Barrio

Maó y zona oriental

Capital de la isla desde la dominación inglesa del s. XVIII, Maó ha sabido conservar cierto aire británico sin perder su encanto mediterráneo. Hoy es un activo centro comercial, además de un excelente punto de partida para explorar las calas del sureste insular y los monumentos megalíticos. También es imprescindible descubrir la oferta gastronómica y de ocio que anima los locales del puerto.

Lo mejor en un día

Se empieza el día con un desayuno en la pastelería Es Llonguet para documentarse sobre la repostería local. Luego se pasa frente a la iglesia de Santa María sin entrar en ella ‒esta cita se aplaza hasta las 13.00, para coincidir con el concierto de órgano ‒, y se disfruta de un paseo por el Mercat des Claustre y, sobre todo, por el mercado del pescado.

A la hora del almuerzo se hace una escapada al restaurante Cap Roig, en Cala Mesquida, para probar el pescado más fresco. Para una buena digestión, lo mejor es una visita a S'Albufera des Grau. Más tarde se pasea por el paraje natural, insuperable a la hora de la puesta de sol: la banda sonora la pondrán los miles de aves que la habitan.

Al atardecer se va a Es Castell para bajar hasta Cales Fonts, un entrañable puerto de pescadores lleno de restaurantes, donde se puede cenar en el Trébol, al borde mismo del mar. Vale la pena disfrutar de una cantada de habaneras en la vecina Cala Corb. Y ya en plena noche, si el cuerpo pide guerra, se puede descubrir la bulliciosa vida nocturna del puerto de Maó, o desplazarse hasta la discoteca Tiffany’s Menorca, cerca del aeropuerto.

 

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