llevó a la promulgación del primer programa político esloveno. Aunque muchos escritores influyentes publicaron en esta época, ninguno alcanzó la talla del poeta France Prešeren (1800-1849). Su verso agridulce, ideas progresistas, demandas de libertad política y anhelos por la unidad de todos los eslovenos captaron para siempre la imaginación de la nación. En abril de 1848 intelectuales eslovenos redactaron su primer programa político nacional bajo el lema Zedinjena Slovenija (“Eslovenia Unida”). Llamaba a la unificación de todas las regiones históricas eslovenas dentro de una unidad autónoma bajo la monarquía austriaca, el uso del esloveno en todas las escuelas y oficinas públicas, y la creación de una universidad local. Las demandas fueron rechazadas, pues habrían exigido la reorganización territorial sobre bases étnicas. Los eslovenos de la época no contemplaban la independencia total. De hecho, la mayoría miraba al Imperio austriaco como manto protector de las naciones pequeñas contra las grandes potencias como Prusia o Serbia, que consideraban depredadoras.
Los únicos resultados tangibles para los eslovenos en la Constitución austriaca de 1848 fueron que las leyes a partir de entonces se publicarían en esloveno y que la bandera carniolana (luego, eslovena) debía ser de tres franjas horizontales: blanca, azul y roja. Pese a ello, el programa de la Eslovenia Unida seguiría siendo la base de todas las demandas políticas eslovenas hasta 1918, y clubes y círculos político-culturales empezaron a aparecer por todo el territorio. Los primeros partidos surgieron a finales del s. XIX y una nueva idea, la unión con otros eslavos del sur, fue propuesta a partir de la década de 1860.
Tras la derrota de Austria-Hungría en la I Guerra Mundial y la posterior disolución del imperio en 1918, eslovenos, croatas y serbios se unieron y declararon el independiente Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, bajo el rey serbio Pedro I. Los tratados de paz de la posguerra reportaron grandes porciones de territorio esloveno y croata a Italia (Primorska e Istria), Austria (Carintia) y Hungría (parte de la Transmurania, Prekmurje en esloveno), y casi medio millón de eslovenos pasaron a vivir fuera de las fronteras del recién nacido reino.
Este estaba dominado por los serbios y la idea del paneslavismo, la unidad yugoslava, a la vez que sufría la presión imperialista de Italia. Eslovenia estaba reducida a poco más que una provincia de este reino centralista, aunque disfrutaba de autonomía cultural y lingüística, y el progreso económico era rápido.
En 1929 el hijo de Pedro I, Alejandro, llegó al poder, abolió la Constitución y proclamó el Reino de Yugoslavia. Pero fue asesinado cinco años más tarde durante una visita oficial a Francia, y su primo, el príncipe Pablo, fue nombrado regente. El clima político cambió en Eslovenia cuando el conservador partido clerical se unió al nuevo Gobierno centralista en 1935, demostrando la falsedad de las llamadas de ese partido por una autonomía eslovena. Grupos disidentes empezaron a buscar lazos más estrechos con movimientos obreros. En 1937 se fundó el Partido Comunista de Eslovenia (KPS) bajo el liderazgo de Josip Broz Tito y el Partido Comunista de Yugoslavia (KPJ).
La participación de Yugoslavia en la II Guerra Mundial empezó en abril de 1941, cuando el ejército alemán invadió y ocupó el país. Eslovenia fue repartida entre Alemania, Italia y Hungría. Para contrarrestar esta situación, los comunistas eslovenos y otros grupos de izquierda formaron un Frente de Liberación (Osvobodilne Fronte, OF), y el pueblo tomó las armas. El OF, inspirado por los principios de una Eslovenia unida en una república yugoslava, se unió al ejército partisano de yugoslavos del KPJ, que recibía ayuda de los aliados y fue el más organizado (y exitoso) de todos los movimientos de resistencia de la II Guerra Mundial. Tras la capitulación de Italia en 1943, los domobranci (“guardas territoriales”) eslovenos contrarios al OF seguían luchando en el oeste de Eslovenia, en un intento por impedir que los comunistas se hiciesen con el control político de zonas liberadas, y empezaron a apoyar a los alemanes. Pese a esta asistencia y al apoyo de los grupos fascistas de Croacia y Serbia, los alemanes se vieron obligados a evacuar Belgrado en 1944. Eslovenia no fue liberada hasta mayo de 1945.
El mes siguiente, 12 000 domobranci y civiles anticomunistas refugiados en Austria fueron enviados de vuelta a Eslovenia por los británicos. La mayoría fueron ejecutados por los comunistas en los dos meses siguientes y sus cuerpos fueron arrojados a las cuevas en Kočevski Rog.
El estatus de las zonas liberadas a lo largo del Adriático, sobre todo Trieste, fue la mayor preocupación de posguerra de Eslovenia. Un tratado de paz firmado en París en 1947 puso Trieste y sus alrededores bajo administración anglo-americana (la llamada Zona A) y las zonas de Koper y Buje (Istria) bajo control yugoslavo en la Zona B. En 1954 la Zona A (con sus poblaciones italiana y eslovena) se convirtió en la provincia italiana de Trieste. Koper y un tramo de costa de 47 km de largo pasaron más tarde a Eslovenia, mientras que la mayor parte de Istria pasó a Croacia. El Tratado de Belvedere (1955) garantizaba a Austria sus fronteras de 1938, incluida la mayor parte de Carintia.
En noviembre de 1943, Tito fue elegido jefe de la Asamblea y proclamó una república federal. Tito se movió rápidamente después de la guerra para consolidar su poder bajo el manto comunista. Pero la dominación serbia desde Belgrado continuó y, en algunos aspectos, fue incluso más centralista que bajo el Reino de Yugoslavia.
Tito se distanció de la Unión Soviética en 1948 y el aislamiento respecto de los mercados del bloque soviético le obligó a cortejar a Occidente. Yugoslavia introdujo elementos de una economía de mercado, entre ellos la autogestión de los obreros. Las reformas económicas a mediados de la década de 1960, así como el relajado papel de la policía y los controles fronterizos permitieron una mayor prosperidad y libertad de movimientos, pero el Partido Comunista vio tal democratización como una amenaza a su poder. Los que iban a ser conocidos como los “años de plomo” en Yugoslavia duraron hasta la muerte de Tito en 1980.
En 1987 la revista Nova Revija de Liubliana publicó un artículo con las líneas generales de un nuevo programa nacional esloveno, que incluía pluralismo político, democracia, una economía de mercado e independencia, posiblemente dentro de una confederación yugoslava. Comenzaron a surgir partidos de la oposición y el nuevo dirigente liberal de los comunistas eslovenos, Milan Kučan, no se opuso a las demandas. Pero la cabeza de facto del gobierno central en Belgrado, el líder comunista serbio Slobodan Milošević, decidió hacer presión sobre Eslovenia.
En junio de 1988 tres periodistas eslovenos que trabajaban para el semanario Mladina (“Juventud”), así como el antiguo primer ministro, Janez Janša, y un oficial subalterno que había revelado ‘secretos militares’, fueron juzgados por un tribunal militar y condenados a penas de cárcel, lo que dio lugar a grandes manifestaciones por todo el país.
En el otoño Serbia anuló unilateralmente la autonomía de Kosovo (donde el 80% de la población es de origen albanés) otorgada por la Constitución de 1974. Los eslovenos, impactados por la medida, empezaron a temer que lo mismo pudiera ocurrirles a ellos. En Liubliana, un mitin organizado conjuntamente por el Gobierno esloveno y la oposición condenó la acción.
En la primavera de 1989 los nuevos partidos de la oposición publicaron la Declaración de Mayo, demandando un Estado soberano para los eslovenos basado en la democracia y el respeto a los derechos humanos. En septiembre, el Parlamento esloveno enmendó la Constitución para legalizar la gestión de sus propios recursos y el mando de las Fuerzas Armadas en tiempo de paz. Serbia anunció planes para celebrar una reunión en Liubliana sobre sus intenciones. Cuando Eslovenia la prohibió, Serbia y las demás repúblicas yugoslavas (salvo Croacia) anunciaron un boicot económico a Eslovenia, suprimiendo el 25% de sus exportaciones. En enero de 1990 los delegados eslovenos abandonaron el congreso del Partido Comunista.
En abril de 1990 Eslovenia se convirtió en la primera república yugoslava en celebrar elecciones libres. Demos, una coalición de siete partidos de la oposición, ganó el 55% de los votos, y Kučan, jefe del partido Renovación Democrática, fue elegido presidente. El Parlamento esloveno adoptó una “Declaración sobre la Soberanía del Estado de Eslovenia”. A partir de entonces la propia Constitución eslovena dirigiría su sistema político, económico y judicial; las leyes federales se aplicarían solo si no estuvieran en contradicción con ella.
El 23 de diciembre de 1990, el 88,5% del electorado esloveno votó por una república independiente, efectiva en el plazo de seis meses. La presidencia de la Federación Yugoslava en Belgrado calificó la medida de separatista y anticonstitucional. Serbia tomó el control del sistema monetario yugoslavo y malversó casi toda la emisión de moneda planeada para Yugoslavia en 1991: 2000 millones de dólares. Tomando nota de lo sucedido, el Gobierno esloveno comenzó a almacenar armas, y el 25 de junio de 1991 Eslovenia dejó la Federación Yugoslava para siempre. “Estos sueños nocturnos están permitidos”, dijo el presidente Kučan a una jubilosa multitud en la Kongresni trg de Liubliana la noche siguiente. “Mañana es un nuevo día”.
Y lo fue. El 27 de junio el ejército yugoslavo comenzó a marchar sobre Eslovenia, pero encontró resistencia por parte de la Defensa Territorial Eslovena, la policía y la población en general. Al cabo de varios días, las unidades del ejército federal comenzaron a desintegrarse; Belgrado amenazó con bombardeos aéreos y Eslovenia enfrentó la perspectiva de una guerra total. La acción militar no había sido completamente no provocada. Para forzar su apuesta por la independencia y generar el apoyo de Occidente, que prefería que Yugoslavia siguiese existiendo, los dirigentes eslovenos intentaron primero tomar el control de los pasos fronterizos. Al parecer, Belgrado nunca esperó que Eslovenia resistiese, creyendo que una demostración de fuerza sería suficiente para que se rindiera.
Como no estaban implicadas reclamaciones territoriales ni problemas de minorías, el 7 de julio el Gobierno yugoslavo acordó una tregua negociada por dirigentes de la Comunidad Europea (CE). Con la llamada Declaración de Brioni, Eslovenia tomó más medidas para afirmar su independencia, bajo control durante tres meses, siempre y cuando se le otorgase reconocimiento por parte de la CE después de ese momento. La guerra solo había durado 10 días y se había cobrado las vidas de 66 personas.
Belgrado retiró el ejército federal de suelo esloveno el 25 de octubre de 1991, menos de un mes después de que Eslovenia introdujese su nueva moneda: el tólar. A finales de diciembre, el país tuvo una nueva Constitución que proporcionaba un sistema de gobierno parlamentario bicameral. El presidente (jefe del Estado) se elige directamente por un máximo de dos mandatos de cinco años. El poder ejecutivo le es conferido al primer ministro y su gabinete. La UE reconoció formalmente Eslovenia en enero de 1992 y el Estado se convirtió en el miembro 176 de la ONU cuatro meses más tarde. En mayo del 2004, Eslovenia entró en la UE como miembro pleno y menos de tres años después adoptó el euro como moneda.