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Théophile Gautier acertó de pleno cuando, impactado por su grandiosidad, la llamó “la montaña hueca”. Y es que la catedral de Sevilla, además de una joya del gótico, es el tercer templo cristiano más grande del mundo, solo superado en tamaño por San Pedro, en Roma, y San Pablo, en Londres. Tras recorrer sus inmensas naves, merece la pena subir a la Giralda, el famoso minarete convertido en emblema de la ciudad, y deambular por el patio de los Naranjos.