Panamá conforma la cintura de América y ha tenido un papel estratégico en la historia del hemisferio occidental. En otros tiempos fue una ruta comercial terrestre entre el antiguo Perú y México, y el Panamá de la conquista poscolombina se convirtió en la vía para transportar los tesoros incas. Ubicado entre dos océanos, el tráfico es una cuestión crucial para el país desde hace mucho tiempo. Al igual que el Ferrocarril de Panamá llevó a los buscadores de oro a California en la época de la fiebre, el canal se ha convertido en el motor del comercio mundial.
Las costas y las selvas de Panamá han estado habitadas por humanos durante al menos 10 000 años, y se calcula que decenas de grupos indígenas, incluidos los gunas, los ngöbe-buglé, los emberás, los wounaan y los nasos, vivían en el istmo antes de llegar los españoles. No obstante, la tragedia de Panamá es que, pese a su rica historia cultural, no existe casi ningún vestigio físico de esas grandes civilizaciones.
Al contrario que los enormes complejos piramidales encontrados por toda América Latina, los municipios y ciudades ancestrales de Panamá desaparecieron en la selva, para no ser vistos nunca por los ojos del mundo moderno. Sin embargo, en los relatos orales de las comunidades indígenas de Panamá aún se cuentan historias de ciudades perdidas, y los arqueólogos panameños albergan esperanzas de hacer un gran descubrimiento.
Se sabe que los primeros habitantes formaban parte de una zona comercial que se extendía al sur hasta Perú y al norte hasta México. Los arqueólogos han descubierto exquisitos ornamentos de oro e inusuales estatuas humanas de piedra a tamaño real, así como distintivos tipos de cerámica.
Los primeros pueblos de Panamá vivían junto a los dos océanos, y pescaban en marismas de manglares, estuarios y arrecifes de coral.
En 1501 el descubrimiento de Panamá a cargo del explorador español Rodrigo de Bastidas marcó el inicio de la era de la conquista y la colonización en el istmo. No obstante, fue su primer compañero, Vasco Núñez de Balboa, quien quedaría inmortalizado en los libros de historia tras su descubrimiento del océano Pacífico 12 años después.
En su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo en 1502, Cristóbal Colón desembarcó en la actual Costa Rica y regresó del encuentro afirmando haber visto “más oro en dos días que en cuatro años en España”. Aunque sus intentos por establecer una colonia en la desembocadura del río Belén fracasaron por la fiera resistencia local, Colón pidió a la Corona española que lo nombrase gobernador de Veraguas, el tramo de costa desde Honduras a Panamá.
Tras morir Colón en 1506, el rey Fernando mandó a Diego de Nicuesa instalarse en la tierra recién reclamada. En 1510 Nicuesa siguió el ejemplo de Colón y trató de nuevo de establecer una colonia española en el río Belén. Sin embargo, la resistencia local fue otra vez suficiente para rechazar la ocupación española y Nicuesa se vio obligado a huir de la zona. Al frente de una pequeña flota con 280 hombres hambrientos, el agotado explorador observó una bahía protegida 23 km al este del actual Portobelo y exclamó: “¡Paremos aquí, en nombre de Dios!”. Y de ahí que la localidad se llame Nombre de Dios.
Para gran decepción de los herederos conquistadores de Colón, el oro no abundaba en Panamá. Si se añaden las enfermedades tropicales, el terreno inhóspito y unos nativos nada acogedores, es fácil adivinar por qué Nombre de Dios fracasó varias veces en sus primeros años. No obstante, en 1513 hubo un momento brillante en la exploración española, cuando Vasco Núñez de Balboa oyó rumores de un gran mar y una civilización rica productora de oro al otro lado de las montañas del istmo; casi con toda seguridad esos rumores hacían referencia al Imperio inca de Perú. Llevado por la ambición, Balboa escaló la divisoria continental y el 26 de septiembre de 1513 se convirtió en el primer europeo en divisar el océano Pacífico. Siguiendo la moda del momento, Balboa reclamó de inmediato el océano y todas las tierras bañadas por él para el rey de España.
En 1519 el español Pedro Arias de Ávila (Pedrarias) fundó la ciudad de Panamá en el lado del Pacífico, cerca de la actual Ciudad de Panamá. Al cruel gobernador se lo recuerda más por hechos como ordenar la decapitación de Balboa en 1517 por una acusación falsa de traición, además de numerosos ataques contra la población indígena.
Pese a todo, Pedrarias hizo de Panamá un asentamiento español importante, un centro comercial y una base para nuevas exploraciones, incluida la conquista de Perú. Desde Panamá se transportaban enormes riquezas –como oro peruano y especias orientales– a través del istmo a pie hasta la ciudad de Venta de Cruces, y después en barco a Nombre de Dios, por el río Chagres. Aún se ven por todo Panamá vestigios de esta famosa ruta comercial, conocida como el Sendero Las Cruces.
Mientras los españoles se aprovechaban de las riquezas de las civilizaciones que conquistaban, el resto del mundo empezó a codiciar la próspera colonia, sobre todo los corsarios ingleses. En 1572 sir Francis Drake destruyó Nombre de Dios y puso rumbo a Inglaterra con un galeón cargado de oro español. Con la esperanza de prevenir más saqueos y pillajes, los españoles construyeron grandes fortalezas de piedra en Portobelo y el fuerte San Lorenzo. No obstante, esas fortificaciones no bastaron para detener al bucanero galés sir Henry Morgan, quien destruyó la ciudad de Panamá.
Unos años después de que la ciudad ardiese hasta los cimientos, los españoles la reconstruyeron en un cabo, unos kilómetros al oeste de su enclave original, aunque los corsarios británicos no cesaron su actividad destructiva. Las ruinas del viejo asentamiento, conocido ahora como Panamá Viejo, así como la ciudad colonial de casco viejo, están dentro de los límites urbanos de la actual Ciudad de Panamá.
La costosa guerra peninsular entre España y Francia, de 1808 a 1814 –y el tumulto político, los disturbios y los vacíos de poder que causó el conflicto–, provocó que España perdiera buena parte de sus posesiones coloniales en el primer tercio del s. XIX.
Panamá logró la independencia en 1821 y de inmediato se unió a la Gran Colombia, una confederación de Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela: una nación latinoamericana unida que había sido desde hacía mucho el sueño de Simón Bolívar. No obstante, las disputas internas condujeron a la abolición formal de la Gran Colombia en 1831, aunque la bisoña Panamá conservó su estatus de provincia de Colombia.
El futuro de Panamá cambió para siempre desde el momento en el que las mayores potencias del mundo supieron que el istmo era el punto más estrecho entre los océanos Atlántico y Pacífico. En 1846 Colombia firmó un tratado por el que permitía a EE UU construir un ferrocarril que cruzara el istmo; le garantizaba además la libertad de tránsito y el derecho a proteger el ferrocarril con militares. En el clímax de la fiebre del oro de California, en 1849, decenas de miles de personas viajaron desde la costa este de EE UU hasta la costa oeste a través de Panamá para evitar a los nativos americanos hostiles que vivían en los estados del centro. Colombia y Panamá se enriquecieron con el ferrocarril y empezó a hablarse de un canal interoceánico a través de Centroamérica.
La idea de un canal que atravesase el istmo surgió por primera vez en 1524 cuando el rey de España Carlos V mandó realizar un estudio para determinar la viabilidad de la construcción de una vía navegable. Sin embargo, en 1878 fueron los franceses quienes recibieron un contrato de Colombia para construir un canal. Disfrutando aún de la gloria de haber construido el Canal de Suez en Egipto, el constructor francés Ferdinand Marie de Lesseps llevó su equipo a Panamá en 1881. Pero De Lesseps infravaloró gravemente la tarea, y más de 22 000 trabajadores murieron de fiebre amarilla y malaria en menos de una década. En 1889 los insalvables problemas de construcción y la mala gestión económica habían llevado la empresa a la bancarrota.
EE UU vio el fracaso francés como una oportunidad de negocio lista para que alguien la aprovechase. Aunque había estado explorando posibles ubicaciones para un canal en Nicaragua, EE UU presionó a los franceses para que le vendieran las concesiones. En 1903 el ingeniero jefe de De Lesseps, Philippe Bunau-Varilla, aceptó la venta, aunque el Gobierno colombiano se negó de inmediato a admitirla. En lo que sería la primera de una serie de intervenciones estadounidenses en Panamá, Bunau-Varilla se acercó al Gobierno de EE UU para que apoyase a Panamá si declaraba la independencia de Colombia. El 3 de noviembre de 1903 una junta revolucionaria declaró independiente a Panamá y el Gobierno de EE UU reconoció de inmediato la soberanía del país. Aunque Colombia envió tropas por mar para tratar de recuperar el control de la provincia, acorazados estadounidenses les impidieron llegar a tierra. Colombia no reconoció a Panamá como una nación legítima independiente hasta 1921, cuando EE UU pagó a Colombia 25 millones de US$ como ‘compensación’.
Tras la independencia, nombraron a Bunau-Varilla embajador panameño en EE UU. Su primer acto oficial fue allanar el camino a las futuras intervenciones estadounidenses en la región. Con la esperanza de beneficiarse de la venta de las concesiones del canal a EE UU, Bunau-Varilla llegó a Washington D. C. antes de que Panamá pudiese reunir una delegación. El 18 de noviembre, Bunau-Varilla y el secretario de Estado estadounidense, John Hay, firmaron el Tratado Hay-Bunau Varilla, que dio a EE UU mucho más de lo que se ofrecía en el tratado original. Además de ostentar las concesiones del canal, EE UU recibía “derechos soberanos a perpetuidad sobre la Zona del Canal”, un área de 8 km a cada lado del canal, así como un amplio derecho de intervención en los asuntos panameños.
Pese a la oposición de la demorada delegación panameña y a ciertas cuestiones pendientes relativas a la legalidad del tratado, el acuerdo se ratificó, dando lugar a una era de fricciones entre EE UU y Panamá. Las labores de construcción se reanudaron en el canal en 1904 y, a pesar de enfermedades, corrimientos de tierra y un clima duro, la maravilla de la ingeniería más grande del mundo se terminó en una década. El primer barco atravesó el canal el 15 de agosto de 1914.
Durante los años siguientes a la conclusión del canal, el ejército de EE UU intervino repetidamente en los asuntos políticos del país. En respuesta al creciente descontento de los panameños con las frecuentes intervenciones estadounidenses, el Tratado Hay-Bunau Varilla quedó sustituido en 1936 por el Tratado Hull-Alfaro. EE UU renunció a los derechos a usar sus tropas fuera de la Zona del Canal y a apoderarse de tierras para usos del canal, y la cantidad anual abonada a Panamá por el uso de la zona aumentó. No obstante, esa mayor soberanía no bastó para contener la oleada de oposición panameña a la ocupación estadounidense. El sentimiento anti-EE UU alcanzó su punto de ebullición en 1964 durante una protesta estudiantil que dejó 27 panameños muertos y 500 heridos. Hoy la fecha se conmemora como el Día de los Mártires.
Conforme menguó la influencia de EE UU, el ejército panameño fue adquiriendo poder. En 1968 la Guardia Nacional depuso al presidente electo y se hizo con el control del Gobierno. Poco después, se suspendió la Constitución, se disolvió la Asamblea nacional y se censuró la prensa, mientras que el general Omar Torrijos surgía como nuevo líder. El expediente de Torrijos es desigual: aunque hundió al país en la deuda como resultado de un enorme programa de obras públicas, Torrijos logró presionar al presidente de EE UU Jimmy Carter para que cediese el control del canal a Panamá. El Tratado Torrijos-Carter garantizó el control panameño total del canal para el 31 de diciembre de 1999, además de la retirada completa de las fuerzas militares estadounidenses.
Aún con la sensación de triunfo por el tratado recién firmado, Panamá no estaba preparado para la repentina muerte de Torrijos en un accidente de avión en 1981. Dos años después, el coronel Manuel Antonio Noriega tomó el poder de la Guardia Nacional, se ascendió a sí mismo a general y se nombró líder de facto de Panamá. Noriega, antiguo jefe de la policía secreta de Panamá, antiguo agente de la CIA y graduado en la Escuela de las Américas, empezó a consolidar su poder con rapidez. Amplió la Guardia Nacional, le dio mucha más autoridad y la rebautizó como las Fuerzas de Defensa de Panamá. Creó además un Batallón de la Dignidad paramilitar en todas las ciudades, pueblos y aldeas, con miembros armados y dispuestos a informar sobre cualquier vecino que no mostrase una lealtad absoluta al régimen de Noriega.
Las cosas fueron de mal en peor a principios de 1987, cuando Noriega se convirtió en el centro de un escándalo internacional. Lo acusaron públicamente de estar implicado en tráfico de drogas con cárteles colombianos, de asesinar a sus oponentes y amañar las elecciones. Muchos panameños exigieron la renuncia de Noriega, hubo protestas en huelgas generales y manifestaciones que derivaron en choques violentos con las Fuerzas de Defensa de Panamá. En febrero de 1988 el presidente panameño Eric Arturo Delvalle trató de expulsar a Noriega, pero el general conservó las riendas del poder, derrocó a Delvalle y lo obligó a huir de Panamá. Noriega nombró a continuación un presidente más afín a su causa.
El régimen de Noriega se convirtió en una vergüenza internacional. En marzo de 1988 EE UU impuso sanciones económicas a Panamá, poniendo fin a un tratado de comercio preferente, congeló los activos panameños en bancos estadounidenses y se negó a pagar las tasas del canal. Unos días después de la imposición de estas sanciones, un golpe militar fracasado provocó que Noriega incrementase la represión violenta contra sus críticos. Tras la derrota del candidato de Noriega en los comicios presidenciales de mayo de 1989, el general declaró las elecciones nulas y sin validez. Entretanto, Guillermo Endara, el candidato ganador, y sus dos compañeros candidatos a la vicepresidencia recibieron palizas graves de paramilitares de los Batallones de la Dignidad de Noriega en una escena sangrienta grabada por un equipo de televisión y emitida en todo el mundo. En octubre de 1989 fracasó un segundo golpe, seguido por medidas aún más represivas.
El 15 de diciembre de 1989 la asamblea legislativa de Noriega lo nombró presidente y su primera acción oficial fue declarar la guerra a EE UU. Al día siguiente, soldados panameños mataron a un marine estadounidense desarmado y vestido de civil cuando salía de un restaurante en Ciudad de Panamá.
La reacción de EE UU fue rápida e implacable. A primera hora del 20 de diciembre de 1989 Ciudad de Panamá fue atacada por aviones, tanques y 26 000 soldados estadounidenses en la operación Causa Justa. Aunque la finalidad era apresar a Noriega, 2000 civiles murieron y decenas de miles perdieron su hogar, además de quedar destruidas zonas enteras de Ciudad de Panamá.
El día de Navidad, el quinto de la invasión, Noriega pidió asilo en la embajada vaticana. Fuerzas estadounidenses rodearon la embajada y presionaron al Vaticano para que lo entregase, ya que entrar en la embajada habría supuesto un acto de guerra contra el pequeño estado. No obstante, EE UU utilizó esa táctica psicológica tan apreciada por los adolescentes insatisfechos: bombardear la embajada con música rock estruendosa (Van Halen y Metallica estaban en la selección). La embajada también quedó rodeada por masas de panameños furiosos que exigían la expulsión de Noriega.
Después de 10 días de guerra psicológica, el jefe de la embajada vaticana convenció a Noriega de entregarse bajo amenazas de cancelar su asilo. Noriega se rindió ante las fuerzas de EE UU el 3 de enero y de inmediato lo llevaron a Miami, donde lo condenaron por conspirar para fabricar y distribuir cocaína. Cuando concluyó su sentencia en una prisión de EE UU en el 2007, lo extraditaron a París en abril del 2010. Allí Noriega fue juzgado de nuevo y condenado a siete años de prisión, pero finalmente fue extraditado para cumplir 20 años de condena en Panamá, donde fue encarcelado en diciembre del 2011 hasta su muerte el 29 de mayo del 2017.
Tras la expulsión de Noriega, Guillermo Endara, el ganador legítimo de las elecciones de 1989, juró su cargo de presidente y Panamá trató de recomponerse. La economía del país era un desastre, y su capital había sufrido daños durante la invasión y los posteriores saqueos. Los escándalos de corrupción y las peleas internas fueron constantes tanto durante el mandato de Endara como durante el de Balladares, su sucesor.
En 1999 Mireya Moscoso fue elegida presidenta y se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo. Sus ambiciosos planes reformistas no se llevaron a cabo. Mientras Panamá celebraba su centenario en el 2003, el desempleo subía al 18%. Moscoso fue acusada de derroche: al tiempo que zonas del país se quedaban sin alimentos, Moscoso pagó 10 millones de US$ para llevar el concurso de Miss Universo a Panamá.
La sucedió Martín Torrijos, que implementó varias reformas fiscales, incluida una revisión de la seguridad social. Su propuesta de ampliar el Canal de Panamá recibió la aprobación abrumadora en un referéndum nacional el 22 de octubre del 2006.
El 3 de mayo del 2009, Panamá desvió la tendencia izquierdista de América Latina eligiendo presidente a Ricardo Martinelli, un magnate de los supermercados. Miembro del partido conservador Cambio Democrático (CD), Martinelli representaba una opción empresarial que creó un boom de inversiones reduciendo las barreras comerciales y la burocracia. Durante su mandato, proyectos públicos ambiciosos como el primer sistema de metro de América Central se convirtieron en el orden del día y la tasa de crecimiento de Panamá del 8% brilló como la mejor de América Latina.
Al final, la luna de miel acabó y el cuento de hadas se convirtió parte en una novela mala de ficción y parte en un thriller político. El anterior vicepresidente de Martinelli y taimado líder de la oposición, Juan Carlos Varela, fue elegido presidente para el período 2014-2019 bajo la promesa de cumplir las leyes y de aplicar la separación de poderes. Martinelli se enfrenta a acusaciones de corrupción por un programa de 45 millones de US$ para alimentar a escolares pobres. Hubo además un escándalo de escuchas a enemigos políticos. Se revisaron contratos de colosales proyectos de infraestructuras por valor de 1200 millones de US$ y algunos directores de proyectos fueron arrestados. Martinelli huyó a Miami en un jet privado y se refugió en un lujoso bloque de apartamentos que se hizo famoso por la película El precio del poder. Fue arrestado el 12 de junio del 2017 e ingresado en un centro de detención federal en Miami. En junio del 2018 fue extraditado a Panamá para enfrentarse a los cargos por escuchas telefónicas.
En el 2015 una fuente anónima filtró más de 11,5 millones de documentos del bufete de abogados panameño Mossack Fonseca. Conocidos como “los papeles de Panamá”, detallaban información financiera de políticos y personajes públicos de todo el mundo que revelaban una corrupción a gran escala. Mossack Fonseca había creado empresas fantasma para ayudar a individuos y compañías internacionales a evitar sanciones internacionales, cometer fraude y evadir impuestos. El bufete cerró en el 2018, pero la repercusión de los papeles todavía continúa.
En las elecciones generales de mayo del 2019 resultó ganador, por un estrecho margen de votos, Laurentino Cortizo del Partido Revolucionario Democrático (PRD). El próximo presidente panameño se enfrentará a dos desafíos fundamentales: la brecha de la desigualdad y la corrupción, las dos grandes causas de descontento social.