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Vale la pena dar un paseo en bicicleta por las calles de Súzdal, salpicadas con media docena de iglesias jalonadas de casas de madera y exuberantes jardines. De no haber sido por el devastador s. XX, así es como sería Rusia: sin alardes, devota y de ambiente tranquilo. Aunque la zona exhibe algunos de los mejores ejemplos de arquitectura sacra, también se puede pasar el día tumbado en la hierba viendo el discurrir del río antes de acudir a una banya (sauna rusa) para someterse a la dulce tortura del calor, el frío y los suaves azotes con ramas.