Siempre ha sido el clima lo que ha atraído a los promotores inmobiliarios y los turistas a Miami. Sin embargo, no fue el sol de por sí lo que hizo que la gente se trasladara hasta aquí, sino una tormenta de hielo.
La gran helada de Florida en 1895 acabó con la industria estatal de los cítricos; al mismo tiempo, la viuda Julia Tuttle estaba comprando parcelas de tierra que se convertirían en el moderno Miami, y Henry Flagler estaba construyendo su ferrocarril de la costa este de Florida. Tuttle ofreció compartir sus tierras con Flagler si ampliaba el ferrocarril hasta Miami, pero Flagler no le hizo caso hasta que el norte de Florida se heló y Tuttle le envió un mensaje de “te lo dije”: una flor de azahar de su jardín en Miami.
El resto es una historia de altibajos, soñadores y oportunistas. En general, Miami ha crecido a pasos agigantados tras importantes acontecimientos mundiales y desastres naturales. Los huracanes (especialmente el huracán de 1926) han devastado la ciudad, pero Miami sigue poniéndose en pie y reconstruyéndose cada vez mejor que antes.
Miami Beach prosperó a principios del s. XX, cuando promotores inmobiliarios judíos se dieron cuenta del potencial de la Riviera estadounidense y empezaron a construir hoteles con distintivas fachadas art déco diseñadas por osados arquitectos que querían rebelarse contra la estética más formal del noreste.
Las guerras mundiales trajeron a soldados destinados en las cercanas instalaciones navales: a muchos les gustaba el sol y decidieron quedarse. Las revoluciones latinoamericanas y caribeñas trajeron a inmigrantes de esos países, sobre todo de Cuba. Los inmigrantes cubanos llegaron en dos oleadas: anticastristas en la década de 1960 y, luego, los que buscaban una vida mejor a partir de finales de la década de 1970, como las llegadas del éxodo del Mariel en 1980.
El glamur y los excesos de la década de 1980, reflejados en películas como El precio del poder y series como Corrupción en Miami, atrajeron a un cierto grupo de gente guapa y rica, así como a su séquito de modelos, diseñadores, hoteleros y vividores, que transformaron South Beach en la bonita bestia que es hoy.
Puede que sea parte de EE UU, pero Miami es conocida como la “capital de las Américas” o el “centro del Nuevo Mundo”. Esto supone todo un espaldarazo a la hora de promocionar Miami en el resto del planeta y, sobre todo, en EE UU, donde los latinos son la minoría más grande.
La mezcla panlatina de Miami hace que su diversidad étnica sea mayor que la de cualquier ciudad latinoamericana. A principios del s. XXI los barrios periféricos occidentales de Hialeah Gardens y Hialeah eran la primera y la segunda zona de EE UU donde más se hablaba español como primera lengua (más del 90% de la población).
Esto ha ocurrido porque la ciudad, con una práctica ubicación geográfica, ha acogido a muchos latinos que llegaron como refugiados políticos: cubanos huyendo de Castro desde la década de 1960, venezolanos escapando de Hugo Chávez, brasileños y argentinos huyendo de las crisis económicas, y mexicanos y guatemaltecos llegados en busca de trabajo.
Todo esto ha llevado al crecimiento de los negocios latinoamericanos en Miami, lo que ha impulsado la economía local. Miami es la sede en EE UU de muchas empresas latinas, incluidas Telemundo, MTV Latinoamérica y la sucursal latina de Universal Music Group.
Los cubanos tienen una fuerte influencia en la política local e internacional de Miami. A los grupos conservadores de exiliados a menudo se les ha tildado de extremistas y muchos rechazan visitar Cuba mientras la familia Castro siga en el poder. Aunque todavía hay mucho resentimiento entre los cubanos de más edad, las nuevas generaciones, a menudo conocidas como “YUCA” (Jóvenes Cubanoamericanos Urbanos), están más dispuestas a ver las dos caras de los problemas en Cuba.
La energía latina es palpable en todas partes, tanto si uno está comiendo en un restaurante como si está escuchando música, visitando Little Havana o Little Buenos Aires, o tomando un mojito.