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Empinada y adoquinada, la medina de Chefchauen se precipita por la ladera de la montaña en una sucesión de tejados rojos, balcones de hierro forjado y geranios. Sus callejones pintados de azul resultan encantadores y muy fotogénicos. Una imponente kasba de tonos rojos se erige imponente en la plaza principal, donde se apiñan los cafés: perfecta para ver a la gente pasar con un té en la mano. Un plan más activo es pasear sin prisa por la orilla del río o visitar la mezquita española en la colina.