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La ciudad rebosa de maravillas arquitectónicas, pero ninguna supera a la basílica de San Marcos en espectacularidad y exuberancia. No en vano, se dice que en el 828 d.C. comerciantes venecianos sacaron de Egipto el cuerpo de san Marcos escondido en un barril de manteca para evitar que fuera inspeccionado por los oficiales musulmanes. Y alrededor de su santo robado Venecia construyó una basílica acorde con el espléndido concepto que tenía de sí misma la ciudad.