El alma de la isla, esta ciudad Patrimonio Mundial de la Unesco es espectacular, un sueño para los adictos a las compras y un paraíso para los sibaritas. Sus bares y boutiques atraen a una mezcla única de personajes y los meses veraniegos se convierte en una de las mayores pasarelas del mundo, cuando amantes de la moda y discotequeros pisan su laberinto de calles blancas.
Se empieza en un café de la Plaça des Parc o Vara de Rey con el desayuno típico de Ibiza: un café y una tostada (pan blanco tostado y untado con tomate maduro). Se visita la Casa Broner y se va hacia la zona histórica de Dalt Vila, donde se visitan sus museos, murallas, catedral y miradores.
A continuación se pasea hasta el puerto deportivo de Botafoc para admirar los yates antes de comer frente al mar en el Organic Market o en el cercano Bar Flotante. Después se busca un trozo de arena en la playa de Talamanca para descansar el resto de la tarde.
Primero se recorre el puerto y se husmea en sus boutiques. Se cena en el S’Escalinata o el Locals Only, se camina por el paseo marítimo y se admiran los desfiles de las discotecas desde una mesa en el The Rock. Se explora el lado salvaje en el Carrer de la Verge, que alberga la zona de ambiente de Ibiza y un sinnúmero de tiendas en la onda. Finalmente se va a desmelenarse a Pacha.