Deliciosa y sofisticadamente sencilla pero feroz: la cultura polinesia es seductora y relajante por igual. El viajero podrá pasar las noches con una Hinano fría bajo un cielo estrellado, mientras suena un ukulele de fondo, o entregarse al sonido de las olas; pero de día no hay como hacer un picnic a base de pescado y taro junto al agua. Cada año, el país rebosa actividad durante el festival Heiva: las mejores bailarinas visten poco más que una hoja de palmera y contonean las caderas con brío; las regatas de canoas hawaianas copan las lagunas; y deportes tradicionales como pelar cocos constituyen un espectáculo. Celebrados en varios puntos repartidos por Papeete y alrededores, el evento dura unas cuatro semanas de finales de junio a finales de julio, y es tan asombroso que bien merece la pena hacer coincidir el viaje con él.